Opinión

Los beneficios y la guerra de las Bolsas


El para algunos sorprendente "rally" que están viviendo las Bolsas desde los mínimos de fines de marzo, que se prolonga ya por cuarto mes consecutivo en julio, ha encontrado esta semana un impulso inesperado en la Bolsa china. El Shanghai Composite iniciaba la semana el pasado lunes con un alza del 5,7%, tras algunos comentarios semioficiales aparecidos en medios de comunicación afines al Gobierno chino invitando a los ahorradores a colocar su dinero en la Bolsa.

Es verdad que esos comentarios aparecieron después de una serie de datos positivos sobre la economía china, como el PMI de servicios de junio, que se publicó el viernes 4 de julio y que tuvo la mayor subida mensual en una década, al situarse en 58,4 desde los 55 puntos de mayo. Es verdad también que todo apunta a que China va a dejar atrás los efectos de la pandemia antes y mejor que el resto de las economías, y que al menos aparentemente ha sabido gestionar bien su crisis sanitaria, mientras otros países, como Estados Unidos, siguen luchando por combatirla sin provocar daños importantes a la economía.

Pero, aun siendo verdad lo anterior, la subida de la Bolsa china esta última semana no deja de dar la impresión de ser un movimiento inducido desde los círculos oficiales, que a algunos les recuerda al que tuvo lugar a principios de 2015.

Como decíamos en nuestro anterior comentario, la magia de las finanzas es que las cosas suceden porque se cree que van a suceder, que es lo que lleva a las llamadas profecías autocumplidas. Una buena prueba de ello podría ser el comportamiento del Nasdaq y, ahora, el de los índices bursátiles chinos, con el Shanghai Composite a la cabeza. Si todos creen que los valores tecnológicos van a subir, esa profecía se autocumple y el Nasdaq seguirá subiendo. Lo mismo podría aplicarse a la Bolsa china.

Si esto fuese así, y no podemos afirmar que lo sea, pero tampoco podemos descartarlo completamente, hay que preguntarse por las razones que tendría el Gobierno chino para fomentar ahora una subida de sus Bolsas. Una razón sería fortalecer los ánimos internos ante las críticas internacionales por la situación de Hong Kong tras la aprobación de la ley de seguridad. Otra razón es responder a la enorme subida de las empresas tecnológicas americanas, que las dota de una potencia de fuego enorme, en detrimento de sus competidoras chinas. Finalmente, Xi Jinping quiere cumplir su promesa de avanzar hacia una sociedad próspera y acomodada de cara al centenario del Partido Comunista chino que se celebrará en 2021. Es una cita importante, en la que China incluso planea aterrizar con uno de sus vehículos espaciales en Marte, y a la que el Gobierno chino quiere llegar bien preparado.

En definitiva, si es obvio, como él mismo reconoce, que Trump ha vinculado estrechamente el éxito de su presidencia a la subida de Wall Street, hasta el punto de convertir cada nuevo máximo del S&P o del Dow Jones en un arma electoral, parece que también XI Jinping empieza a considerar a la Bolsa como un arma más, igual que la moneda o la tecnología, a utilizar en la guerra por el liderazgo global. Un arma poderosa porque una Bolsa fuerte da tanta o más capacidad de compra que una divisa fuerte, como bien saben las grandes multinacionales norteamericanas. Un arma que puede ayudar a China en su empeño por alcanzar el liderazgo global, sustituyendo a EE.UU. como potencia dominante.

La pregunta es hasta dónde pueden llegar el Nasdaq y el CSI 300 (índice que recoge las trescientas principales empresas que cotizan en Shanghai y Shenzhen) en su escalada. Hoy por hoy, las Bolsas chinas y el Nasdaq son las únicas Bolsas importantes que suben en lo que va de año. El Nasdaq sube un 18,3% desde el 1 de enero, y la verticalidad de la subida desde los mínimos de marzo es impresionante. Situaciones como la de Tesla o la de Square, la empresa de pagos digitales fundada por Jack Dorsey que ha más que triplicado desde marzo, y cuyo PER supera las 275 veces beneficios, mueven a algunos a pensar que estamos ante otra burbuja como la que estalló en el 2000, pero la mayoría de los analistas entiende que esta vez, a diferencia de lo que pasó entonces, las subidas sí están justificadas.

