La negociación comercial entre Estados Unidos y China y la nueva ronda de estímulos de los Bancos Centrales se han convertido, sin duda, en dos poderosos estímulos para los inversores, que han hecho olvidar, una semana más, algunas noticias económicas negativas que en otras circunstancias habrían pasado sin duda factura a las Bolsas.
Una buena prueba de ello la tuvimos en la sesión de cierre semanal del pasado viernes. Tras un comportamiento bastante negativo de las Bolsas asiáticas, con descensos del 1,1% para el Nikkei y del 1,4% para el Shanghai Composite, las Bolsas europeas y americanas subieron con fuerza (Dax +1,8% en la sesión, Dow Jones +1,74%) gracias a algunos comentarios de Benoit Courè, miembro del Consejo Ejecutivo del BCE, según los cuales el BCE podría estar analizando un nueva ronda de LTRO (financiación a largo plazo a la banca) y a algunas palabras positivas de Xi Jinping sobre la marcha de las negociaciones comerciales.
De esta forma, el Dow Jones y el Nasdaq han cerrado su octava semana consecutiva de alzas, y el S&P la séptima, pese al amago de recorte del jueves, tras la publicación de las ventas minoristas americanas de diciembre, que arrojaron el peor dato desde 2009, con una caída del 1,2% frente a la estimación de consenso, que esperaba una subida del 0,1%. La debilidad de las ventas minoristas en plena campaña navideña puede tener algún componente coyuntural, como el cierre ('shutdown') de la Administración americana o la fuerte caída de las Bolsas en diciembre, pero se enmarca en la tendencia de fondo de desaceleración del consumo, que se nota también en la evolución de los precios. El IPC americano cayó al 1,6% en enero, desde el 1,9% de diciembre, manteniéndose la inflación subyacente en el 2,2%. Claramente esa economía "caliente" de la que hablaba Trump en su discurso sobre el estado de la Unión no se traduce, por el momento, en presiones sobre la inflación.
Lo mismo sucede en China, donde el IPC de enero, publicado el viernes pasado, ha sido el 1,7%, por debajo de las estimaciones de consenso que apuntaban a un 1,9%, que fue precisamente la inflación de diciembre. Si pasamos a la principal economía europea, Alemania, el jueves pasado se publicaba el PIB del cuarto trimestre, con crecimiento cero, un dato que permite evitar la recesión en sentido técnico, pero que evidentemente es muy malo.
Pero las Bolsas han sorteado con holgura estos y otros problemas, como la nueva votación en contra de las propuestas de Theresa May en el Parlamento inglés el jueves pasado, o el descenso del índice de producción industrial americano en enero, del 0,6%, que es la primera caída en ocho meses, y que, de nuevo, supone una sorpresa frente a la estimación de consenso que preveía una subida del 0,1%. O la balanza comercial china de enero, que denota una fuerte subida de las exportaciones (+9%) pero una simultánea caída de las importaciones (-1,5%), algo bastante inquietante si marca una pauta a futuro.
Ha habido subidas semanales generalizadas, del 3% en el Dow Jones, del 2,5% en el S&P y el Nasdaq, del 3,4% en el Eurostoxx y del 2,7% en el Nikkei. Solo las emergentes se han quedado fuera de las subidas, con el MSCI de emergentes cediendo un 0,5% en dólares en la semana.
Los dos momentos estelares de la semana han sido el martes y el viernes, sobre todo el viernes. En ambos casos, como decíamos al principio, ha habido dos factores determinantes de las subidas, los rumores de una nueva ronda de financiación bancaria en Europa por parte del BCE y las noticias de avances en las negociaciones comerciales con China. El martes fue directamente Trump el que animó a las Bolsas al sugerir una prórroga en la aplicación de los nuevos aranceles si las negociaciones se prolongaban más allá de la fecha límite del 28 de febrero y el viernes tanto Trump como Xi Jinping se mostraron optimistas respecto al desenlace de las negociaciones. Como telón de fondo, también, los macro estímulos que el Gobierno chino y el People's Bank of China están poniendo en marcha para impulsar la alicaída economía del gigante asiático. Unos estímulos de los que Europa, y en particular Alemania, esperan mucho.
No deja de ser llamativo el impacto inmediato sobre las Bolsas de los avances en las negociaciones comerciales. Siendo cierto que terminar con la absurda guerra de aranceles es muy importante para evitar un deterioro aún mayor de la economía global, no es menos cierto que un acuerdo comercial, sea el que sea, no va a evitar la desaceleración en curso de la economía global, una desaceleración que tiene su base en factores muy de fondo vinculados al agotamiento del ciclo de crédito y del ciclo económico general. El ciclo ya ha durado mucho (si durase hasta el verano sería el más largo de la historia en EE.UU.) y salvo que pensemos que los ciclos se han acabado, su agotamiento es inevitable.
