Las Bolsas se han acostumbrado, en las últimas semanas, a ver con buenos ojos todas las noticias, vayan en una dirección o vayan en la contraria, y en este contexto no sorprende que el Dax y el S&P alcanzasen el pasado viernes nuevos máximos históricos de todos los tiempos.
Los PMI adelantados de febrero, que apuntan a un mejor tono en la zona euro y, sobre todo, la consecución de un acuerdo entre el Eurogrupo y Grecia, aunque sea transitorio, falto de detalles y condicionado a un plan de medidas que debe elaborar el nuevo Gobierno griego, han impulsado esos "récords", en una nueva semana, y ya van muchas, de ganancias en las Bolsas de la zona euro, ganancias que han sido algo menores en las plazas americanas y emergentes.
El Eurostoxx ha vuelto al nivel de los 3.500 puntos, un nivel no visto desde principios de 2008, antes de Lehman, y ha subido un 1,25% en la semana, acumulando ya el 11% de ganancia en lo que va de año. Mejor aún se han comportado la Bolsa italiana, con un 15% acumulado en el año, o la francesa, con un 13% o la alemana con un 12,7%. Frente a esas subidas, el S&P solo sube un 2,5% en el año y el Dow no llega ni al 2%, mientras el Nasdaq sube el 4,6% y el Nikkei el 5%. La ganancia del MSCI Emerging Markets en dólares de las Bolsas emergentes no llega al 3%.
Es obvio que en esta diferencia a favor de las Bolsas europeas tiene mucho que ver el peor comportamiento de las Bolsas europeas en los últimos años, pero también influye, y mucho, el lanzamiento por el BCE el pasado mes de enero de su programa de compra de bonos (QE). Ese lanzamiento ha acelerado la caída del euro y ha generalizado los tipos de interés negativos en bastantes emisiones de bonos de alta calidad. Las devaluaciones, y lo que algunos llaman guerra de divisas se han convertido, de facto, en un arma esencial para mejorar la posición competitiva de las diferentes economías, y esas devaluaciones van unidas a una carrera por mantener los tipos de interés de referencia lo más bajos posible, lo que ha movido a numerosos Bancos Centrales, en los menos de dos meses que llevamos de año, a bajar sus tasas de interés de referencia. Incluidos los Bancos centrales suizo, sueco, danés, australiano, canadiense o indio, por citar solo algunos.
De esta forma se auto alimenta un esquema en el que por un lado se busca el crecimiento y por otro se desea evitar la temida deflación. La pregunta es hasta dónde dará de sí el modelo, si tarda en llegar el crecimiento. La sensación es que los mecanismos monetarios están ya llegando a sus límites naturales, tras seis años de uso intensivo, y tras la extensión de la QE a la zona euro, y por tanto debería llegar pronto el crecimiento para que el modelo se justifique, aunque siempre queda la opción japonesa de seguir subiendo el volumen de dinero inyectado, sin aparente límite, a la espera de que al final la economía despegue.
Estas reflexiones tienen bastante que ver con alguno de los temas que hemos conocido los últimos días. Por un lado el Banco de Japón, en su reunión de la semana pasada, ha dejado las cosas como estaban, tras haber subido la inyección anual de yenes de 60 a 80 trillones el 30 de octubre de 2014. Es demasiado pronto para mover ficha otra vez, y los datos son mixtos. El lunes pasado supimos que Japón ha salido de la recesión en el cuarto trimestre del año pasado, pero los datos muestran una recuperación más floja de lo esperado. El PIB japonés creció el 2,2% entre octubre y diciembre, menos del 3,6% esperado y el consumidor japonés sigue sin animarse, basándose el tirón más en las exportaciones gracias al yen débil. Un escenario de dudas, por tanto.
Por otro lado, la publicación de las actas de la Fed ha mostrado como hay un debate intenso en el seno del Banco central americano, si bien la conclusión parece ser que la Fed podría esperar incluso todo el año para empezar a subir los tipos, ante una economía aún con dudas. De nuevo vemos dudas y, en parte, esas dudas vienen de la subida del dólar, que empieza a pasar factura a las cuentas de resultados de las empresas americanas y que podría empezar a afectar al crecimiento y al empleo. Algo que conecta directamente con las actuaciones del Banco de Japón y del BCE.
En definitiva, y tras la ralentización que vimos en el PIB americano del cuarto trimestre de 2014, ahora la expectativa mayor es que la zona euro despegue por fin, y en ese sentido, los PMI preliminares de febrero de la zona euro que ha publicado esta semana pasada Markit indican una aceleración de la actividad en la zona.
Y aquí también surgen incertidumbres, ya que esa incipiente reactivación de la zona euro podría verse alterada por la inestabilidad política cuyo foco más inmediato está en la situación de Grecia. El acuerdo del pasado viernes, que había venido precedido de numerosas filtraciones a lo largo de la semana que anticipaban ya esta solución, la de de dar nuevamente una patada hacia adelante, deja la sensación de que al final ha habido miedo de romper, y de que Alemania ha suavizado finalmente su postura, lo cual se refleja en las palabras de Merkel pronunciadas el viernes pasado en París, junto a Hollande, según las cuales hay que ayudar a los griegos para que permanezcan en el euro. Se pondrán condiciones duras a Grecia, que luego se cumplirán o no, pero de momento ha sido salvada una vez más, lo cual es ganar tranquilidad a corto a cambio de perder firmeza institucional a largo.
La semana entrante será muy intensa en noticias. Hay datos macroeconómicos como, en Estados Unidos, la revisión del PIB del cuarto trimestre, el IPC de enero, los PMI adelantados de febrero, el índice de la Fed de Chicago, el Case Shiller de precios de la vivienda y el índice de confianza de Michigan. En la zona euro, los IPC adelantados de Alemania y España, la encuesta IFO, y en China el PMI preliminar de manufacturas de febrero que publica HSBC, que podría quedar por debajo de 50 por tercer mes consecutivo.
Además Janet Yellen comparecerá el martes ante el Congreso y, por supuesto, seguiremos las evoluciones del nuevo acuerdo con Grecia, cuyos detalles deben completarse.
En definitiva, muchos datos, que se esperan por los mercados con un tono muy positivo, tras varias semanas seguidas de alzas. Pero también muchas dudas sobre la mesa, en un momento en el que el modelo de expansión cuantitativa de la base monetaria necesita empezar a ver sus frutos, y si no se ven corre el peligro de empezar a ser percibido como un gran fracaso, por lo menos en términos de crecimiento.
La renta variable, junto a la liquidez, es la única opción de inversión posible, y por tanto hay que seguir, por lo menos parcialmente, dentro, pero con una protección reforzada vía opciones. Esa sigue siendo nuestra posición preferida en unas Bolsas claramente sobrecompradas, sobre todo algunas europeas, pero muy apoyadas por la liquidez.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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