Tras un octubre que ha sido malo para todas las Bolsas (S&P -6,9%, Eurostoxx -5,9%, Nikkei -9,1%, MSCI Emerging Markets -8,8%) y que en particular para las Bolsas americanas ha sido el peor mes desde la crisis financiera, noviembre se ha estrenado con un tono más positivo. Un tono positivo que, sin embargo, sigue acompañado de cierto nerviosismo, que se traduce en esos giros bruscos a los que aludíamos en el título de nuestro anterior comentario. Giros como el que vimos en Wall Street en la sesión de cierre del pasado viernes, una sesión que empezó bien pero que terminó al final con caídas, tras un movimiento de más de quinientos puntos del Dow Jones a lo largo de la sesión.
Ha continuado así la volatilidad de las últimas jornadas de octubre, una volatilidad que trasluce una cautela por parte de los inversores bastante alejada de la complacencia que dominó el ambiente bursátil, sobre todo el americano, hasta fines de septiembre. Pero, en su conjunto, la semana a caballo entre octubre y noviembre, se ha saldado con subidas para casi todas las Bolsas, subidas del entorno del 2,5% o superiores (Eurostoxx +2,5% en la semana, S&P +2,4%, Nasdaq +2,6%, Nikkei +5%), dando así cierto alivio a los inversores, un alivio muy necesario, como decíamos al terminar nuestro comentario hace siete días, para estabilizar los mercados y evitar una espiral de desánimo.
Los resultados han jugado un papel fundamental en las subidas de esta semana con numerosas compañías superando las estimaciones, como Coca Cola, Volkswagen, Santander, ING, o Telefónica, entre otras muchas, y con los resultados del nuevo test de estrés de la banca europea también ayudando, al mostrar en general una buena situación de capital y una aceptable capacidad para superar situaciones adversas de negocio en un sector, el de la banca europea, que ha sido muy castigado a nivel bursátil estos últimos meses.
Entre las tecnológicas, Facebook presentó el martes buenos números y, como comentábamos la semana pasada, esos buenos números sirvieron para impulsar su cotización, que había sufrido una corrección del 30% desde los máximos anuales de julio. Justamente lo contrario de lo que le pasó el viernes a Apple, que pese a ganar un 23% más que el pasado año cayó un 6,6% en la sesión de cierre semanal al decepcionar la evolución de las ventas de iPhone, básicamente estancadas en el último trimestre. A diferencia de Facebook, las acciones de Apple cotizaban cerca de sus máximos históricos antes de publicarse los resultados y, sin duda, hacían falta muy buenos números para mover la cotización al alza a partir de esos niveles.
Los inversores, por tanto, están premiando los buenos resultados solo cuando no habían sido ya descontados previamente en la cotización, caso, por ejemplo, de algunos Bancos europeos como el Santander (+6,5% en la semana) o ING (+10% en la semana) o de Telefónica (+7,4% en la semana), pero los reciben con mayor frialdad cuando, como en el caso de Apple, la cotización ya había descontado el mejor de los escenarios.
Todo ello dentro, como decíamos, de un fondo de cautela que viene impuesto por las señales cada vez más numerosas de que la economía global se está desacelerando. Así, el martes pasado supimos que el PIB de la zona euro creció un 0,2% en el tercer trimestre, el peor registro de los últimos cuatro años desde mediados de 2013, con la economía italiana, la tercera de la eurozona, totalmente parada (creció el 0%) y rozando la recesión. El Banco de Japón anunció el miércoles por la noche una rebaja de las previsiones tanto de crecimiento como de inflación, bien es verdad que muy ligera y, en lo que a China se refiere, el miércoles se publicó el PMI de manufacturas de octubre, con uno de los peores de los últimos años.
Solo la economía americana parece salvarse de esta desaceleración global. El informe de empleo de octubre publicado el viernes muestra una creación de puestos de trabajo mayor de la prevista, 250.000 nuevos empleos en octubre frente a los 190.000 previstos, y a la vez muestra que los salarios crecen al mayor ritmo en una década, más del 3%, lo que no se había visto desde 2009. Unas cifras que, sin embargo, no sirvieron para animar a las Bolsas americanas, seguramente porque la contrapartida de ese buen informe de empleo es que la Fed subirá tipos en diciembre, moviendo al dólar al alza y creando más problemas a las economías emergentes y en propia economía americana, que está cada día más endeudada.
