Tras haber empezado la semana con fortísimas caídas el pasado lunes (el S&P perdió un 1,2% ese día, su mayor caída este año), las Bolsas han logrado recomponerse solo en parte en las siguientes sesiones de esta primera semana completa de febrero. Las caídas del lunes obedecieron a los renovados temores de inestabilidad política en algunos países de la zona euro, sobre todo Italia y España, y la recuperación en las siguientes sesiones de la semana ha tenido su origen en algunos datos buenos de China y en el anuncio de algunas macro-operaciones corporativas, como la oferta lanzada sobre Dell o la de Liberty sobre Virgin Media.
Al final, la semana ha finalizado casi en tablas para las Bolsas americanas (ligeras subidas en el S&P 500 y en el Nasdaq y ligera bajada en el Dow Jones) y en las asiáticas (Nikkei y Kospi -0,3% y Shanghai Composite +0,5%) pero en la zona euro las caídas han sido fuertes, con el Eurostoxx 50 dejándose casi un 3% en la semana, el Mib italiano casi un 4% , el Cac francés más de un 3%, y el Dax un 2,3%. Curiosamente nuestro Ibex 35 solo ha caído un 0,7% en la semana pese a que, como antes decíamos, la inestabilidad política en España, derivada de los casos de corrupción, fue una de las causas de la tormenta en los mercados el lunes pasado.
El mal comportamiento semanal de las Bolsas de la zona euro muestra muy bien una de las novedades de este inicio de febrero en relación con el escenario que habíamos vivido desde el pasado septiembre, a saber, la vuelta de las preocupaciones en torno a los problemas de la zona euro, problemas que parecían haberse diluido tras el anuncio del BCE del 6 de septiembre garantizando, en cierto modo, los bonos periféricos. La proximidad de las elecciones italianas, cuyo resultado se prevé complicado, los persistentemente malos datos de paro y de actividad industrial de la economía española y la no muy buena evolución de los indicadores en la economía francesa, preocupan mucho, pero además en las últimas semanas se ha producido una fuerte subida del euro en los mercados de divisas, subida que tiene un impacto muy negativo precisamente para los países periféricos, cuya esperanza de reactivación se cifra en buena medida en la capacidad de exportar.
Así las cosas, el BCE, con Draghi a la cabeza, se ocupó el jueves de enfriar al euro, al aludir a los riesgos de crecimiento que se ciernen sobre la economía de la zona euro, dando a entender que el BCE adoptará una línea "blanda" en su política monetaria en los próximos meses, que algunos traducen en una bajada adicional de tipos y en más inyección de euros al mercado.
Sin embargo, más allá del efecto balsámico de las declaraciones de Draghi, lo que ponen de manifiesto los mercados es que los grandes problemas estructurales de la zona euro siguen ahí, no se han resuelto, y no los va a resolver el BCE porque van más allá de su capacidad de actuación.
El primer problema es el exceso de deuda en algunas economías y en algunos sistemas bancarios. La decisión adoptada esta semana por el Parlamento irlandés reestructurando la deuda derivada del rescate del Anglo Irish Bank, demuestra que los problemas de base financiera no los arregla el paso del tiempo, sino todo lo contrario, y que al final hay que hacer cirugía, es decir, reestructurar la deuda. Todo un aviso para otras situaciones similares, sean o no tan graves.
El segundo problema es la falta de avance en las reformas estructurales en las economías de la zona euro. No hay voluntad de hacer reformas profundas ni en el gasto público ni en el modelo social, un modelo que, según recordaba hace poco Merkel, supone el 50% del gasto social mundial para una población que es el 7% de la población mundial. Y es difícil crecer en un entorno de competencia global con la carga de un sector público sobredimensionado y de unos gastos sociales excesivos.
Finalmente, el tercer problema es que la zona euro sigue atascada en el necesario rediseño de su modelo de gobierno. Sabemos que el marco institucional actual ha saltado como consecuencia de la crisis, pero no hay una alternativa en el horizonte. Ni se avanza de forma decidida hacia eso que se llama los Estados Unidos de Europa, que implicaría cesión de soberanía, ni se va hacia una reversión de competencias a los diversos Estados, lo que seguramente llevaría también a un nuevo modelo para el euro.
Dado lo anterior, lo que sería raro es que no tengamos, de tarde en tarde, y por los más diversos motivos, nuevos episodios de turbulencia en la zona euro. Aunque al final no llegue la sangre al río, dados los mecanismos de solución de emergencias que se han ido poniendo encima de la mesa.
Si llegan esas turbulencias, en nuestra opinión tendrán también impacto en el resto de la economía global, un escenario que seguramente no están descontando el S&P 500 por encima de los 1.500 puntos o el Dow Jones a 14.000 puntos.
Si vemos los indicadores en su conjunto, el oro sigue cerca de los 1.700 dólares la onza, sin moverse mucho, el euro ha corregido al final de la semana de los 1,34 dólares, y el S&P ha finalizado de nuevo la semana por encima de los 1.500 puntos, pero en varias sesiones hemos visto caídas por debajo de ese nivel. En los dos bonos de alta calidad, el T bond americano y el bund alemán, los tipos de interés han bajado ligerísimamente, frenando así la tendencia que habíamos visto enero de bajada de sus precios y subida de sus rentabilidades.
Todo esto nos podría estar indicando que la llamada "gran rotación" de bonos hacia renta variable, sigue su curso, pero más lentamente, ya que los indicadores de la cautela inversora (oro, bund, T bond, dólar, Vix,....) muestran que la alegre confianza de principios de enero se va atemperando.
A corto plazo la continuidad en el rally alcista de enero depende de que el S&P sea capaz de situarse de forma clara y holgada por encima de los 1.500 puntos, algo que no es fácil, menos fácil aún con el petróleo de nuevo disparado, aunque sea posible.