Pero es precisamente la convicción de que los ciclos se han acabado porque los Bancos Centrales son capaces de evitarlos la que mueve a muchos a pensar que la Fed saldrá al rescate una vez más y que tendrá éxito y logrará prolongar "sine die" el crecimiento. La convicción de que los banqueros centrales (ahora Powell, antes Yellen o Bernanke) tienen la capacidad de generar crecimiento imprimiendo dinero y bajando los tipos de interés hasta donde haga falta se ha instalado de manera muy firme en la ciudadanía y en los mercados financieros. Por eso suenan a música celestial los nuevos mensajes de Powell cuando dice que la Fed será "paciente" y sensible a la economía y a las caídas de las Bolsas.
Siendo esto así, la pregunta es ¿viene una nueva pata alcista en las Bolsas tras la subida de estas últimas semanas?
La tesis de esa nueva pata alcista que lleve a las Bolsas a nuevos máximos incluso superiores a los de 2018 parte de la premisa de que la Fed sustituya la reducción de su balance (QT) por una nueva expansión de balance (QE). Por dar algunos datos, la Fed expandió sus activos desde los novecientos mil millones de dólares que tenía en 2008 hasta los 4,3 billones ('trillions') de fines de 2014. La idea de la Fed era rebajar esos activos por debajo de los tres billones en un proceso gradual hasta el 2020. Pero esta última semana un miembro del Consejo de la Fed ha dicho que la reducción de activos podría parar en 2019, y los rumores son que la Fed podría reiniciar las compras de activos.
La pregunta es si esta vuelta a la QE es algo que hay que celebrar. Si los Bancos Centrales vuelven a la compra de activos es porque la economía no está bien, algo que no parece que sea para celebrar precisamente. El consejero del BCE, Benoit Couré fue muy claro al decir que si el BCE está estudiando una nueva ronda de LTRO es porque la desaceleración de la zona euro es peor (stronger and broader) de lo que se piensa.
Pero a los mercados parece agradarles la nueva barra libre de liquidez, sin profundizar en lo que hay detrás.
La pregunta es si esa complacencia de los inversores con una economía débil que obliga a volver a políticas monetarias expansivas va a durar. Subidas como las que hemos visto desde los mínimos de diciembre no es la primera vez que se producen. En el 2018, un año que finalmente, de enero a diciembre, terminó con un serio recorte de las Bolsas, el S&P subió un 14% entre abril y septiembre, alcanzando nuevos máximos históricos de todos los tiempos a fines de septiembre. Tras esa subida vinieron los recortes del cuarto trimestre, que llevaron a fines de diciembre a mínimos más bajos que los vistos en febrero y marzo. Por tanto, no hay que sacar una conclusión definitiva de este movimiento alcista de enero y febrero, aunque las alzas pueden continuar a corto plazo.
La posición que adopte la Fed va a ser determinante. La gran pregunta es si la Fed de Powell, que estrenó su mandato como el presidente de la normalización monetaria, va a volver a la "alquimia" de la QE y los tipos cero. Por eso esta semana, además de seguir el curso de las conversaciones comerciales con China, habrá que leer detenidamente las actas de la última reunión de la Fed, que se publican el miércoles, y escuchar las diversas comparecencias públicas de miembros del Consejo de la Fed, la mayor parte el viernes.
En la semana tendremos también algunos resultados empresariales, como los de Wal Mart y otras cadenas minoristas americanas, que son una muestra más de cómo está el tono del consumidor americano, y también los de HSBC, Barclays, Fresenius, Iberdrola o Glencore, entre otros. Hay además varios datos económicos interesantes, como los pedidos de bienes duraderos de diciembre en Estados Unidos, que se publican el jueves y nos dirán si la debilidad observada en los consumidores con el dato de ventas minoristas ha afectado también a este otro segmento.
Desde el punto de vista de los fundamentales (beneficios y multiplicadores) el S&P se sitúa tras las subidas en la parte alta del rango de precios y desde el punto de vista técnico está en una zona muy importante, algo por encima de la media móvil de las ultimas doscientas sesiones. Además, está muy cerca de los 2.800 puntos, un nivel que fue un muro infranqueable en los rebotes de octubre, noviembre y diciembre de 2018. Llegado a ese punto, el S&P deberá definirse o por una corrección, que parecía haber iniciado el jueves pasado tras el dato de ventas minoristas, o por una subida adicional.
¿Hacia dónde van a mirar los mercados? ¿Van a seguir celebrando la vuelta al dinero barato? Aunque así sea, ¿van a tener éxito los banqueros centrales en ese retorno a las políticas monetarias expansivas? ¿Van a lograr realmente reactivar la economía? Son preguntas que están en el aire mientras las Bolsas siguen avanzando. Pero hay una cierta sensación de que el proceso de ajuste de las Bolsas americanas no terminó el pasado diciembre, y todavía le quedan algunas fases de ajuste adicionales. Una sensación que sigue estando muy presente para algunos de los inversores más cualificados.
Si pensamos de esta forma, lo mejor es tener "paciencia", como diría la Fed, a la hora de tomar posiciones en las Bolsas, y esperar a que se den niveles de precios más atractivos.
Juan Carlos Ureta Domingo
Tel: 91 398 48 05 Email: online@renta4.es