Opinión

El Nasdaq lo intenta en solitario, sin mucha convicción

La idea por la que apostábamos la semana pasada de un compás de espera preelectoral y de una consolidación de las Bolsas en los altos niveles alcanzados tras su espectacular “rally” se ha demostrado acertada, en unas Bolsas que siguen mostrando una llamativa resistencia ante las malas noticias o ante los datos negativos.

La mala noticia ha sido, estos días, la subida de los tipos de interés de largo plazo. El bono del Tesoro americano a diez años (T bond), que a mediados de agosto estaba en un tipo de interés del 3,6%, cerró el viernes en el 4,24%, un tipo lejano aún del 4,7% del pasado abril, pero en todo caso inquietante, al coincidir justamente la subida de tipos largos con el inicio de las bajadas de los tipos cortos por parte de la Fed. La curva de tipos ha dejado de estar invertida en el plazo de dos años contra diez años, ya que el bono a 2 años está en el 4,1% frente al ya mencionado 4,24% del bono a diez años. En el caso de Alemania, la curva también ha dejado de estar invertida, ya que el tipo del bono a dos años está en el 2,15% y el de diez años (bund) en el 2,3%.

La “normalización” o aplanamiento de la curva no tendrían en sí mismas por qué ser malas, al revés, lo que muestra aparentemente es que los bonos de largo plazo no piensan que vaya a venir una recesión en Estados Unidos o en la zona euro, pero, de alguna manera, la perspectiva de que los tipos de interés de largo plazo sigan estando en niveles altos a pesar de la moderación de la inflación, no es buena para las empresas porque hace subir los tipos de financiación “reales” y castiga los resultados futuros. 

Precisamente los resultados empresariales son los que vienen dando soporte al espectacular movimiento alcista de las Bolsas, sobre todo de las americanas, no solo porque las cifras que se van publicando cumplen en general con las estimaciones, sino sobre todo porque el consenso de analistas proyecta una subida de los beneficios para las empresas americanas cotizadas del 14% en 2025 y del 11% en 2026. Lo cual justificaría los multiplicadores de beneficios (PER) a los que cotizan las Bolsas americanas, muy superiores a los de las europeas y más aún a los de la española.

Pero en los resultados empresariales estamos viendo datos mixtos. La semana pasada SAP y Tesla dieron muy buenas cifras, pero otras compañías como Kering, el conglomerado de lujo rival de LVMH, o Mercedes Benz, ambas muy afectadas por la caída de las ventas en China, no dieron buenas noticias, y tampoco las dio otra gran tecnológica norteamericana, IBM.

Además, si hacemos caso al FMI en sus previsiones de otoño publicadas la semana pasada, vamos a un crecimiento económico mediocre, del entorno del 3% a nivel global, con Europa creciendo al 1% y Estados Unidos al 2,5%, en un contexto de tensiones geopolíticas, de crecientes trabas al comercio internacional y de deuda pública disparada tanto en Estados Unidos como en Europa.

Entonces, la pregunta es: ¿es posible un crecimiento de los beneficios de dos dígitos si el PIB crece solo al 3%? La respuesta es que tal vez sí es posible, pero no para todas las compañías sino solo para algunas que sepan superar el entorno macro adverso. Hemos visto, por ejemplo, cómo esta última semana ha habido empresas con muy buenos números, como la alemana SAP, y a la vez otras empresas, como las de lujo Kering o L'Oréal han sufrido en sus cuentas la falta de crecimiento de China. También han sufrido la caída de las ventas en China Mercedes Benz y Porsche, que presentaron sus resultados la semana pasada con caídas respectivas de sus beneficios de un 54% y un 30%, respectivamente, respecto al año 2023. Esas divergencias no solo seguirán, sino que en nuestra opinión van a ir a más, y eso nos lleva a reafirmarnos en nuestra visión de la “K”, que tiene su proyección en la economía y en las Bolsas.

Pero no solo hay divergencias, sino que, además, como ya hemos dicho en algún comentario anterior, hay una especie de desplazamiento sucesivo del dinero desde unas compañías a otras, en función de los precios y de las noticias que vayan apareciendo. Tal vez eso explique el renacer de las grandes tecnológicas la semana pasada, al calor de los resultados de Tesla, un “revival” del que podemos preguntarnos si va a ser o no duradero. El Nasdaq logró el viernes, bien es verdad que de forma muy efímera, superar sus máximos históricos de todos los tiempos y en esa misma sesión del viernes Nvidia logró en algunos momentos, también efímeros, superar por segunda vez (la anterior fue a mediados de junio) a Apple como empresa más valiosa del mundo. 

Tras unos meses en los que parecía que íbamos a ver una rotación del dinero desde valores tecnológicos a valores más tradicionales, esta semana el juego ha empezado a cambiar, con los índices “tradicionales” en negativo y los de tecnología en positivo. El Russell 2000 de valores de pequeña capitalización ha caído un 3% en la semana, el Dow Jones un 2,7%, el S&P un 1% y el Eurostoxx un 0,9%, mientras que el Nasdaq ha logrado subir un 0,16%. En todo caso, como se ve, las ganancias semanales del Nasdaq han sido casi simbólicas y, además, muy movidas por la impresionante subida semanal del 22% de Tesla. A otras tecnológicas que han presentado sus cifras no les ha ido tan bien, por ejemplo a IBM, que se ha dejado un 7,5% en la semana tras presentar sus resultados trimestrales.

Cómo decíamos, la pregunta es si esta vuelta de las tecnológicas es sostenible, porque hay ciertos síntomas de fatiga y de desorientación, acentuados por la proximidad de las elecciones americanas. En principio, a las tecnológicas les vendría mejor que gane Trump, que ha elegido como vicepresidente a JD Vance, un exitoso inversor en “venture capital” muy respetado en Silicon Valley y que además cuenta con el apoyo muy explícito de Elon Musk, un icono del capitalismo innovador.

Esta próxima semana, las Bolsas entran de lleno en la fase preelectoral y, además, hay muchos resultados empresariales y todos muy interesantes, como los de los “big five” tecnológicos (Alphabet, Microsoft, Meta, Amazon y Apple), o como en Europa, los de los grandes Bancos (HSBC, BNP, ING, Santander, BBVA…) junto a otras muchas e importantes empresas, entre ellas, Exxon.

Junto a los resultados y junto a los impactos políticos de la recta final electoral, vuelve con fuerza la macroeconomía. Se publican el índice de confianza de la Conference Board, el PIB de la zona euro y de Estados Unidos del tercer trimestre, la inflación armonizada de octubre en la zona euro, el deflactor del consumo personal (PCE deflator) de septiembre en Estados Unidos, que es la medida de inflación que sigue la Fed, y para terminar la semana, el viernes 1 de noviembre se conocerán el informe de empleo americano de octubre y el ISM de manufacturas también de octubre. Será especialmente interesante ver si la inflación, como dicen algunos, no ha muerto sino que solo está descansando, o si por el contrario hay que darla ya por vencida.

Una semana tan llena de datos y de noticias es difícil que no sea una semana movida. Pero tal vez la expectativa electoral imponga una cierta parálisis en los mercados y, por ello, si tenemos que apostar por algo, lo haríamos, aun a riesgo de equivocarnos, por unas Bolsas consolidando en situación de compás de espera (“wait and see”), y en las que se va acumulando una cierta tensión que se liberará en uno u otro sentido tras las elecciones.



Juan Carlos Ureta Domingo
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