Esto conecta directamente con lo que a nuestro juicio va a ser el gran tema bursátil de esta semana, las elecciones americanas del próximo martes (mid term) para renovar parcialmente el Congreso y el Senado, unas elecciones de las que dependen muchas más cosas de las que parece.
Trump personalmente se juega mucho ya que si los demócratas dominan el Congreso será más fácil que prospere un "impeachment" por la llamada trama rusa que investiga el fiscal Robert Mueller. No es de extrañar, por tanto, que el presidente americano se esté involucrando a fondo en la campaña y que el jueves pasado tratase de animar a las Bolsas con un tuit dando casi por sentado un acuerdo en la guerra comercial con China, acuerdo que luego varios miembros del equipo de Trump se encargaron de decir que está aún muy lejos de haberse alcanzado.
Pero no es solo un tema personal, es un tema que afecta de lleno a la economía y a las Bolsas. Trump ha creado un estilo muy propio, rompiendo el modelo multilateral dominante en el comercio internacional en las últimas décadas y apartándose de consensos como el del cambio climático o el del acuerdo con Irán. En lo doméstico Trump ha impulsado la economía a base de crear deuda, mucha deuda, llevando así al extremo, en contra de lo que afirmaba en su campaña electoral, un modelo que ya habían puesto en práctica los anteriores presidentes con el apoyo de la Fed. Trump ha hecho crecer de forma mucho más acelerada que cualquier otro presidente anterior la deuda pública americana, esa deuda que tanto criticaba cuando era candidato. Si entonces, en noviembre de 2016, la deuda pública estaba en torno a los 19 billones (millones de millones) de dólares ahora está ya en 21,7 billones (trillions), y subiendo a pasos acelerados como consecuencia del déficit provocado por la rebaja de impuestos y la elevación del gasto público.
Las Bolsas han celebrado ese modelo. Desde aquel lejano 8 de noviembre de 2016 en el que Trump ganó contra todo pronóstico las elecciones, el Dow Jones y el Nasdaq han subido un 25%. Esto no significa que las políticas de Trump sean acertadas, ni que vayan a tener un efecto positivo sobre la economía global a medio plazo. En nuestra opinión, el proteccionismo y el populismo de Trump, aun teniendo algunos elementos positivos, como la eliminación de la burocracia excesiva, van en una dirección profundamente equivocada, y no van a prosperar en un mundo global y digital como el del siglo XXI en el que el peso del PIB americano sobre el global es ya menos del 20%, y bajando cada año. La economía americana y las grandes corporaciones necesitan vender en los mercados del resto del mundo, incluidos los emergentes y si va mal el resto del mundo, América no irá bien.
En Europa también la política va a pasar a primera línea esta semana, ya que Bruselas debe dar respuesta al reto del gobierno italiano, que se niega a revisar los presupuestos rechazados por la Unión Europea.
Esta semana se publican diversos datos económicos, como los PMIs e ISMs de octubre de la zona euro y de EE.UU., y el informe de confianza del consumidor americano de noviembre que publica el viernes la Universidad de Michigan. Asimismo, continúa la presentación de resultados empresariales con nombres como Intesa San Paolo, BMW, Qualcomm, Société Générale, entre otros. Y se reúne la Fed, aunque no se espera nada relevante en la reunión. Pero a nuestro juicio, lo que de verdad tiene potencial para mover los mercados es lo que pase el martes en las elecciones americanas.
Siendo esto así, es difícil hacer un pronóstico sobre lo que pueda pasar en los mercados, pero lo deseable sería que continúe la estabilización de las Bolsas que hemos visto estos últimos días, aunque a medio plazo la desaceleración global y el entorno monetario de menos liquidez y tipos más altos mueven a pensar en un ajuste de valoraciones más profundo que el visto en octubre. Por ello seguiríamos apostando por valores defensivos cuyas cotizaciones no hayan subido demasiado el último año.
Juan Carlos Ureta Domingo
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