Decíamos la semana pasada que las Bolsas van a ser mucho más dependientes, a partir de ahora, de los datos económicos y empresariales que se vayan publicando, y efectivamente han sido los datos publicados esta primera semana de abril los que han impulsado a las Bolsas, retrasando en el tiempo nuestra idea de que las Bolsas podrían ir perdiendo fuerza a medida que avance el segundo trimestre. De momento, lejos de perder fuerza, las Bolsas americanas han vuelto a situarse muy cerca de la zona de máximos históricos, tras subidas semanales del 2% para el S&P y el Dow Jones y del 2,7% para el Nasdaq.
Las restantes Bolsas no se han quedado, en esta ocasión, atrás. El Eurostoxx ha subido un 2,9% en la semana, el Dax un 4,2%, nuestro Ibex un 2,9% y el Nikkei un 2,8%. Pero la verdadera estrella tanto en la última semana como en el conjunto del primer trimestre ha sido la Bolsa china, con una subida semanal del Shanghai Composite del 5%, que lleva al índice a superar el 30% de revalorización en lo que va de año.
Y es que, efectivamente, tras un 2018 en el que la Bolsa china fue la peor del mundo, con una caída anual del Shanghai Composite cercana al 25%, la economía china parece estar respondiendo positivamente al contundente plan de estímulos fiscales puesto en marcha por el Gobierno y a la relajación por parte del Banco central chino (People's Bank of China) de los coeficientes bancarios y de las condiciones de concesión de crédito.
Esta última semana hemos podido comprobarlo con la publicación de los PMIs de manufacturas y de servicios elaborados por el grupo de medios Caixin y la agencia Markit. Ambos PMIs subieron en marzo, de forma inesperada, dando alas a unos inversores deseosos de salir del guion marcado por la desaceleración económica global. Los datos se han interpretado, además, como una señal anticipada de que las medidas de estímulo están funcionando y van a relanzar de nuevo a la economía china y a la economía global, cada vez más dependiente de lo que pase en China. El hecho de que el Brent haya superado de nuevo los 70 dólares/barril tiene mucho que ver con las buenas noticias que llegan de China y confirma que los inversores empiezan a vislumbrar el final de la desaceleración global y alejan el tan temido fantasma de la recesión.
En Estados Unidos y en Europa ha habido datos que también han acompañado a las buenas cifras chinas. El ISM de manufacturas norteamericano, publicado el pasado lunes, y la fuerte creación de nuevos puestos de trabajo que refleja el informe de empleo de marzo publicado el viernes han sido recibidos con gran optimismo por las Bolsas, y ha sido también muy positivo el dato de producción industrial alemana en febrero, por encima de lo esperado, que se publicó el viernes y compensó el mal dato de pedidos de fábrica que se había publicado el jueves.
Es verdad que ha habido otros datos no tan buenos, como el ya mencionado de pedidos de fábrica en Alemania o el ISM de servicios americano de marzo publicado el miércoles, que cayó a 56,1 puntos desde los 59,7 puntos de febrero, quedando por debajo de los 58 puntos esperados. O como el Informe Tankan publicado el pasado lunes por el Banco de Japón, que muestra una caída en la confianza empresarial. Pero en general los datos económicos suenan bien y alivian los temores de recesión y en todo caso los inversores ahora prefieren ver solo el lado optimista.
El FMI, que celebra su reunión de primavera esta semana en Washington, se ha unido, aunque con matices, al optimismo, y en un discurso pronunciado el pasado martes ante la Cámara de Comercio de Estados Unidos, la Directora General del FMI, Christine Lagarde, anunció "algún tipo de repunte en el crecimiento" aunque insistiendo en que el rebote será "precario" ya que hay elementos de incertidumbre. Lo llamativo es que Lagarde citase entre esos elementos de incertidumbre "la intranquilidad de los mercados financieros" y es llamativo porque pone de manifiesto cómo los "policy makers" y los Bancos Centrales ponen en el centro de sus objetivos conseguir la "tranquilidad" de los mercados financieros.