En cuanto al Shanghai Composite, sube un 10,9% desde enero tras haber avanzado un 7,3% esta última semana. Hay muchos comentarios escépticos con la subida, que en parte está basada en operadores cortoplacistas. Plataformas como WeChat y Weibo viven situaciones similares a las de Robin Hood con los inversores "retail" americanos. Como decíamos antes, muchos analistas asimilan la acción del Gobierno chino del pasado lunes a la que se produjo en 2015, cuando las autoridades oficiales animaron a los inversores minoristas a comprar acciones y la Bolsa subió muchísimo. El CSI llegó a superar los cinco mil puntos y ahora, tras la subida de esta semana, está por debajo de los cuatro mil. Aquella subida terminó mal, con un prolongado descenso que siguió a los máximos de verano de 2015, y que llevó al CSI 300 a perder la mitad de su valor a fines de 2018. Ahora muchos temen que pueda pasar lo mismo, pero la mayoría piensa, como en el caso del Nasdaq, que esta vez es diferente y que hay motivos sólidos para que la Bolsa china suba.

El pasado jueves el S&P dio un apoyo a los optimistas, al producirse una de las figuras técnicas más alcistas que se conocen, el llamado "cruce dorado" ('golden cross'), que tiene lugar cuando la media móvil de las últimas cincuenta sesiones cruza y supera al alza a la media móvil de las últimas doscientas sesiones. Eso es lo que ocurrió precisamente el pasado jueves y lo que lleva a los amantes del análisis técnico a pensar que tenemos por delante varios meses más al alza. Algunos comentaristas hablan ya incluso de los 4.000 puntos del S&P como objetivo a batir.

Como consecuencia de todo lo anterior estamos asistiendo, y probablemente Tesla sea el caso más revelador, a una auténtica y total aniquilación de los "cortos" (los tenedores de posiciones bajistas) a manos de los nuevos dueños del mercado, los alcistas que reman en una dirección que agrada mucho a los Gobiernos y a los Bancos Centrales, deseosos ambos, como es lógico, de transmitir tranquilidad y optimismo para compensar los efectos de la pandemia.

Esta semana entramos en la que según todos los pronósticos será la temporada de presentación de resultados peor de los últimos doce años, con nombres como JP Morgan, Citi, Wells Fargo, Goldman Sachs, Bank of America, Johnson & Johnson, Netflix o BlackRock dando sus cifras. Es verdad que los inversores mirarán más a las guías sobre el futuro ('guidance') que den las compañías, que a sus números actuales, pero no hay que olvidar que en torno al 40% de las empresas del S&P han renunciado a hacer previsiones dada la incertidumbre existente.

Junto a los resultados y junto a datos como el índice de confianza del consumidor de la Universidad de Michigan, seguiremos viendo los esfuerzos de Trump y del Gobierno chino por hacer de sus respectivas Bolsas un emblema y un símbolo de su buena gestión, y en el caso de Europa, además de la reunión del BCE, veremos si la canciller Merkel es capaz de sacar adelante el plan de reconstrucción europeo, el llamado Next Generation, un plan que podría generar un espacio para la vieja Europa en medio de la rivalidad entre China y Estados Unidos, pero que no parece tener aún consenso suficiente al menos en la versión que gustaría a los países del sur.

La primera semana completa de julio ha sido tranquila en las Bolsas (S&P +1,7%, Eurostoxx plano, Ibex -1,1%), con las ya mencionadas excepciones alcistas del Nasdaq (+4% en la semana) y del Shanghai Composite (+7,3% en la semana).

En principio, con un mercado lleno de liquidez y desesperado por encontrar retornos (el bono emitido por Austria a cien años al 0,8% se ha sobresuscrito ocho veces) pensaríamos en una nueva semana de tranquilidad, que es lo que parece querer todo el mundo.


Juan Carlos Ureta Domingo
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