Tras una primera semana de subidas generalizadas en todas las Bolsas, en la que las Bolsas americanas habían quedado un poco por detrás del Nikkei y de las europeas, la segunda semana del año ha sido una exhibición alcista en toda regla de Wall Street, pero esta vez en solitario, sin el Nikkei ni las europeas. El Eurostoxx ha avanzado un simbólico 0,14% y el Dax ha caído un 0,56% en la semana. Por su lado, el Nikkei, que ha descendido un 0,26% en las últimas cinco sesiones. El MSCI de Bolsas emergentes en dólares ha debido conformarse con un modesto avance semanal del 0,6%, la misma subida semanal que ha tenido nuestro Ibex, ayudado por la banca.
Las subidas en solitario de los índices americanos son todavía más llamativas si tenemos en cuenta que han coincidido con un alza de cierta consideración en los tipos de interés de los bonos. El pasado martes el tipo de interés del bono del Tesoro a diez años, el Tbond, superaba el 2,5% tras un rumor, luego desmentido, de que China iba a empezar a vender sus bonos americanos, y el miércoles, ya tras el desmentido, el tipo del Tbond superaba el 2,6%, dando lugar a que el legendario gestor Bill Gross, conocido como el "rey de los bonos", afirmase en su tweet que comenzaba a partir de ahí un mercado bajista de largo plazo en los bonos, o, dicho de otra manera, un ciclo largo y duradero de subida de los tipos de interés.
Es verdad que las Bolsas pueden convivir, como ya lo hicieron en parte de la década de los noventa y en los años 2003 a 2007, con una subida de tipos. En este sentido, siendo bastante general la convicción de que estamos ante un ciclo de subida de tipos, liderado por la Fed, sin embargo dista de ser tan unánime la opinión sobre las consecuencias de esa subida de tipos para las Bolsas.
La idea dominante, el consenso, es que una subida no muy fuerte de los tipos de interés, unida a una aceleración del crecimiento económico global, puede ser muy buena para las Bolsas. A la banca le viene bien que suban los tipos y, para el resto de las empresas, si los beneficios de las empresas suben más que los tipos, al crecer la economía, sus cotizaciones subirán. Este es el escenario perfecto (goldilocks) que descuenta la mayor parte de los inversores.
Pero si la subida es mayor de la prevista, las cosas pueden cambiar, y por tanto la pregunta relevante es dónde está el umbral y si se va a llegar a ese umbral o no. La pasada semana otro gestor de prestigio, Jeffrey Gundlach, apostaba, en su presentación anual, por qué en el 2018 el S&P no tendrá retorno positivo, rompiendo así una racha de nueve años seguidos de subidas, que solo se había visto antes en la década de los noventa. Pero el argumento de Gundlach para prever esa caída anual del S&P no es el menor crecimiento económico, sino la subida de tipos de interés. Gundlach ve un momento "mágico" en la economía, en términos de crecimiento, pero cree que el tipo del Tbond va a subir bastante a partir de que pase el 2,63% y que en el caso del bund alemán es insostenible que hoy la inflación alemana esté en el 1,7% y el tipo del bund en el 0,42%.
Obviamente hay voces en sentido contrario, una de ellas la de Bill Miller, que también ha hablado la semana pasada, para decir que la subida de tipos es buena para la Bolsa, porque habrá rotación desde los bonos hacia las acciones, y, dada la enorme cantidad de dinero que se ha ido acumulando en los bonos esta última década, el flujo de dinero de los bonos hacia las Bolsas será fuertemente alcista.
En medio de esas dudas entre si habrá rotación de bonos a acciones o si se está formando una burbuja en Wall Street, transcurre este inicio del 2018, realmente espectacular para las Bolsas americanas. El Dow Jones, que tardó un mes y cuatro días en pasar de 24.000 a 25.000 puntos, el menor tiempo de toda su historia en añadir mil puntos, cerró el pasado viernes a poco más de 200 puntos de los 26.000, por tanto puede añadir otros nuevos mil puntos en tan solo dos semanas, la mitad que el anterior récord. El S&P está solo a diez puntos de los 2.800, otro hito que sería realmente histórico y el Nasdaq ha subido un 5,2% desde el uno de enero, en solo dos semanas. La Bolsa americana supera ya los treinta trillions (millones de millones) de dólares de capitalización, es decir, de valor total de las compañías cotizadas. Son cifras realmente extraordinarias.
Los datos económicos y los resultados de las empresas deberán ser muy buenos para justificar esta euforia. De momento, los datos han sido buenos, con algunas sombras, como el empleo de diciembre, que quedó muy por debajo de lo esperado, y la inflación de diciembre que se publicó el pasado viernes, dejando la inflación total de 2017 en el 2,1%, la más alta desde 2012 y ligeramente por encima del objetivo de la Fed.
En cuanto a los resultados empresariales, los primeros no han sido malos, pero tampoco han roto expectativas. Blackrock consiguió su mayor beneficio anual de todos los tiempos, JP Morgan dio cifras buenas, pero en parte lastradas por la reforma fiscal que le supone un coste en la repatriación de beneficios, y Wells Fargo dio números en línea con los esperados, que gustaron, al no verse afectada por la repatriación de beneficios, ya que su negocio internacional es casi nulo.
En la zona euro, las dos noticias de la semana han sido la publicación de las actas de la última reunión del BCE y el acuerdo en Alemania para formar un Gobierno de coalición. Como resultado de ambas noticias el euro ha subido a máximos de tres años con el dólar, lo cual facilita la labor al BCE, al permitirle graduar un poco más sus estímulos monetarios, lo contrario de lo que le pasa a la Fed con el dólar débil, que, al presionar al alza la inflación, le obliga a normalizar más deprisa.
El año acaba de empezar, y es mejor, a nuestro juicio, intentar poner un poco de calma en medio de la vorágine alcista que vive Wall Street, una espiral de subidas continuas que solo el tiempo dirá si responden o no a los fundamentales.
Juan Carlos Ureta Domingo
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