Es difícil encontrar una semana más llena de cifras redondas en los mercados que esta penúltima de junio que hemos vivido. El S&P ha subido un 2,3% en la semana y ha marcado su máximo histórico de todos los tiempos, el oro ha subido un 4% rompiendo al alza los 1.400 dólares la onza por primera vez desde 2013, el bono del Tesoro americano a diez años ha llegado en algún momento de la semana a un tipo de interés del 1,973%, rompiendo a la baja el 2% por primera vez desde noviembre de 2016, el petróleo ha ganado un 9% en la semana, su mayor ganancia semanal desde diciembre de 2016, y el dólar ha caído un 1,3% frente a la cesta de monedas de referencia, en su peor semana de 2019.
Además del S&P, también han subido con fuerza el Eurostoxx (+2,6% en la semana), el Dax (+2%) y el Shanghai Composite (+4,2%), quedando algo más rezagados otros como el Nikkei, que se ha tenido que conformar con una subida semanal del 0,67% y nuestro Ibex que ha subido un modesto 0,36% dado el fuerte peso de la banca en nuestro selectivo.
El común denominador de todos esos movimientos ha sido la constatación de que la Fed y el BCE están de nuevo en el modo "whatever it takes", es decir, no solo han dado marcha atrás en el endurecimiento monetario que habían iniciado en 2018, sino que, además, van a volver a hacer lo que haga falta para no dejar caer a la economía y para impulsar a los mercados al alza, aunque hasta el momento, como decíamos la semana pasada, lo necesario no ha sido del todo suficiente y precisamente por eso hay que seguir insistiendo.
El presidente del BCE, Mario Draghi, en su comparecencia en el simposio de Sintra el pasado martes lo dejó claro. El BCE no solo no va a subir los tipos, como ya había dicho en su última reunión de mayo, sino que los va a bajar aún más si hiciese falta, y hará lo que sea necesario para subir la inflación. Draghi se plegó de forma muy evidente al deseo de los mercados, que habían reaccionado mal tras la reunión de mayo, y que pedían al BCE una manifestación explícita de que va a bajar tipos, como así lo ha hecho en Sintra el presidente Draghi.
El miércoles la Fed acabó de rematar la faena al dejar claro que bajará los tipos de interés en julio, algo que el mercado ya descontaba con más de un 80% de probabilidad. Incluso un miembro de la Fed, James Bullard, pidió que la rebaja de tipos fuese ya en junio, toda una señal de por dónde van los tiros. La Fed, por tanto, ha perdido ya la famosa "paciencia" de la que venía haciendo gala, y ha pasado de decir que iba a ser paciente a la hora de subir los tipos, a decir que no va a tener la menor paciencia a la hora de bajarlos.
Como decíamos la semana pasada lo relevante no era tanto ver lo que decían Draghi o la Fed (lo que han dicho es lo que cabía esperar que dijeran) sino ver cómo reaccionaban los mercados. Y la reacción ha sido muy clara y nos dice que los inversores vuelven a ignorar los riesgos y lo fían todo al dinero barato. Al menos esa ha sido la primera reacción, a falta de una segunda lectura. Un claro indicador de ese nuevo amor por el riesgo de los inversores es la subida del bitcoin, que ha subido más de un 20% en la semana situándose de nuevo por encima de los 11.000 dólares. Aunque se ha querido ver a Facebook y su nueva moneda digital como la causa de esa subida, la verdad es que la iniciativa de Facebook no conecta más que muy indirectamente con el bitcoin, del que, en todo caso, la nueva moneda (Libra) que Facebook proyecta crear sería competidora, por lo que parece que lo que realmente ha pasado es que los inversores vuelven al modo "risk off" recordando mucho a lo que pasaba en enero de 2018.
Como ya hemos dicho en varias ocasiones, no deja de sorprendernos que los inversores se fijen solo en la parte positiva del giro de la Fed y no en la negativa. Si la Fed y el BCE se plantean una nueva ronda de estímulos monetarios es porque ven las cosas mal, es decir, porque su modelo, según el cual la bajada de tipos iba a reactivar la economía, no está funcionando. Entonces ¿hacia qué modelo vamos? No parece que vayamos hacia un modelo de crecimiento, sino de estancamiento en medio de una enorme masa de dinero barato. No deja de ser un escenario inquietante a medio plazo, pese a que a corto plazo genere un alivio a los mercados.
