Tal y como adelantábamos la semana pasada, las turbulencias en el sector bancario están poniendo a prueba el modelo de “ajuste ordenado” que hasta ahora habían venido teniendo tanto la economía como los mercados financieros. La irrupción en la escena de la crisis de una de las marcas más tradicionales de la banca, el gigante suizo Credit Suisse, que el pasado miércoles se desplomaba un 24% en la sesión tras anunciar su principal accionista, el Saudi National Bank, que no podía prestar más ayuda financiera al banco, ha golpeado de nuevo a un sector bancario europeo. Un sector que ya había sufrido la semana anterior el impacto indirecto de la intervención del Silicon Valley Bank, y que ha vuelto a despertar el fantasma de una crisis bancaria generalizada justo cuando la situación en Estados Unidos parecía encauzada.
Las caídas han sido más acentuadas en el caso de las entidades europeas (el índice sectorial de Bancos del Eurostoxx ha caído un 11,5% en la semana frente a la caída del 5,9% en el del S&P), extendiéndose de nuevo el temor a que la crisis económica derive en una crisis bancaria, algo que constituye una línea roja para los Bancos Centrales. El objetivo de evitar una crisis bancaria es, junto con el objetivo de evitar una crisis generalizada de deuda, clave para los Bancos Centrales, que se han propuesto la difícil tarea de desinflar el globo monetario que ellos mismos han inflado durante largos años, evitando que los inevitables daños colaterales sean excesivos, para conseguir así que el proceso de ajuste sea “ordenado”, no traumático.
Con ese telón de fondo, el BCE se ha enfrentado la semana pasada a un momento delicado, al coincidir la reunión en la que debían subir los tipos de interés, el pasado jueves, con la crisis del Credit Suisse. Lagarde hizo lo correcto, subir tipos un 0,5% como estaba pensado y a la vez asegurar que los Bancos que lo necesiten tendrán a su disposición la liquidez necesaria para solventar las situaciones que se puedan presentar. “No hay por qué elegir, dijo Lagarde, entre estabilidad financiera y estabilidad de precios. Subimos 50 puntos básicos para combatir la inflación y, de forma separada, estamos monitorizando las tensiones del mercado y estamos preparados para proporcionar cualquier tipo de ayuda adicional si fuera necesario”. La ayuda financiera por importe de cincuenta mil millones de francos suizos ofrecida ese mismo día por el Banco Central suizo (Swiss National Bank) al Credit Suisse fue, sin duda, un buen complemento de la decisión del BCE de subir los tipos un 0,5% y facilitó a Lagarde su mensaje a los mercados.
Pero, aunque sin duda el enfoque del BCE es el único posible, las dudas son inevitables. Los problemas del Silicon Valley Bank (SVB) y de Credit Suisse tienen algo en común, a saber, que surgen porque en el 2022 se inició un proceso de subida de los tipos de interés que ha tenido un impacto fuerte en el valor de los activos bancarios. Tanto en el valor de los bonos a largo plazo que tenía el SVB en su activo, como en los créditos e inversiones diversas que tiene Credit Suisse en su balance. El común denominador es que, como no podía ser de otra manera, la subida de tipos y la reducción de la liquidez, además de tener un impacto directo en la valoración de las carteras de bonos, contraen la economía y esa contracción crea morosidad en los créditos y deteriora el valor de las inversiones. Y si la inflación persiste, los Bancos Centrales deberían seguir subiendo los tipos de interés y eso crearía problemas adicionales en los balances bancarios. No se puede soplar y sorber al mismo tiempo.
"Los Bancos son el reflejo de algo más profundo, que es la contracción de la economía, una contracción inevitable si queremos reducir la inflación"
Los Bancos son, así, el reflejo de algo más profundo, que es la contracción de la economía, una contracción inevitable si queremos reducir la inflación. Ahora bien, el impacto en los balances bancarios no se distribuye por igual, varía en función de la mejor o peor gestión de su balance que cada Banco haya hecho. Los casos que ya han aflorado (SVB, Signature, First Republic Bank, Credit Suisse) son ejemplos de mala gestión de balance, y puede haber más casos. Pero la mayor parte de los Bancos gestionan adecuadamente sus balances y por eso, habrá también impacto, como es inevitable en un negocio tan vinculado al devenir de la economía como es la banca, pero el impacto es absorbible por unos Bancos en general muy bien capitalizados.
