La persistente debilidad de las materias primas, con el petróleo dejándose un 12% en la semana, ha impedido que los mercados europeos se estabilicen tras las fuertes caídas de la semana anterior, provocadas por la decepción con las decisiones del BCE en su reunión del 3 de diciembre. Además, esta vez las Bolsas americanas se han sumado a los descensos y quizás lo más destacable de la semana, en términos bursátiles, sea el mal comportamiento de los índices americanos. Tras caer respectivamente un 3,2% y un 3,8% en la semana el Dow Jones y el S&P están ya en territorio negativo en el acumulado anual y peor aún es la situación del Russell que ha perdido un 5% en la semana y acumula un descenso del 6,7% en el año.
Las Bolsas europeas también han experimentado retrocesos semanales muy fuertes (-3,8% el Eurostoxx y el Dax, -4,4% el Ibex) si bien en general, salvo nuestro Ibex, desde uno de enero están en números negros, igual que el Nikkei japonés. El drama es mayor en las Bolsas emergentes, ya que el MSCI Emerging Markets en dólares, tras retroceder casi un 5% la semana pasada, acumula una pérdida anual del 19%.
La causa inmediata de las caídas ha estado, como decíamos, en las materias primas. En algunos comentarios anteriores, desde el pasado verano, venimos insistiendo en que el desplome en los precios de las materias primas, unido a la deuda en dólares de varias economías emergentes, crea un coctel de consecuencias bastante inquietantes. Otra forma de verlo es que en un mundo y en una economía que ya es global, va a ser imposible que las economías desarrolladas despeguen mientras las emergentes se hunden, y eso es precisamente, como hemos dicho en varias ocasiones, lo que complica aún más la ya de por sí difícil misión de la Fed de normalizar la política monetaria.
Tras diez billones (trillion) de dólares de inyección monetaria (QE) las Bolsas y los bonos han subido y los activos en general, incluidos los inmuebles, se han estabilizado. Pero no ha ocurrido lo mismo con las materias primas, que, por el contrario, se han hundido estos últimos cuatro años hasta tocar sus mínimos la semana pasada. Se habla mucho de la caída del petróleo, que ha sido de algo más del 60% desde los niveles de 100 dólares a los que cotizaba hace dos años, pero los desplomes en otras "commodities" han sido muy superiores, con el mineral de hierro cayendo más de un 75% desde máximos y el carbón un 90%.
Esta disociación en el comportamiento de los activos (y no hay que olvidar que hoy en día el petróleo y otras "commodities" son también activos financieros) es insostenible y una muestra clara la hemos tenido esta última semana. Anglo American destapaba el martes la caja de los truenos al anunciar recortes extraordinarios, casi agónicos, que dan un salto cualitativo en la reestructuración que viene haciendo desde 2013. La caída del crudo, que desde el martes al viernes ha estado marcando sucesivos mínimos de los últimos siete años, se encargó de completar la escena y así el martes vimos como algunas mineras volvían a las cotizaciones de fines de los noventa y como los índices de todas las Bolsas recortaban con fuerza. Una consecuencia lateral de todo esto ha sido la macro fusión entre Dow Chemical y DuPont anunciada el viernes.
A principios de 2015 la tesis que impulsó a las Bolsas europeas era que con petróleo barato y dinero barato la zona euro iba por fin a reactivarse, más aún si, como consecuencia de la QE acordada por el BCE el 22 de enero, el euro se depreciaba en los mercados de divisas, como así efectivamente sucedió. Hoy queda poco o nada de esa tesis. Ya no es bueno que baje el petróleo o que se hundan las materias primas. Al revés, la caída del petróleo no se ve, como tras la crisis de los setenta, como un indicador positivo, sino como una señal adelantada de una posible recesión deflacionaria. Algunos economistas recuerdan como en los años previos al crack de la Bolsa en 1929 y a la Gran Depresión de los años treinta cayeron los precios de las materias primas y lo mismo sucedió en la crisis de deuda de Latinoamérica en los 80, o en la crisis de Méjico de 1994 o del sureste asiático en 1997 o en Rusia en 1998. Por tanto lo que está pasando ahora no es del todo nuevo, aunque sea contra intuitivo que una bajada del petróleo pueda repercutir negativamente en las economías occidentales y en sus Bolsas.
