El ligero retroceso de las Bolsas americanas en las dos últimas sesiones del año no empaña un año extraordinario, en el que el S&P ha conseguido setenta récords históricos y el Dow Jones cuarenta y cinco. Y tampoco empaña un magnífico diciembre que tras las dudas iniciales provocadas por el ómicron ha terminado con subidas del entorno del 5% o superiores para el S&P, el Dow Jones, el Eurostoxx, el Dax, el CAC, el MIB y el Ibex, rematando así un magnifico cuarto trimestre. Solo el Nasdaq se ha quedado atrás en diciembre, con una subida del 1,3%.
El S&P ha terminado 2021 doblando la cotización que tenía hace tan solo tres años, cuando el intento de normalización monetaria iniciado por la Fed terminó abruptamente. Nada más empezar 2019, Jerome Powell se vio obligado a cambiar su discurso tras una fuerte caída de las Bolsas en diciembre de 2018 que anticipaba una recesión en toda regla de la economía norteamericana, pasando la Fed de anunciar varias subidas de tipos de interés en el 2019 a bajarlos tres veces, alimentando así un rally bursátil que se vio aún más favorecido tras la expansión monetaria sin precedentes, una expansión descomunal desde todo punto de vista, que hizo la Fed a partir de marzo de 2020.
Tras la subida del 27% del S&P y del 21,4% del Nasdaq en el 2021 las Bolsas americanas acumulan ya tres años seguidos de ganancias de doble dígito, y lo que es más llamativo es que lo hacen en un entorno postpandémico, en el que no faltan elementos de inquietud. Uno de ellos es la inflación, que claramente se ha disparado y que no parece ser tan transitoria como querrían la Fed y el BCE. La inflación ha tardado en aparecer y ha hecho quedar mal durante mucho tiempo a los agoreros que la anunciaban, pero al final ha aparecido con una enorme fuerza.
Uno de esos agoreros ha sido Thomas Hoenig. En 2010 y 2011, hasta que dejó su puesto como presidente de la Fed de Kansas y miembro del Consejo de la Fed, Thomas Hoenig votó consistentemente en contra de la llamada expansión monetaria cuantitativa (quantitative easing) propuesta por Ben Bernanke, basada en aumentar el balance de la Fed para comprar bonos. Hoenig no creía que iniciar la llamada "quantitative easing" fuese una buena idea, ya que, bajo su punto de vista, esa expansión traería consigo primero inflación del precio de los activos, luego endeudamiento agresivo, y finalmente inflación de consumo, para dar paso finalmente al estancamiento económico. Hoenig fue hasta que dimitió el eterno "disidente" pero el tiempo le puede estar dando la razón y tal vez ahora estemos entrando en esa tercera fase de la elevada inflación de consumo, aunque las Bolsas y los mercados de bonos hayan decidido conscientemente hacer caso omiso de ese peligro potencial.
Estas Navidades ha tenido cierto éxito una película, "No mires arriba", en la que dos jóvenes científicos descubren que un meteorito se está acercando a la Tierra amenazando con impactarla en pocos meses. Sus alertas son recibidas con indiferencia e incluso con burlas por una población y por unos líderes políticos ocupados solo en el día a día, que no desean oír hablar de nada que les pueda estropear su plan para el fin de semana o su próxima campaña electoral. Nadie quiere mirar al cielo y ver el meteorito que se acerca. Esa parece ser la actitud hoy de los inversores, la de "no mirar hacia arriba", para evitar que los potenciales peligros estropeen la fiesta de los mercados.
Es cierto que los beneficios empresariales, que han sido muy buenos en el 2021, y el entorno de innovación tecnológica permanente dan soporte a una actitud positiva hacia el futuro, y en ese sentido la espectacular subida de las Bolsas tiene también su base en unos tipos de interés muy bajos y unos beneficios empresariales al alza, pero sorprende la absoluta indiferencia ante los riesgos potenciales que acechan a los mercados. El bono americano a diez años ha terminado el año en un tipo de interés del 1,5% con una inflación cercana al 7% en EE.UU. y algunos gestores apuestan ya por un S&P en los 5.500 puntos el año próximo, en un ambiente de optimismo en el que nadie quiere "mirar hacia arriba" por si acaso hay algo que estropea los planes.
Los inversores confían ciegamente en la Fed y en la revolución tecnológica y de hecho las grandes tecnológicas han tenido mucho que ver en la impresionante subida de las Bolsas estos últimos tres años. Por eso, a la hora de intentar prever lo que va a pasar en las Bolsas en el 2022, un ejercicio tan inútil como inevitable, es interesante preguntarse si ese reducido grupo de compañías que monopolizan las primeras posiciones por capitalización bursátil al finalizar el 2021 van a seguir aportando valor y tirando de las Bolsas hacia arriba. La respuesta simple es que sí, porque las megatendencias así lo avalan, pero también hay algunas señales de debilidad en las tecnológicas que conviene tener en cuenta.
En el 2021 las tecnológicas no han sido el sector líder en Bolsa, y de hecho el Nasdaq ha subido un 21,4% frente al 26,9% del S&P. En diciembre, como antes decíamos, el Nasdaq ha subido solo el 1,3% frente al 5,5% que ha subido el Dow Jones, en el que predominan empresas más tradicionales. Parece que todo apunta a una fase de madurez en las compañías tecnológicas y a un mayor sosiego en su comportamiento en Bolsa. Los Apple, Amazon, Google, Microsoft, Meta o Tesla continuarán ahí, como continuaron los "Nifty Fifty" en los años setenta del pasado siglo, o como ha continuado General Electric estos últimos veinte años, pero es difícil que sigan ganando terreno adicional en términos de capitalización bursátil, y esto, en nuestra opinión, es importante para los próximos años.
La evolución de las tecnológicas, la inflación y los beneficios empresariales van a ser probablemente los grandes temas del 2022 aunque hay otros muchos temas como las elecciones americanas de mitad de legislatura, en noviembre, y el XX Congreso del Partido Comunista chino, en octubre, por no hablar del rumbo que tome el nuevo gobierno alemán en relación con las políticas europeas.
Más allá de estas reflexiones de medio plazo, y a la espera de que las compañías empiecen a publicar sus cifras del cuarto trimestre, las Bolsas se enfrentan esta primera semana del 2022 a las actas de la última reunión de la Fed y al informe del empleo americano de diciembre.
Si tuviésemos que apostar por algo apostaríamos, aún a riesgo de equivocarnos, por un inicio tranquilo de un año en el que la renta variable seguirá siendo, aunque con más altibajos y tal vez con alguna corrección seria, el activo invertible por excelencia.
Juan Carlos Ureta Domingo
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