En una semana llena de altibajos en las Bolsas, pero también llena de récords históricos para varios índices europeos y americanos, los inversores han seguido dudando entre prestar atención a problemas económicos tradicionales, como la inflación, el crecimiento o la delicada situación del sector inmobiliario no residencial en algunos países o, por el contrario, fijarse en la innovación y en su enorme potencial de creación de valor.
Por el lado de la economía tradicional, ha habido varios datos negativos en la semana, que han impactado en las Bolsas. El más importante ha sido la inflación americana de enero, publicada el pasado martes, que se esperaba bajase del 3,4% de diciembre al 2,9%, pero finalmente se quedó en el 3,1%. El mal dato fue ratificado el viernes por el índice de precios de producción (PPI), que también decepcionó al mercado al subir un 0,3% en enero (y si excluimos energía y alimentos, un 0,5%) en lugar del 0,1% previsto por el consenso del mercado. Ambos datos fueron mal recibidos por el mercado, especialmente el del IPC del martes, que llevó al Russell 2000 a caer casi un 4% en la sesión, al Nasdaq a perder casi el 2% y al S&P a perder el 1,37%.
Esas malas noticias en el plano de la inflación se han visto acompañadas esta vez por malas noticias en el plano del crecimiento. Las ventas minoristas de enero en Estados Unidos, que se publicaron el miércoles, cayeron un 0,8% siendo así que el consenso esperaba una caída de tan sólo el 0,3%. El viernes supimos también que el sentimiento de los consumidores americanos medido por la Universidad de Michigan, aunque no fue malo, quedó ligeramente por debajo de las estimaciones y que las expectativas de inflación de esos consumidores siguen ancladas en el 3%, es decir, son más bajas que hace un año, pero no acaban de ver el 2% que desea la Fed, lo cual puede retraer el consumo, que hoy por hoy es la base del crecimiento del PIB en Estados Unidos.
En Japón, el viernes supimos que su economía ha entrado en recesión técnica tras bajar el PIB japonés los dos últimos trimestres de 2023. Es verdad que en el conjunto del año el PIB sube el 1,9%, pero en el cuarto trimestre ha bajado el 0,1% tras bajar el 0,8% en el tercer trimestre. El PIB nominal de Japón queda ya por debajo del de Alemania, a pesar de que la economía alemana también está estancada, debido a la fuerte caída del yen.
Esas malas noticias económicas, tanto en la inflación como en el crecimiento, tuvieron su impacto en el mercado, sobre todo, como decíamos, en la sesión del martes, pero el impacto negativo se vio más que compensado, una vez más, por la fascinación que genera la tecnología y muy especialmente la inteligencia artificial. De nuevo, el empuje de valores como Nvidia, que ha superado la semana pasada en valor bursátil tanto a Alphabet como a Amazon, convirtiéndose ya en la tercera compañía cotizada más valiosa de Estados Unidos, y de otros valores como Applied Materials, que subió el miércoles “after hours” un 12% tras presentar sus resultados, ha impulsado al mercado en su conjunto, aunque al final las Bolsas americanas no han podido evitar ligeras pérdidas semanales, que rompen una racha de cinco semanas consecutivas al alza. En la semana, el Eurostoxx ha subido el 1% y el Russell 2000 ha subido el 1,1%, pero el Dow ha bajado un 0,1% en la semana, el S&P el 0,4% y el Nasdaq un 1,3%.
Pero lo más llamativo de la semana es la sucesión de nuevos récords históricos. El Dow Jones batió su récord histórico el pasado lunes, cerrando en 38.797,38 puntos, el S&P hizo lo mismo el jueves cerrando en 5.036,79 puntos, el Stoxx 600 cerró el pasado viernes en máximos históricos de todos los tiempos (491,59 puntos), el Dax alemán también al cerrar en 17.117,44 puntos y, asimismo, el CAC francés cerró el viernes con récord histórico en 7.768,18 puntos. La complacencia y el apetito por el riesgo están en máximos y otro indicador en ese sentido es el bitcoin, que de nuevo ha llegado a superar los 52.000 dólares (en octubre estaba por debajo de 30.000 dólares).