Si miramos la actuación de la Fed a lo largo de los últimos años, vemos que junto a los objetivos "oficiales" de favorecer el crecimiento económico y la estabilidad de precios, ha habido un objetivo adicional, muy claro en algunos momentos, el de sostener las cotizaciones de los activos. El ejemplo más reciente es el giro de la Fed tras el desplome de las Bolsas americanas en diciembre. Sostener a las Bolsas se ha convertido, de facto, en una de las misiones de los Bancos Centrales, se reconozca o no, y los inversores confían ciegamente en ese "put" de los Bancos centrales, lo cual hace todavía más necesario mantenerlo.
Llevando al límite esa función, el Banco de Japón lleva años comprando acciones en Bolsa y la pregunta es si el BCE, que se reúne el próximo miércoles, podría en un futuro, si las cosas se tuercen, comprar acciones cotizadas. La respuesta más segura es que sí lo hará, si lo considera necesario, o, como diría el presidente Draghi "if needed". Independientemente del tipo de economía en la que nos introduce este escenario, que nos saca de la economía de mercado en la forma en la que la conocemos, lo que sucede con este tipo de "intervencionismo" de los Bancos centrales es que se hace muy difícil al análisis fundamental de valor de los activos cotizados. Es algo que ya hemos visto en los bonos soberanos europeos, en los que el análisis de la calidad y solvencia de los diferentes Tesoros no vale para nada y lo que importa es que el BCE siga comprando bonos o prestando dinero a los Bancos para que los compren vía el LTRO.
Como decíamos la semana pasada, otra cosa bien diferente es preguntarnos si de verdad la Fed y los Bancos Centrales van a poder evitar, si llega, la recesión económica, pero de momento lo que sí parecen haber conseguido es diferir en el tiempo esa eventual recesión, es decir, "kick the can down the road".
Algo parecido pasa con las negociaciones comerciales en curso entre China y Estados Unidos. Es realmente muy dudoso que un acuerdo comercial entre ambos países vaya a resolver los problemas de fondo de la economía global. Pero ese análisis al final a nadie le importa demasiado, y lo que realmente importa, en este mundo de la "posverdad", en cuya práctica tanto Trump como el Gobierno chino son maestros consumados, es que haya, como sea, un acuerdo comercial, y por tanto lo habrá y será presentado como un éxito, lo sea o no.
Llega la temporada de resultados empresariales del primer trimestre. El próximo viernes presentan cifras dos grandes bancos americanos, JP Morgan y Wells Fargo, y tendremos ocasión de ver si la desaceleración global está ya dejando su huella en las cuentas de resultados. En esta ocasión las expectativas no son altas, más bien lo contrario, y por tanto, aunque salgan cifras moderadas podría no haber recortes significativos en las cotizaciones. Tenemos también en la semana la ya citada reunión de primavera del FMI en Washington y la reunión del BCE, que se adelanta al miércoles precisamente porque el jueves Draghi hablará en el FMI. Por el lado de la Fed, el miércoles se publican las actas de la última reunión, la del 20 de marzo, en la que la Fed fue incluso más allá de lo que se esperaba en el giro hacia políticas acomodaticias ("dovish") y a lo largo de la semana hablan varios miembros de su Consejo. En lo político, Theresa May buscará una nueva dilación del Brexit y Trump intentará seguir sorteando las consecuencias del por ahora secreto Informe Mueller.
En definitiva, confiados en la protección de la Fed y en los buenos datos de China, los inversores se han instalado de nuevo en la convicción de que todo va bien y de que, pase lo que pase, las Bolsas seguirán subiendo. Por el momento, apartarse de esa convicción (¿tal vez otra "posverdad"?) es equivocarse y perderse sustanciosas subidas, pero, dada la baja volatilidad y el bajo precio de las opciones, tal vez tomar algunas coberturas comprando opciones "put" sobre el S&P no sea una mala idea, aun sabiendo que tenemos altas probabilidades de perder la prima de ese "seguro".
Juan Carlos Ureta Domingo
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