Por dar algunas cifras, según la Autoridad Bancaria Europea, los Bancos europeos tienen en su balance 3,1 billones de euros en bonos del Tesoro, de lo que casi el 60% están contabilizados a coste, es decir, tienen pérdidas latentes. Si estimamos dichas pérdidas en, por ejemplo, un 25% del valor de esa cartera a vencimiento, daría una cifra de algo menos de quinientos mil millones de euros, una cifra perfectamente absorbible por los Fondos propios del sistema bancario europeo en su conjunto. En EE. UU. el Fondo de Garantía de Depósitos (FDIC) estimaba en unos 620.000 millones las pérdidas latentes del conjunto de Bancos, de nuevo una cifra absorbible sin problemas por el capital de los Bancos americanos. Algo similar podría decirse a nivel global. Ahora bien, insistimos, la distribución no es igualitaria, y eso es lo que puede crear problemas para algunos Bancos en particular, aunque no para el conjunto del sistema.
En cualquier caso, como decíamos, el problema de fondo para los balances bancarios es la desaceleración económica, y eso conecta con las eventuales subidas futuras de tipos de interés. Diga lo que diga Lagarde y diga lo que diga el próximo miércoles Jerome Powell, los Bancos Centrales van a tener que moderar su subida de tipos hasta ver en qué medida las subidas ya realizadas impactan en la economía y en los balances bancarios. Es bien sabido que hay un desfase temporal entre las medidas monetarias y el impacto en la economía real, y los problemas que están aflorando ahora en algunos Bancos lo que nos anticipan es, precisamente, que el impacto está llegando ya y que puede ser fuerte. Por eso pensamos que la Fed subirá los tipos este miércoles, seguramente un 0,25%, pero que antes de otras subidas futuras se lo pensará y esperará a ver cómo finalizan las turbulencias en la banca y a ver cómo evolucionan la inflación y el crecimiento de la economía. El dilema puede venir, en el futuro, si la inflación sigue subiendo. Y no hay que olvidar que la inflación subyacente sigue muy alta; en la zona euro está en el 5,6%, nivel máximo histórico de todos los tiempos.
Al margen de lo anterior, hay dos cosas de la semana pasada que llaman la atención. Por un lado, la subida de las tecnológicas. El Nasdaq es el único índice bursátil que ha subido con fuerza en la semana, un 4,4% frente a caídas semanales del 3,9% en el Eurostoxx, del 2,9% en el Nikkei, del 2,6% en el Russell y del 0,15% en el Dow Jones. El S&P también ha subido en la semana, un 1,4%, pero básicamente por el empuje de las tecnológicas. Esa subida de las tecnológicas puede tener varias explicaciones, una de ellas la caída de los tipos de interés de largo plazo (el bono del Tesoro americano a diez años cerró el viernes en el 3,4%, cayendo desde los niveles superiores al 4% de principios de marzo) y otra, la estructura financiera de las tecnológicas, muy basada en capital y muy poco endeudada, lo que las hace menos sensibles a problemas bancarios. La buena noticia es que el contagio de la inestabilidad financiera a la economía real está siendo menor que en la crisis de 2008, seguramente porque la economía ha cambiado.
El otro tema que llama la atención es la fuerte subida del bitcoin, que este fin de semana ha superado los 28.000 dólares, lo cual es llamativo al tratarse de un activo considerado como de riesgo, que por tanto debería bajar en momentos de turbulencia. La explicación es doble, a nuestro juicio. Por un lado, el bitcoin se consolida como alternativa a las monedas “oficiales” (sobre todo al dólar) y, por tanto, sube al haber dudas sobre la banca, que firma parte de la generación de dinero fiduciario (“fiat”). Otra explicación adicional a la anterior, y que la complementa, es que dentro de las criptomonedas ha empezado el proceso de selección y el bitcoin se alza como la ganadora, la que va a quedar. La idea es que si no te fías del dinero oficial ni de los Bancos debes fiarte del bitcoin como alternativa, porque es la criptomoneda que va a quedar.
La compra de Credit Suisse por UBS nos ratifica en la idea, que expresábamos ya la semana pasada, de que el modelo de ajuste ordenado de la economía y de los mercados financieros va a continuar, y que la banca, en general, está preparada para absorber los impactos de la desaceleración económica y de la subida de tipos.
Por ello, esperaríamos una mayor tranquilidad de las Bolsas esta semana, apoyadas también por la reunión del miércoles de la Fed.
Juan Carlos Ureta Domingo
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