Aunque podía haber división de opiniones respecto al impacto económico de la llegada de Trump a la presidencia norteamericana, y aunque la pequeña corrección de la semana pasada en Wall Street podía hacer pensar que tal vez la segunda lectura de las Bolsas americanas tras la victoria de Trump había moderado algo la euforia inicial, lo cierto es que el S&P ha vuelto al optimismo total y está prácticamente otra vez en los 6000 puntos.
Y no solo eso, sino que, además, bancos de inversión importantes, como Goldman Sachs y Morgan Stanley apuntan ya al nivel de los 6.500 puntos para el 2025 y otras entidades como UBS o BMO apuntan a niveles incluso más altos, entre los 6.700 y los 7.000 puntos. En un ambiente de “happy twenties”, incluso analistas más bien negativos, como Savita Subramanian, de Bank of America, que creen que el S&P está sobrevalorado, al final lo que hacen es subir, como lo acaba de hacer Subramanian, el nivel objetivo del S&P desde los 5.400 puntos que tenía en marzo a los 6.000 puntos que propone ahora.
Pero el optimismo bursátil no se extiende más allá de las Bolsas americanas, en una especie de versión bursátil del MAGA (“Make America Great Again”). Parece como si en el mundo post Trump, el dinero solo tuviese ojos para las Bolsas americanas y olvidase por completo a las europeas. Más aún, cuando los PMI preliminares del mes de noviembre, que conocimos la semana pasada, apuntan a una economía europea a la baja (PMI compuesto de la zona euro 48,1 bajando del 50 anterior y en zona de contracción) y una economía norteamericana al alza (PMI compuesto 55,3 subiendo desde e54,1 anterior y en zona de expansión).
Esta última semana hemos visto cómo el Dow Jones ha ganado un 2% en las cinco sesiones, acabando el viernes en un nuevo máximo histórico de todos los tiempos, y cómo el S&P y el Nasdaq han subido ambos el 1,7% semanal. Por su lado, el índice de compañías de pequeña capitalización Russell 2000 ha ganado un 4,5% en la semana. Por el contrario, el Eurostoxx ha bajado un 0,1%, el Mib italiano un 2% y el Cac francés un 0,2%, y, en el caso de los índices europeos que suben, como el Ibex o el Dax alemán, las subidas se limitan al 0,18% para el Ibex y al 0,58% para el Dax. Si lo miramos en el acumulado anual, el escenario es incluso peor. El S&P sube un 25% en lo que va de año, mientras que el Eurostoxx sube tan solo un 5,9% y algún índice europeo importante como el Cac francés está en números rojos en el año, cayendo un 3,7% desde el uno de enero.
Las Bolsas replican así el “America first” y al replicarlo lo que hacen realmente es amplificarlo, porque si el dinero va a ir aún más de lo que ya ha ido a EE. UU. y va a dejar de venir a Europa, la brecha entre la economía norteamericana y la europea se hará más grande, al no llegar la tan necesaria inversión que reclama, entre otros, el informe Draghi. Abundando en consideraciones que ya hacíamos la semana pasada, la pregunta es si es posible el modelo de EE. UU. creciendo en solitario, mientras el resto de las economías retroceden. La respuesta es que parece difícil y que intentarlo tendrá su peaje en términos de inflación y de crecimiento, incluso para la economía norteamericana.
En todo caso, lo cierto es que las Bolsas norteamericanas han superado esta semana varias pruebas importantes.
La primera es la de los resultados de Walmart y de Nvidia. Ambos fueron buenos, pero la Bolsa recibió mejor los de Walmart, que superaron las estimaciones tanto en ingresos como en beneficios, permitiendo al gigante minorista cerrar el pasado viernes en su máximo histórico de todos los tiempos tras subir un 7,3% en la semana. El buen “guidance” que dio la compañía para el resto del año fue determinante para esa subida semanal. Los resultados de Nvidia fueron también muy buenos y también batieron las estimaciones de ingresos (que casi doblaron a los del pasado año) y de beneficios, pero la recepción de la Bolsa fue más fría, tal vez porque las proyecciones de futuro no son tan explosivas como pensaban los inversores. El optimista discurso del fundador y CEO de la compañía, Jensen Huang, respecto a la fortísima demanda de sus GPU (Blackwell y Hopper) y a una presunta revolución histórica en la computación que no ha hecho más que comenzar, no logró convencer al mercado y al final Nvidia ha quedado plana en la semana, aunque es verdad que a otras grandes tecnológicas, como Alphabet, que ha caído un 4,5% en la semana, les ha ido peor. Estamos ya al final de la temporada de publicación de resultados del tercer trimestre y al balance es bueno, pero no excelente y un poco mixto.
Una segunda prueba ha sido la tensión geopolítica creciente con los misiles de largo alcance. Es obvio que la Bolsa no da importancia a esa tensión y debemos pensar que tendrá sus motivos para hacerlo, posiblemente vinculados también al “efecto Trump” y a un próximo acuerdo para acabar con la guerra.
Y una tercera prueba es la subida del dólar, que ha llegado a traspasar el nivel de 1,05 con el euro. Es curioso porque la tesis era que Trump iba a hacer caer al dólar y está sucediendo todo lo contrario, salvo en relación con el bitcoin, que el viernes llegó casi a los cien mil dólares. La subida del dólar alivia las tensiones de inflación a Estados Unidos y, por tanto, permitirá a la Fed acelerar las bajadas de tipos, eliminando los temores que provocó Jerome Powell la semana pasada cuando dijo que la Fed no tiene prisa por bajar los tipos de interés. Pero un dólar fuerte complica la vida a las economías emergentes. El problema es que la inestabilidad geopolítica y la debilidad europea mueven al dinero hacia el dólar y hacia la economía norteamericana, algo tan poco deseable como inevitable.
En definitiva, las Bolsas americanas siguen celebrando la reflación de Trump, pero lo hacen en solitario, y el mundo y particularmente Europa siguen esperando, con la respiración contenida, para ver cuál es el verdadero alcance de esa reflación.
Esta semana el plato fuerte en Estados Unidos es el deflactor de consumo privado de octubre (PCE deflator), que se publica el miércoles y que se espera que repunte un poco. Pero se publicarán también las actas de la Fed, la segunda lectura del PIB del tercer trimestre y los datos de la confianza del consumidor de la Conference Board. En Europa se publica el IPC de noviembre tanto a nivel de la zona como en varios países.
Como decíamos la semana pasada, el mercado americano tiene inercia alcista y eso hace pensar en un fin de año tranquilo, más allá de las dudas que genera la “trumponomics” y más allá de la no sostenibilidad del modelo a largo plazo.
Juan Carlos Ureta Domingo
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