Esta sucesión de récords es todavía más impresionante en medio de una notable incertidumbre geopolítica y justo en la semana en la que las noticias sobre inflación han sido malas y las noticias sobre el crecimiento no han sido buenas. La única explicación, a nuestro modo de ver, es que los inversores están primando por encima de cualquier otro aspecto la innovación, convencidos de que va a crear mucho valor futuro y de que ese crecimiento eliminará las actuales preocupaciones. La fascinación que produce ese futuro perfecto guiado por la inteligencia artificial hace superar con creces el temor que puedan provocar los problemas económicos tradicionales, agravados por un entorno geopolítico no demasiado tranquilizador. Y eso explica que, por ejemplo, Nvidia cotice con un multiplicador de beneficios (PER) de 96 veces.
Este tipo de situaciones en las que un puñado de valores toma el liderazgo del mercado y ejerce una fascinación total sobre los inversores no es nuevo. En esta ocasión son los “siete magníficos” de 2023 y su derivada de los llamados “MNM”, es decir de Microsoft, Nvidia y Meta como compañías mÁs representativas de la inteligencia artificial generativa, pero en los setenta fueron los “Nifty Fifty”, en 1999 las “puntocom” y en 2021 las llamadas FAANG. En todos estos casos ese pequeño grupo de compañías cotizaba a un múltiplo de beneficios (PER) mucho más elevado que el resto de las empresas, un PER superior a 50 veces en el caso de las “Nifty Fifty” y superior a 60 veces beneficios en el caso de las “puntocom” y de las FAANG. Los “siete magníficos” cotizan a un PER superior a 40 veces beneficios, y alguno de ellos como la ya mencionada Nvidia, casi a 100 veces beneficios.
En todos estos casos ese grupo de compañías que parecían imbatibles acabó bajando a niveles de valoración más razonables. Un ejemplo es Cisco Systems, que a fines de 1999 en plena burbuja de las “puntocom” llegó a valer 267 mil millones de dólares, lo que la convirtió en la empresa más valiosa del mundo, por encima de Microsoft, iniciando luego una brusca caída de casi el 80% de su valor. Aunque desde 2002 inició una lenta pero sólida recuperación, su valor actual en Bolsa es de 197 mil millones de dólares, lejos aún de su valor máximo en 1999.
La pregunta es si ahora pasará lo mismo o si estamos sólo ante una revolución tecnológica tan espectacular que lo que vemos es sólo el principio de una larga e importante subida. En definitiva, ¿van a despertar los mercados bruscamente del escenario casi perfecto en el que viven? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que hay muchos candidatos a estropear ese dulce sueño.
Uno de ellos, a nuestro juicio el más relevante, es el tipo de interés del bono del Tesoro americano a 10 años (T bond), que el viernes cerró en el 4,28%. No es todavía el 5% que alcanzó el pasado octubre, pero va camino, y tal vez lo que debamos leer es que los mercados de bonos se están anticipando, una vez más, a los riesgos de forma más realista que los mercados de acciones.
Esta semana hay varias referencias interesantes. Se publican las actas de la última reunión de la Fed y se publican también los PMIs preliminares de febrero. En resultados empresariales se publican, entre otras compañías, los de Nvidia, que recibe sus cifras con una subida del 46% desde el uno de enero y tras haber sobrepasado en capitalización a Alphabet, y los de Palo Alto Networks y las grandes cadenas minoristas Walmart y Home Depot, que nos darán una idea de la situación del consumidor norteamericano.
El optimismo de los inversores ha caído un poco, pero sigue en niveles altos. Según la encuesta de la American Association of Individual Investors (AAII), el sentimiento alcista ha bajado esta semana al 42,2% desde el 49% de la semana previa, pero todavía está muy por encima de la media histórica del 37,5% y lleva ya quince semanas por encima de esa media.
Si tuviésemos que apostar por algo, pensaríamos, aun a riesgo de equivocarnos, en una nueva semana de altibajos, que evidencian la creciente dificultad de las Bolsas para seguir avanzando. Una semana en la que los inversores seguirán debatiéndose entre el brillante futuro a largo plazo propiciado por la innovación tecnológica y los numerosos problemas que amenazan a corto plazo con deteriorar el ambiente de la economía y de los mercados.
Juan Carlos Ureta Domingo
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