Aunque a lo largo de octubre los índices bursátiles norteamericanos han seguido batiendo sucesivos récords históricos (el último de ellos, el del Nasdaq el pasado martes 30), eso no ha evitado que al final todos los índices bursátiles mundiales, con la única excepción del Nikkei japonés, hayan terminado el mes en números rojos. Unos números rojos que, repitiendo lo que ya pasó en junio en las Bolsas europeas, se producen precisamente tras haber iniciado la Fed la bajada de los tipos de interés, con el recorte de medio punto acordado en la reunión del 18 de septiembre, y tras dejar muy claro tanto la propia Fed como el BCE que continuarán bajando los tipos en las próximas reuniones.
Es verdad que las caídas mensuales se han producido justo en las últimas sesiones del mes y han sido bastante moderadas en los índices americanos, del 1% para el S&P, del 0,8% para el Nasdaq, del 1,3% para el Dow Jones y del 1,5% para el Russell 2000. Son caídas mensuales mucho menores que la del 3,5% que ha sufrido el Eurostoxx o la del 3,7% del CAC francés. Y es verdad también que incluso tras la caída de octubre tanto el S&P como el Nasdaq suben casi un 20% desde el inicio del año, y el Dow Jones sube más de un 10%.
Pero, sin duda, el giro a la baja de octubre, que como decíamos ha sido muy generalizado en todas las Bolsas, muestra que los inversores han dejado de estar preocupados por la inflación y han pasado a estar preocupados por el crecimiento económico, como anticipábamos hace algunas semanas. Un crecimiento que, según los datos publicados la semana pasada, ha repuntado un poco en el tercer trimestre tanto en la zona euro (+0,4%) como en Estados Unidos (+2,8%), pero que sigue estando excesivamente basado en el gasto público y en su derivada del consumo y, además, no acaba de mostrar el vigor necesario.
Los resultados empresariales también reflejan esos temores sobre el crecimiento y han sido claves en el cambio de sentimiento de los mercados. Los ha habido muy malos, como los de Philips o AMD, o simplemente malos como los de Volkswagen, Toyota o Stellantis. También ha habido algunos buenos, pero, como botón de muestra, de las cinco grandes tecnológicas que han presentado sus cifras estos días, solo dos, Amazon y Alphabet, han logrado cerrar la semana en positivo. Las otras tres, Microsoft, Apple y Meta Platforms, han cerrado con descensos semanales tras anunciar sus resultados. Descensos que en el caso de la compañía más valiosa del mundo, Microsoft, han sido del 4,15%.
Esos temores se agravan por la subida de los tipos de interés de largo plazo. El bono del Tesoro americano a diez años (T bond) cerró el viernes en el 4,38% y el bund alemán en el 2,41%, en ambos casos con subidas importantes en el último mes.
Esas son las preocupaciones de los mercados cuando nos enfrentamos, el próximo martes a una de las grandes citas del año, las elecciones presidenciales americanas. No vamos a abundar aquí en los análisis pormenorizados sobre las consecuencias de que gane un candidato u otro para la Bolsa o para los diversos sectores o empresas. Pero sí hay que decir algo muy claramente, y es que pase lo que pase el martes, hay algo que ya sabemos hoy, y es la fragmentación y el evidente malestar de una capa cada vez mayor de la población americana. Esa fractura social y ese malestar no van a desaparecer sea quien sea el ganador, y pueden incluso ir a más si el resultado es ajustado y hay acusaciones de fraude, un escenario que, dado el empate en los sondeos, no cabe descartar ni mucho menos. La gestión del malestar y del enfrentamiento pondrá a prueba a quien finalmente gane, y va a ser muy difícil en un contexto en el que, además, no se van a poder mantener políticas de gasto publico tan expansivas.
En cierto modo, y salvadas las diferencias, que son muchas, las elecciones europeas del pasado 9 de junio se produjeron en un contexto similar de fractura y el resultado reflejó un claro malestar de la ciudadanía con el establishment político. Desde junio hemos visto cómo eso ha afectado a Francia y a Europa y a sus Bolsas, que no levantan cabeza (recordemos los datos del 2T y del 3T en las Bolsas europeas, MSCI Europe y, sobre todo, Francia, cuyo CAC está en rojo desde el uno de enero). Todo un aviso para las Bolsas americanas, que en octubre podrían haber anticipado algo de esto.
Al margen del escenario político y sus implicaciones, lo que estamos viendo es que los resultados empresariales no están siendo, en general, tan buenos como lo habían sido en trimestres anteriores, y eso se está notando en las cotizaciones, incluyendo las de las grandes tecnológicas, que han sido el gran motor del mercado alcista. El efecto de la debilidad de China es prolongado y muy transversal, toca lo mismo al lujo que al automóvil, que a las tecnológicas como Apple, y no parece que vaya a mejorar, ni con las medidas estímulo del Gobierno chino, ni con las elecciones americanas, gane quien gane.
En el frente macro, el elefante en la habitación sigue siendo la deuda pública, cuya evolución al alza es a la vez imparable, irreversible e insostenible, como ha venido a decir el Fondo Monetario Internacional. Ese será otro gran problema que tendrá que manejar el nuevo presidente americano, sea quien sea, y el Congreso que salga de las elecciones del martes, tenga mayoría demócrata o republicana. Tal vez la ya mencionada subida de los tipos de interés del bono a diez años nos esté adelantando que el acceso de recursos financieros a largo plazo va a ser difícil y costoso.
Y todo eso nos devuelve a la pregunta de la semana pasada: ¿es sostenible el crecimiento si no es igual de expansivo el gasto público? ¿Es posible un crecimiento de los beneficios empresariales de dos dígitos si el PIB se desacelera? El informe de empleo americano del pasado viernes, con el peor dato de creación de empleo de la era Biden, bien es verdad que matizado por el impacto de la huelga de Boeing y de los huracanes, pone de nuevo sobre la mesa la cuestión de la sostenibilidad del crecimiento y de su impacto futuro en los resultados de las compañías.
Esta semana hay algunos datos macro como el ISM de servicios en Estados Unidos, las ventas minoristas de octubre en la zona euro y el sentimiento del consumidor de la Universidad de Michigan, y hay también muchos e importantes resultados, como los de Airbnb, Zalando, Arcelor, Unicredit, SMC (Super Micro Computer), Microchip Technologies, Qualcomm o Palantir, entre otras.
Pero los verdaderos platos fuertes son las elecciones americanas el martes 5 y la reunión de la Fed el miércoles 6, por ese orden. Y no cabe duda de que la sombra de un “worst case scenario” en las elecciones americanas, entendiendo por tal un empate técnico que mueva a los contendientes a poner en duda el resultado, sobrevuela los mercados.
Haya o no ese “worst case scenario” y haya o no “rally” post elecciones, los problemas de fondo que en octubre han reflejado tanto las Bolsas como los bonos seguirán ahí y su impacto en las Bolsas puede ser ordenado, pero es difícil que sea nulo. Tal vez, siguiendo el viejo consejo, cuando el dedo apunta a la luna, es mejor mirar a la luna y no al dedo.
Juan Carlos Ureta Domingo
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