Hay además en el entorno actual otro efecto perverso para la economía provocado por la caída de las materias primas. Hoy las "commodities" son un activo financiero más, sobre todo por la vía de los ETFs y es claro que una corrección de la magnitud de la que estamos viendo inquieta a los inversores y genera una contracción de expectativas en las familias y en las empresas. Se produce así justo el efecto contrario al efecto expansivo que normalmente sería lógico como consecuencia de la caída de los precios de las materias primas.
Por eso plantear hoy un "decouple" entre economías emergentes y economías desarrolladas es, sencillamente, imposible en un mundo global, aunque estemos aún en las fases iniciales de la auténtica globalización.
Esto es lo que complica las cosas a la Fed. El pasado 16 de noviembre titulábamos nuestro comentario semanal diciendo que "La economía y el entorno geopolítico complican las cosas a la Fed" y hoy bien podríamos decir que el colapso que están sufriendo las materias primas complica enormemente la decisión que el próximo jueves 16 debe adoptar la Fed, porque en medio de un crash de las materias primas no parece aconsejable ni siquiera una subida cosmética de los tipos de interés.
La Fed se juega mucho en este movimiento, ya que todo su esfuerzo de estabilización de los últimos años podría venirse abajo si la llamada "normalización" de la política monetaria se hace mal. En ese contexto, la primera tarea hoy de los Bancos Centrales debería ser, paradójicamente, poner suelo a la caída de las materias primas, porque si siguen cayendo la inquietud de los inversores y de los mercados irá a más y, por otro lado, si siguen bajando el crudo y otras "commodities" es imposible que la inflación suba a esos niveles cercanos al 2% que el BCE y los restantes Bancos Centrales desean.
Las contradicciones y los problemas de las famosas políticas monetarias no convencionales afloran así de forma violenta, y, aunque a nuestro juicio no sea lo deseable, es muy probable que la respuesta sea intensificar una vez más las inyecciones y las bajadas de tipos. Es verdad que esa respuesta tiene un problema serio, que son los tipos de interés nominales negativos generalizados en la zona euro. Los tipos nominales negativos son una patología financiera que no se había dado hasta ahora ni siquiera en Japón o en EEUU pero que se está produciendo en la zona euro, haciendo más difícil el trabajo del BCE y de la Fed.
Ante la hipótesis de un "agotamiento" del ciclo monetario de las QE y de los tipos cero lo normal es que los Bancos Centrales, lejos de dar pasos hacia atrás, respondan dando pasos hacia adelante.
Dentro de esa previsible respuesta de los Bancos Centrales el hecho de que la Fed deba hacer honor a sus promesas y empezar a subir tipos el próximo miércoles no deja de ser una incómoda coincidencia, que seguramente se resuelva, como hemos venido comentando, con una subida simbólica, cosmética, que incluso puede ir acompañada de alguna medida monetaria expansiva de tipo compensatorio.
China es otro de los permanentes focos de atención y el pasado viernes el anuncio de que el yuan debe tener como referencia no al dólar sino a una cesta de monedas inquietó mucho a los mercados, ya que se interpretó, seguramente con razón, como un deseo del Gobierno chino de que el yuan siga bajando. El sábado, con las Bolsas ya cerradas, hemos conocido dos datos de China que podrían dar algo de soporte a las Bolsas al iniciarse la semana. Por un lado, la producción industrial de noviembre, que ha subido un 6,2%, frente al 5,7% previsto. Por otro lado, las ventas minoristas de noviembre, que han subido el11,2%, ligeramente por encima del 11,1% previsto.
Como hemos dicho en otras ocasiones, y como dijimos claramente el pasado verano, la digestión de la "nueva normalidad" china, que conlleva una mayor devaluación del yuan, va a ser, en nuestra opinión, larga y pesada. Pero a veces el mercado está descontando un desplome, un colapso súbito en China, que tampoco parece que se vaya a producir, porque el Gobierno chino y el People´s Bank of China tienen todavía muchas armas para evitarlo.
Tras dos semanas sucesivas de caídas fuertes, el deterioro técnico de los principales índices bursátiles es muy grande, y lo más inquietante es que el S&P ha vuelto a chocar con los máximos anuales y, una vez más, no ha podido con ellos y ha retrocedido buscando soporte en los dos mil puntos.
A medio plazo, pensando en el 2016, esto podría augurar nuevos recortes, pero a más corto plazo lo que de verdad importa son los mensajes de la Fed el próximo miércoles y, aunque hay señales de agotamiento de su capacidad de influir sobre los mercados, lo que podríamos esperar es un ligero rebote, sobre todo si las materias primas y el crudo encuentran un cierto suelo.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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