La gran semana triunfal de Donald Trump ha quedado un poco ensombrecida, al final, por las caídas de las Bolsas en la sesión de cierre semanal del viernes, pero no cabe duda de que el actual inquilino de la Casa Blanca ha disfrutado de un inicio de febrero de ensueño.
La completa absolución de los cargos de abuso de poder y obstrucción de la justicia en el proceso de "impeachment", el pequeño desastre de los demócratas en las primarias en Iowa, la rebaja a la mitad por parte de China de un buen número de aranceles a productos americanos, la excelente creación de empleo en EE.UU. en enero, y, sobre todo, lo que más le gusta al presidente americano, los nuevos récords históricos en Wall Street, bien merecen esa ostentosa celebración de la que hizo gala Trump el pasado jueves en la Casa Blanca, con su peculiar y discutible estilo.
En lo que a las Bolsas se refiere, la remontada tras el "viernes negro" de la semana anterior ha sido impresionante, y no deja de sorprendernos, por más que estemos ya acostumbrados tras varios años en los que a cada recorte le sigue una subida mucho mayor, siendo también muy llamativa la fe ciega con la que los inversores vuelven a abrazar el riesgo. Casos como el de Tesla, que ha triplicado su cotización en pocos días acercándose en valor bursátil a Toyota, la automovilística más valiosa del mundo, cuando apenas acaba de salir de las pérdidas, nos recuerdan inevitablemente a algunas disparatadas valoraciones que veíamos hace veinte años en los tiempos de la burbuja "punto com".
Sin llegar a esos extremos, lo cierto es que el giro al alza ha sido generalizado, con subidas semanales en todas las Bolsas. El Eurostoxx ha subido un 4,3% en la semana, el Ibex un 4,7%, el Dax el 4,1%, el Mib italiano el 5,3%, el Nasdaq el 4,04%, el S&P el 3,2%, el Nikkei el 2,7% y el MSCI de Bolsas emergentes en dólares el 2,7%. La única excepción ha sido la Bolsa de Shanghai, que reabrió el lunes pasado con una caída del 8% tras las fiestas del nuevo año, y que tras recuperar algo los días restantes, al final ha cerrado la semana con un recorte del 3,8%.
Es interesante preguntarse por los factores que están detrás de ese brusco giro al alza de las Bolsas y que han contribuido a que la primera semana de febrero haya sido la mejor semana bursátil de los últimos meses.
En primer lugar, están los datos económicos. En Estados Unidos, el ISM de manufacturas de enero salió mejor de lo previsto superando los 50 puntos y el ISM de servicios quedó en 55,5, muy por encima de las expectativas. El informe de empleo, publicado el pasado viernes, arrojó una cifra de 225.000 empleos en enero, también muy por encima de lo previsto. Pero otros datos como los PMIs de manufacturas de Japón o Corea no han sido tan buenos. Tampoco ha sido bueno el PMI Caixin de servicios de China.
En resultados empresariales pasa lo mismo. En general han sido buenos, pero hay algunas excepciones. En tecnológicas, Alphabet-Google y Twitter han dado buenas cifras pero otras como Uber no, aunque al final el mercado premió las buenas expectativas de Uber para el 2020 en lugar de castigar sus pérdidas de 8.500 millones de dólares en el 2019. En banca europea hubo buenos números en general y también es verdad que las cotizaciones habían bajado demasiado. Algo parecido ha pasado en empresas como Arcelor, pero no así en Siemens, que perdió un 3% en la semana y cae ya un 7% en el año tras presentar malos números. En definitiva, las tecnológicas en EE.UU. y los Bancos en Europa han sido los motores alcistas.
Esos buenos datos han contribuido a las subidas de las Bolsas, junto al gesto de China bajando aranceles, algo obligado tras la firma de la fase uno del acuerdo, aunque las Bolsas sigan empeñadas en descontar muchas veces el mini acuerdo comercial con China, y junto a la completa exoneración de Trump en el "impeachment", algo también esperable dada la composición del Senado.
