Diciembre ha empezado, a nivel bursátil, con un pequeño terremoto, y lo más paradójico es que el causante de ese terremoto ha sido, precisamente, Mario Draghi, considerado un maestro en el arte de manejar las expectativas y cuyas palabras siempre entusiasman a los mercados.
La explicación de esa aparente paradoja hay que buscarla en que tal vez no fue Mario Draghi el culpable de las fuertes bajadas de las Bolsas el pasado jueves, tras la decisión y la rueda de prensa del BCE, sino más bien sus colegas en el Consejo del BCE. Es decir, tal vez la decepción no fue provocada por la decisión del BCE, sino más bien por la sensación de que Draghi no va a ser capaz en el futuro de seguir con su "whatever it takes" porque empieza a tener una seria contestación dentro del Consejo del BCE. Contestación que llevó a varios miembros a oponerse a la ampliación del volumen de la inyección de sesenta mil millones de euros mensuales a los mercados de bonos que se viene haciendo desde el pasado enero.
Todo parece indicar que la feroz oposición del bloque de consejeros que lidera Jens Weidman, presidente del Bundesbank, hizo dar marcha atrás a Draghi de su propósito de subir la inyección mensual en unos viente mil o treinta mil millones adicionales. Un propósito que Draghi había insinuado en varias declaraciones al decir que la QE acordada en enero no estaba consiguiendo subir la inflación "core" en la zona euro, a pesar de que el crecimiento sí está empezando a repuntar en la zona. Esa insinuación, unida a las ya conocidas frases de Draghi (el BCE hará "whatever it takes" o "as much as needed") habían despertado una expectativa enorme en los mercados, como reconoció el propio vicepresidente del BCE, Víctor Constancio, y la decepción fue igualmente grande al percibir los inversores que Draghi no se había podido imponer.
Tal vez por eso el mismo viernes Draghi se ocupó, empleándose a fondo, en despejar esas dudas, y en una intervención en el Economic Club de Nueva York el viernes sacó de nuevo a relucir toda su ya conocida artillería verbal, asegurando que los instrumentos de los que dispone el BCE no tienen límites ("no particular limits") y que el programa de compra de bonos puede ser "recalibrado" sin dudarlo en cualquier momento si es necesario ("no doubt if needed").
La decepción con el BCE, pese a que amplió el programa de compras hasta marzo de 2017 y pese a que incluyó los bonos de ayuntamientos y regiones entre los activos a comprar, llevó a los mercados el jueves a movimientos muy extremos, sobre todo en las Bolsas europeas. Las caídas fueron importantes (el Dax, el Cac y el Eurostox cayeron un 3,6% en la sesión y en algunos momentos la caída se aproximó al 5%) y el euro experimentó su segunda mayor subida diaria de la historia frente al dólar ganando un 4% frente a la divisa americana tras la decisión del BCE y la conferencia de prensa. Igualmente los tipos del bund y de los restantes bonos soberanos de la zona euro subieron con fuerza.
Sin embargo el viernes, tras el buen dato de empleo americano de noviembre y, sobre todo, tras las palabras de Draghi en Nueva York, las Bolsas, sobre todo las americanas y también los futuros europeos que estaban todavía abiertos, recuperaron una parte de las pérdidas del día anterior y el dólar volvió a ganar posiciones frente al euro, moderándose también los tipos del bund y restantes bonos soberanos de la zona euro. Al final la semana se ha saldado con caídas del 4,5% o superiores para el Eurostoxx, el Dax y el Cac, y con descensos del entorno del 2% o algo inferiores para otras Bolsas europeas, y para el Nikkei y el MSCI Emerging Markets en dólares. Los tres grandes índices americanos, el Dow Jones, el S&P y el Nasdaq han logrado, sin embargo, superar la semana con ligerísimas ganancias apoyados por el buen dato de empleo que se publicó el viernes y por las palabras de Draghi en Nueva York el mismo viernes.
¿Cómo leer lo sucedido en una semana tan intensa y cuáles son las lecciones que nos deja?
