Agosto se ha convertido así en el peor mes del año, en términos generales, para las Bolsas globales. Los otros dos meses “malos” han sido febrero y mayo, pero en esos meses las caídas no fueron tan generalizadas, ya que en febrero las Bolsas americanas bajaron, pero las europeas subieron y en mayo sucedió lo contrario, las Bolsas europeas bajaron, pero las americanas, salvo el Dow Jones, subieron.
Ese mal comportamiento de las Bolsas en agosto es, en principio, coherente con las noticias que hemos ido conociendo a lo largo del mes tanto en lo que se refiere al crecimiento como en lo que se refiere a la inflación.
Empezando por el crecimiento, China ha confirmado su debilidad, como se vio en la balanza comercial de julio con caída de las exportaciones y de las importaciones. La crisis parece descontrolada en el sector inmobiliario, donde a los problemas de Evergrande, que cayó el pasado lunes un 80% en su regreso a la cotización, se suman los de otras promotoras mayores en tamaño, como Country Garden, entre otras. Además, el pasado jueves supimos que la actividad manufacturera se ha contraído en agosto por quinto mes consecutivo. Habrá que ver el efecto de las medidas monetarias que está tomando el Banco Central (People’s Bank of China), las últimas el pasado viernes, para apuntalar al mercado inmobiliario y al yuan, pero de momento, aunque sin llegar a pensar que, como dice Biden, la economía china es una “bomba de relojería”, la impresión clara es que su crecimiento estará bastante tiempo por debajo del 5%.
En Europa las actas de la última reunión del BCE, publicadas el pasado jueves, muestran que varios miembros de su Consejo ven la economía de la zona más débil de lo que se preveía y están preocupados por un posible escenario de estanflación. Y en EE. UU. el crecimiento del PIB en el segundo trimestre se ha limitado al 0,5%, lo que representa un ritmo de expansión similar al de los tres primeros meses de 2023 y una décima menos de la estimación preliminar, quedando por debajo de lo previsto por el mercado y también de la primera estimación oficial.
En cuanto a la inflación, el jueves supimos que en la zona euro se mantiene en agosto en el 5,3% y en Estados Unidos en el 3,3%, en ambos casos con ligeras subidas que nos recuerdan que la “última milla” para llegar al 2% va a ser difícil. El repunte del petróleo, que tras el anuncio de Rusia de volver a recortar la producción cerró el viernes en 86 dólares para el crudo ligero y en casi 89 dólares para el Brent, no augura nada bueno, y la iniciativa de China de promover un grupo BRICS ampliado que controla un buen porcentaje de las materias primas críticas tampoco es tranquilizador.
Todo lo anterior explicaría la debilidad bursátil de agosto, pero como decíamos al principio, las Bolsas han acabado agosto con buen tono, con el Eurostoxx subiendo el 1,1% en la semana, el Dow Jones el 1,4%, el S&P el 2,5%, el Nasdaq el 3,2% y el Nikkei el 3,4%. Básicamente, el motivo han sido las malas noticias. La idea de nuevo es que “bad news” son “good news”, porque la debilidad económica llevará a la Fed y al BCE a bajar tipos y a volver a políticas monetarias expansivas.
El informe de empleo americano de agosto, que se publicó el pasado viernes, es un buen ejemplo. El paro subió al 3,8%, pese a que se crearon 187.000 nuevos empleos en el mes, porque han llegado más personas al mercado laboral, y porque se han revisado a la baja en unos 110.000 puestos de trabajo las cifras de creación de empleo de junio y julio. A la vez, los salarios por hora subieron un 4,2%, menos del 4,4% previsto, y esto se ve como una muestra de debilidad del mercado laboral. La conclusión es que esa debilidad es “Fed friendly” y llevará a las bajadas de tipos.
El mercado de bonos parece tener la misma visión, ya que el tipo de interés del bono americano del Tesoro a diez años (T bond) cerró el viernes en 4,18%, muy por debajo del 4,35% de hace pocos días. Recordemos que algunos analistas apostaban por un tipo del 5% dentro de ese “mundo del 5%” que comentábamos hace dos semanas. El tipo del bono a dos años también ha caído desde los máximos de 5,05% que alcanzó en agosto hasta el 4,87% al que cerró el viernes.
Los resultados empresariales, con la temporada de presentación ya terminando, han ayudado a ese tono optimista de las Bolsas. A falta de muy pocas compañías por reportar sus cifras, los beneficios de las compañías norteamericanas no financieras han subido un 4,5% en el segundo trimestre, tras cuatro trimestres de caídas y, aunque es verdad que ha habido también casos de malos resultados y que algunas compañías han decepcionado, también en estos casos “bad news” son “good news” porque lo que se piensa, según FactSet, es que esas caídas de beneficios marcan el fondo y ahora toca empezar a subir.
¿Cómo analizar todo esto y cómo leer lo que ha pasado en agosto?
En nuestra opinión, agosto no altera en absoluto la idea de que estamos ante un ajuste de la economía y de los mercados que, a cambio de no ser traumático, va a ser profundo y duradero, y tampoco altera la idea de que vamos a una economía de innovación disruptiva con mercados financieros muy divergentes, de ganadores y perdedores exponenciales. Y los factores que esencialmente van a determinar estar entre los ganadores o los perdedores son la fortaleza de capital (balance), la gestión de riesgos y la capacidad de innovación.
Desde esta perspectiva, podríamos destacar dos nombres propios que simbolizan esas características ganadoras. Son las dos compañías que en los últimos días de agosto han sido ganadoras y que han movido al conjunto del mercado: Nvidia hace dos semanas y UBS esta última semana. Curiosamente, Nvidia es un paradigma de la innovación y UBS es un paradigma de la fortaleza de balance y la buena gestión de riesgos.
En definitiva, las Bolsas han terminado agosto siendo de nuevo complacientes con los riesgos asociados a las malas noticias. Un empleo débil, un consumo débil, una China débil, una Europa estancada y un consumo americano que da muestras de cierto agotamiento tienen riesgos asociados y esos riesgos no están recogidos en las cotizaciones, probablemente porque los beneficios empresariales son, en general, buenos y porque todavía hay mucha liquidez en el sistema. No hay que olvidar que a fin de julio el balance del BCE estaba en 7,1 billones de euros (recordemos que en 2008 estaba en menos de 2 billones) y el de la Fed en 8,1 billones de dólares.
De cara a fin de año, hay visiones muy dispares. Algunas muy optimistas que ven el S&P cerrando en 5.000 puntos y otras muy negativas que auguran, por enésima vez, un desplome bursátil en otoño.
Aun a esto de equivocarnos, no vemos en lo que queda de año ni una subida tan fuerte ni un desplome en las Bolsas. Lo que pensamos es que a corto plazo el lenguaje menos “duro” (‘hawkish’) de la Fed y del BCE, va a dar soporte a las Bolsas, sobre todo si en la reunión del 20 de septiembre la Fed no sube los tipos, pero más adelante, pasado ese efecto, las Bolsas irán reflejando poco a poco los riesgos asociados a la inevitable contracción de la economía, una contracción que, como decíamos, a cambio de no ser traumática será probablemente profunda, estructural y duradera.
Apostaríamos de nuevo por una semana tranquila para empezar septiembre.
Juan Carlos Ureta Domingo
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