Pero realmente ha habido dos factores que, por encima de todos los demás, han hecho volar a las Bolsas esta primera semana de febrero. Esos dos factores son la información, o más bien la desinformación, sobre el desarrollo de la epidemia de coronavirus, que ha sido deliberadamente optimista hasta el viernes, y, por otro lado, las inyecciones de liquidez hechas por el People's Bank of China y de la Fed para intentar contrarrestar los efectos económicos de la epidemia.
El problema es que ambos factores son débiles. Tratar de ocultar información en una crisis sanitaria de esta naturaleza es una mala idea y conduce a la desconfianza. El viernes pasado se extendieron las protestas en China al saber que el médico que inicialmente alertó del coronavirus, y que fue represaliado por ello, fallecía a causa de la enfermedad. La sensación que flota en el ambiente es que no ha habido toda la transparencia exigible por parte de las autoridades chinas. En cuanto a utilizar la política monetaria para combatir las consecuencias económicas de la epidemia puede agradar a unas Bolsas que tras una década de expansión monetaria se han vuelto adictas al dinero barato, pero no va a evitar el impacto de la epidemia en la economía real. Una cosa es mover los mercados financieros y otra es reactivar la cadena económica rota por una crisis sanitaria tan grave.
El problema es que el coronavirus ya ha afectado de forma importante a las cadenas globales de producción y distribución, y así lo han reconocido compañías como Apple, y ya ha hecho daño al consumo y a la inversión no solo en China sino a nivel global. Si la epidemia se extiende el daño será mayor, pero ya en este momento, y sin que vaya a más, se descuenta un crecimiento plano en el primer trimestre en China, lo que llevaría a un crecimiento del 5% en el año, incluso contando con que luego haya recuperación, en lugar del 6% deseado. Ese sería un escenario benévolo, que puede ir a peor, ya que el efecto de una epidemia de este estilo es muy transversal en un mundo como el actual en el que las economías están muy entrelazadas. Trasversal en la extensión geográfica y transversal en la propagación sectorial.
Ese es el temor que asomó a los mercados el viernes por la tarde, tras conocerse algunos datos como el ya mencionado fallecimiento del médico que descubrió la epidemia, y ese es el temor con el que tendrán que lidiar los mercados esta segunda semana de febrero.
Estamos en mercados repletos de liquidez y muy movidos por la inversión pasiva, como los ETFs, un tipo de inversión que crea espirales alcistas cuando, como ha sido el caso hasta ahora, el dinero fluye hacia los activos de riesgo, pero que también las crea en sentido contrario. En febrero de 2018 y en diciembre de 2018 tuvimos ocasión de ver qué es lo que pasa cuando la espiral es a la baja, y ciertamente lo que vimos fue muy inquietante, aunque breve por la intervención rápida de los Bancos Centrales. Si se produjese una oleada de ventas por el coronavirus, la intervención monetaria sobre los mercados financieros podría no ser tan efectiva.
Esta semana hay datos en EE.UU. de ventas minoristas, inflación y producción industrial de enero, así como la confianza del consumidor de la Universidad de Michigan y en Europa tenemos el PIB del cuarto trimestre, entre otros datos interesantes. En China se publica la inflación de enero. Hay también algunos resultados interesantes como los de Cisco, Nvidia, Alibaba, Credit Suisse, Barclays, Nestlé o Softbank, entre otros muchos. Además, el presidente de la Fed, Jerome Powell, da su informe semianual al Congreso americano y hablan varios miembros de la Fed.
Pero los datos y los resultados que se están publicando ahora no integran todavía los efectos del coronavirus, que es lo que de verdad importa a los inversores, y por tanto lo que centrará la atención de los mercados son las noticias sobre la evolución de la epidemia, y, en este sentido, el cierre del pasado viernes no resulta muy tranquilizador.
Juan Carlos Ureta Domingo
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