La primera lección es que la eficacia de los Bancos Centrales empieza a ser menor. De hecho, el BCE el pasado jueves amplió notablemente el plazo de las compras de bonos, hasta marzo de 2017 e incluso hasta que la inflación se acerque al 2% y, además, incluyó en las compras los bonos de ayuntamientos y regiones. Pero el mercado quería más. Esto indica que las políticas de inyección de liquidez han creado una adicción excesiva y están llegando al límite de su eficacia. No se trata por tanto solo de que Draghi tenga contestación en su Consejo y de que por tanto no pueda hacer realidad sus deseos, sino de que, además, esos deseos en sí mismos no funcionan. No se trata de los límites de Draghi, sino de los límites de lo que Draghi representa, del "whatever it takes".
Unos límites que se perciben en las economías desarrolladas y en las emergentes. En la economía global lo que vemos es que el crecimiento no acaba de coger velocidad. Vemos signos coyunturales positivos como el magnífico dato de empleo de noviembre de la economía americana que conocimos el viernes pasado, o los PMI de la zona euro de noviembre, que no han sido malos, o el buen dato de pedidos de fábrica en noviembre en Alemania que se publicó también el viernes. Vemos también como el Bundesbank ha elevado su previsión de crecimiento en Alemania al 1,5% en el 2015 y al 1,8% en el 2016. Pero lo que nos llega de China y de otros emergentes no es bueno, Japón está de nuevo en recesión y EEUU va bien pero puede empezar a ir mal si el dólar sigue subiendo. De hecho los ISM de noviembre de la economía norteamericana, conocidos también esta semana pasada, no han sido buenos. El ISM de manufacturas lleva ya varios meses seguidos cayendo y en noviembre ha estado por debajo de 50, indicando contracción, y el ISM de servicios también estuvo por debajo de las estimaciones. Todo indica que el dólar fuerte está empezando a pasar factura.
La factura del dólar fuerte es aún más dura para las economías emergentes, que venden las materias primas a menor precio y deben pagar sus deudas en dólares más caros. Si el dólar sigue subiendo, habrá muy serios problemas para algunas economías emergentes.
Estas consideraciones han tenido que ver, sin duda, en la decisión del pasado jueves del BCE y seguramente pesen también en la decisión de la Fed el próximo día 16.
Si los mercados confían en que la QE2 de Draghi pueda compensar la desaceleración china tal vez se vean de nuevo defraudados en sus expectativas, y si Yellen piensa, como dijo el pasado miércoles en el Economic Club de Washington, que la economía norteamericana está preparada para una subida de tipos, a lo mejor podría llevarse también sorpresas. Por eso es por lo que la Fed hará solo una subida cosmética y se cuidará mucho de explicar que a partir de ahí va a esperar a ver qué pasa. De hecho Yellen tuvo que moderar sus palabras del miércoles en la comparecencia del jueves ante el Comité Económico Conjunto del Congreso americano, ante el que se cuidó muy mucho en afirmar que la subida de tipos será muy gradual y se hará a medida que lo permita la economía global.
Esta semana el foco va a ponerse en el consumidor americano ya que se publican las ventas minoristas de noviembre y el sentimiento del consumidor medido por la Universidad de Michigan. Se publica también, y es importante, la balanza comercial de China en noviembre, y el PIB final de Japón en el tercer trimestre que algunos esperan que saque a Japón de su quinta recesión.
Estos datos pueden mover el mercado pero lo más importante es ver cómo responden las Bolsas a los mensajes de Draghi el pasado viernes y a los mensajes que va a empezar a emitir la Fed preparando su decisión del 16 de diciembre. Lo normal es que los Bancos Centrales continúen apoyando a las Bolsas, por tanto de momento lo que cabe esperar es que tras la tempestad del jueves ahora venga la calma.
Pero el pequeño terremoto del jueves es otra señal de alerta y otra señal de que lo que cabe esperar de 2016 es una volatilidad creciente y episodios recurrentes como los vividos el pasado verano o está última semana.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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