En una semana que prometía ser intensa, y que lo ha sido, las Bolsas han hecho gala, una vez más, de ese comportamiento que en alguna ocasión hemos llamado “cuántico”, moviéndose, como decíamos en nuestro comentario del pasado 10 de julio, sin una trayectoria definida sino múltiple, en la que la realidad no se describe de forma lineal, sino más bien en escenarios diversos y en ocasiones incluso hasta opuestos.
En ese terreno movedizo se han vuelto a situar las Bolsas estos días, con la atención puesta, por un lado, en los resultados de Nvidia, y, por otro, en el discurso de Jerome Powell en el simposio anual esponsorizado por la Fed en Jackson Hole, Wyoming. Y lo curioso ha sido que esas Bolsas “cuánticas” han cotizado a la baja lo que parecía una buenísima noticia, a saber, los resultados trimestrales de Nvidia publicados el miércoles tras el cierre del mercado, y han cotizado al alza lo que parecía una mala noticia, a saber, el discurso duro de Powell en Jackson Hole el viernes.
Como el orden de los factores no altera el producto, o al menos en este caso no lo ha alterado, al final las Bolsas han subido en la semana (Eurostoxx +0,5%, Dow Jones +0,8%, S&P +0,4%, Nasdaq +1,2% Nikkei +0,5%) gracias a la segunda lectura que hicieron los mercados del discurso de Powell, que fue, como decíamos, “duro” en lo monetario, anunciando que la Fed seguirá muy vigilante ante la inflación y que por ahora no ve que esté bajando, lo cual viene a significar que no han acabado las subidas de tipos. Por su parte, la presidenta del BCE, Christine Lagarde añadió que el BCE pondrá los intereses tan altos como sea necesario (“as high as needed”) y los dejará ahí todo el tiempo que sea necesario (“as long as it takes”).
Puede sorprender, y sorprende, que estas palabras no tuviesen impacto en las Bolsas, porque hace un año mensajes similares, emitidos también en Jackson Hole, provocaron recortes del diez por ciento o más en las Bolsas a lo largo de septiembre. Sin embargo, esta vez la recepción de los mercados ha sido más bien positiva. Tras unas dudas iniciales, los índices americanos acabaron la jornada subiendo un 0,7% el Dow Jones y el S&P y un 0,9% el Nasdaq.
Tal vez las Bolsas se fijaron en que Powell fue bastante positivo en las previsiones de crecimiento económico, al aludir a la fortaleza del consumo americano, que calificó como muy robusto (“especially robust”), y a las señales tempranas (“early signs”) de recuperación del mercado inmobiliario residencial (houses). La impresión es que los inversores, tras inquietarse la semana pasada por la posibilidad de un “mundo del 5%” han dado un salto “cuántico” hacia un escenario diferente, un escenario que les hace recuperar cierta tranquilidad y que podríamos denominar como “desinflación controlada”.
El mercado parece haber leído esa “desinflación controlada” en las palabras de Powell en Jackson Hole. Powell enfatizó la lucha contra la inflación y dejó claro que esa lucha no ha terminado todavía, pero a la vez dijo que la economía norteamericana está muy fuerte, dejando así ver que la Fed no es insensible al impacto de sus decisiones monetarias en la economía. Eso lleva a pensar que la Fed va a prestar mucha atención a los tipos de interés reales (tipo nominal menos inflación) no dejando que pasen de cierto nivel, nivel que algunos analistas sitúan como límite en 1,5 puntos. Lo que quiere decir que si la inflación se modera hacia niveles del 3% podríamos pensar en tipos largos al 4,5% o por debajo. Un mundo más del 4% que del 5% y, además, con crecimiento positivo, tal vez no “alegre” pero sí constante.
Bajo esa premisa se puede entender que las Bolsas reaccionasen al discurso de Powell, pero hay que entender también que probablemente no haya mucho recorrido adicional, sino como mucho, una fase de consolidación de niveles de aquí a fin de año si efectivamente la inflación se va moderando poco a poco y si efectivamente se demuestra que la recesión no va a llegar.
Que sea así o no, es decir, que se confirme o no la “desinflación controlada” con crecimiento positivo, depende mucho del otro gran tema de la semana pasada, la innovación disruptiva, que aquí y ahora conecta con la nueva inteligencia artificial generativa y tiene nombre propio, Nvidia. Nvidia presentó sus cuentas el pasado miércoles tras el cierre de las Bolsas, y no decepcionó, al duplicar su facturación respecto al mismo trimestre del año pasado y multiplicar por nueve su beneficio trimestral, disparando además al alza sus perspectivas (“guidance”) para el segundo semestre del año. Pero, sobre todo, Jensen Huang, fundador de Nvidia y uno de los grandes “gurús” de la tecnología, anunció una “nueva era computacional” en la que el mundo corporativo hará una “transición” hacia la “computación acelerada y la IA generativa”.
Las expectativas de que la innovación pueda favorecer el crecimiento, vía mayor productividad, son, a nuestro juicio, las que están sosteniendo a las Bolsas en un entorno económico en el que, como se vio con la publicación de los PMIs el miércoles pasado, la desaceleración avanza (el PMI compuesto de la eurozona ha caído a 47 puntos en agosto desde los 48,6 de julio, el nivel más bajo en 33 meses) y en el que la inflación, aunque se modera, no permite a los Bancos Centrales abandonar su línea “dura”. La idea es que la nueva revolución tecnológica en la que ya estamos, con la inteligencia artificial generativa a la cabeza, va a aliviar la inflación y a la vez impulsar el crecimiento por mayor productividad.
Aunque a medio y largo plazo compartimos esta visión, a corto plazo creemos que los factores inflacionistas (desglobalización, proteccionismo, mercados laborales, transición energética e ingentes programas de gasto público) van a hacer muy difícil llegar a la “última milla” del control de la inflación (llegar al 2% va a ser complicado), y que el crecimiento se verá afectado durante varios años por el nuevo régimen monetario de tipos reales positivos y menor liquidez estructural.
Esta visión sería consistente con las bajadas del tipo de interés de los bonos a largo plazo que hemos visto esta semana, en la que el tipo del bono del Tesoro americano a diez años (T bond) empezó al 4,35% y cayó luego al 4,19% para terminar finalmente el viernes en el 4,23%. Es consistente también con la normalización de la curva de tipos que se ha iniciado en agosto, aunque en muy pequeña medida (el diferencial 2-10 años sigue en 85 puntos básicos, ha bajado de los cien, pero muy poco). Y finalmente es consistente con el precio del petróleo, que recortó en la semana hasta caer por debajo de 80 dólares barril (en la variante del crudo ligero WTI) para cerrar finalmente el viernes ligeramente por encima de ese nivel.
Esta semana hay pocas noticias, salvo el informe de empleo americano en agosto, que se publica el viernes, la inflación de la zona euro y los resultados de UBS, quien son los primeros que publica tras integrar a Credit Suisse.
A falta de pocos días para terminar agosto, y con los principales índices bursátiles globales acumulando caídas importantes en lo que va de mes, apostaríamos por una semana tranquila, con pocas oscilaciones.
Juan Carlos Ureta Domingo
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