Lejos de traernos la deseada calma en los mercados, la segunda semana de febrero ha sido casi la más convulsa en lo que llevamos de año. El resultado final de la semana no ha sido tan malo como amenazaba. Las caídas han sido inferiores al 5%, en general, en las Bolsas europeas, salvo el Ibex que cayó casi un 7%, y mucho más suaves en las americanas (S&P -0,8%, Dow -1,4%). El Nikkei por su lado ha recortado un 11%, muy afectado por la súbita fortaleza del yen (o debilidad del dólar, visto desde el ángulo opuesto) en una semana en la que las Bolsas chinas han estado cerradas por las celebraciones del "chinese new year" y en la que el MSCI de emergentes en dólares ha caído el 3,8%.
Los grandes ejes de una semana en la que de nuevo hemos podido percibir que las Bolsas han perdido su fe ciega en los Bancos Centrales han sido tres: los tipos negativos de interés y todo lo que conllevan, la banca europea, sujeta nuevamente a las dudas, y el petróleo, que amenaza con ir hacia los veinte dólares, pero que se recupera de forma fuerte cada vez que cae, como lo hizo el viernes en la jornada de cierre semanal con su subida en la sesión del 12%. Podríamos añadir un cuarto eje, la repentina debilidad del dólar, que debería ser un alivio dado que quita presión al yuan chino.
Todos estos ingredientes han dado como resultado, como decíamos, una semana súper convulsa, en la que no está claro si hemos visto ya o no la "capitulación" final de las Bolsas, o al menos la capitulación de algún sector como podrán ser el del petróleo o el de la banca europea.
Vayamos por partes.
Empezando por los tipos negativos de interés, la novedad esta semana, tras la decisión hace dos semanas del Banco de Japón de poner en negativo la remuneración que paga a los Bancos por sus depósitos, ha sido la declaración de Janet Yellen de que la Fed debería estar preparada para usar tipos negativos. Aunque Yellen no descartó una nueva subida de tipos por la Fed este año, dejó sin embargo la puerta abierta a los tipos negativos si la economía empeora. Lamentablemente, esa orientación es persistir en el enfoque equivocado, es decir, en tratar de estimular la economía real artificialmente a través de los mercados financieros.
No es de extrañar, por ello, que el jueves los mercados, y la banca en particular, se desplomasen tras las declaraciones de Yellen, pese al empeño que puso la presidenta de la Fed en ser extremadamente "dovish". Los mercados empiezan a entender que los tipos nominales negativos son una anomalía financiera y que nada bueno pueden traer. No arreglan ninguno de los problemas reales y, al ahondar en la mala asignación de recursos, crean, por contra, nuevos problemas. Entre ellos la erosión del negocio bancario, al destruir el margen financiero.
Destrozar a la banca tras haberla rescatado masivamente no parece una buena idea. Puestos a utilizar políticas monetarias radicales, sería mejor la fórmula del "helicopter money" de Friedman, es decir regalar dinero a los ciudadanos para que se lo gasten, de forma directa. Una fórmula cuya eficacia es dudosa pero que, por lo menos, no crea los efectos laterales nocivos de la QE y de los tipos negativos.
El segundo eje de la semana es, precisamente, la persistente crisis de la banca europea, afectada por una especie de nube tóxica que se va posando, sucesivamente, sobre uno u otro Banco de la zona euro y que no parece tener final. Si hace dos semanas fue la banca italiana, esta semana ha sido especialmente Deutsche Bank y, en menor medida, Societe Generale, quienes se han visto en el centro del huracán, aunque muchos otros Bancos, incluidos los españoles, se han visto también azotados por el fuerte temporal. A pesar de los logros conseguidos en la unión bancaria europea, la sensación es que los problemas de fondo (necesidad de capital, dificultad en la cuenta de resultados) siguen ahí y reaparecen una y otra vez.
El tercer eje es el petróleo, sometido de nuevo la semana pasada a grandes vaivenes. Da la impresión de que podemos estar viendo ya el suelo de la caída, o al menos estar muy cerca. Pero la lectura sigue siendo que la debilidad del crudo y de las materias primas indican una posible recesión global, y cada vez que cae el crudo las Bolsas se tensionan, con o sin razón.
El último de los datos a destacar en la semana es la debilidad del dólar, algo que no veíamos hace tiempo. En principio es un dato más positivo que negativo ya que quita presión a los emergentes y al yuan. Pero es muy inquietante la lectura de que tal vez la causa de la debilidad del dólar es la debilidad de la economía norteamericana, que incluso podría caer en una recesión. El dólar sería así, al igual que el petróleo, una señal de próxima recesión en EE.UU. La nueva fortaleza del oro, en máximos de doce meses, también iría en esta línea.
¿Qué cabe esperar para la semana?
A priori, esperaríamos una mayor calma a corto plazo, aunque sea por la sobreventa extrema de las Bolsas. Las Bolsas chinas, que han estado cerradas por las festividades del Nuevo Año, reabren, pero la caída del dólar debería quitarles presión. En cuanto a las americanas, que el lunes estarán cerradas, los futuros del S&P rompieron la pasada semana a la baja el nivel de los 1.880 puntos, y a partir de ahí cayeron con fuerza, como marcaba el guion. Pero el viernes rebotaron igualmente con fuerza en los 1.812 puntos que algunos ven como el nuevo nivel a vigilar. Cerraron en 1.858 y la clave ahora es si son o no capaces de romper de nuevo los 1.900 puntos.
El buen tono de cierre del viernes nos invita a cierto optimismo, con la subida del 12% en el crudo y con un ambiente menos tenso en las divisas, lo que permite pensar en un rebote en la segunda parte de febrero. Haya o no rebote, no tenemos que olvidar que estamos dentro de un ajuste estructural, de largo plazo, que llevará cierto tiempo.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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