Lo más insólito que ha pasado este primer semestre que ya está a punto de terminar es el desplome de los tipos de interés de largo plazo. Junio ha supuesto un paso más en ese desplome, y como botón de muestra baste decir que el Tesoro alemán ha emitido la semana pasada bonos a 30 años al 0,26%. El T bond americano a diez años en el 2%, el bund alemán en el -0,3% por primera vez en su historia, y las primas de riesgo en niveles mínimos nos trasladan a un escenario que a algunos les puede tranquilizar pero que en el fondo es bastante preocupante, porque recuerda demasiado a todos los periodos previos a las grandes sacudidas de los mercados. Resulta incluso más desconcertante que, estando ya los tipos de interés tan bajos, los banqueros centrales nos digan que los van a bajar más, sin límite.
Ya no hay duda de que los tipos van a bajar ya. Seguir muy bajos. Las preguntas que ahora se hacen los gestores son: ¿bajará la Fed un 0,25% o un 0,50% en julio? ¿Estará el tipo del T bond a fin de año en el 1,50% o en el 2,50%? ¿Cuál será el spread de los bonos de alto riesgo: trescientos o cuatrocientos puntos básicos? Preguntas impensables en otras épocas, pero que hoy son las que ocupan a los gestores.
Trump también ha contribuido esta última semana a las subidas de las Bolsas. Su tuit del pasado martes diciendo que había hablado con Xi Jinping sugiriendo un acercamiento de posiciones de cara a su próximo encuentro en el G20 de Osaka, a celebrar el 28 y 29 de junio, calentó aún más a unas Bolsas deseosas siempre de noticias positivas. A lo que hay que añadir su cambio de posición en el tema de Irán, donde ha pasado en pocas horas de amenazar con un conflicto bélico contra Irán por su presunto ataque a dos petroleros, a quitar hierro al asunto y posponerlo "sine die". Un giro que ha tranquilizado mucho a las Bolsas, pese a que el petróleo no se dio por aludido y ha seguido subiendo durante la semana, como antes decíamos.
Con las Bolsas de nuevo en máximos, el plato fuerte del final de junio es la reunión del G20 en Osaka, con posible encuentro de Trump con Xi Jinping. En la reunión anterior, celebrada en Buenos Aires el 30 de noviembre y 1 de diciembre de 2018, también hubo encuentro entre Trump y Xi Jinping, pero, tras una primera reacción positiva de las Bolsas, vino luego una fuerte caída, que se vio amplificada tras la reunión de la Fed del 19 de diciembre. Esta vez hay bastantes diferencias. La primera es que el acuerdo chino norteamericano parece estar más avanzado. La segunda es que la Fed ha cambiado radicalmente su posición y ahora lejos de amenazar con subir tipos, lo que va a hacer en julio es bajarlos. No obstante, con Trump en escena siempre hay un posible lugar para las sorpresas de última hora.
Además de la reunión del G20 en Osaka, esta semana hablan de nuevo varios miembros de la Fed, incluido Powell, que habla el martes en Nueva York en un encuentro promovido por el Council on Foreign Relations. Ese mismo día hablan también John Williams, de la Fed de Nueva York, y James Bullard, de la Fed de San Luis. Este último fue partidario de bajar ya los tipos en la reunión de la semana pasada. Hay datos económicos como la inflación de la zona euro, el gasto de los consumidores americanos, que incluye el deflactor del PIB, tan seguido por la Fed o los pedidos de bienes duraderos, y la balanza por cuenta corriente de China del primer trimestre.
Los Bancos Centrales van a entrar en la enésima iteración de sus políticas monetarias no convencionales, convencidos de disponer de munición abundante, pese a haber gastado ya mucha. Tal vez tengan razón al decir que aún pueden hacer muchas cosas. La duda es si las cosas que van a hacer tendrán esta vez el efecto deseado, un efecto que hasta ahora no han conseguido del todo. Datos como la encuesta ZEW de confianza empresarial en Alemania, publicada la semana pasada, que arrojó un -21,2 frente a -5,7 esperado no parecen avalar una respuesta positiva.
Con los bonos a precios disparatados y con la opción de permanecer en liquidez muy penalizada en Europa por los tipos nominales negativos, el dinero se ve obligado a ir a la renta variable, pero la combinación de tipos de interés desplomándose y petróleo subiendo no parece sostenible, y debería llevar a las Bolsas a una mayor cautela a lo largo del verano.
Juan Carlos Ureta Domingo
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