Opinión

La subida de tipos no detiene a las Bolsas


Las Bolsas han logrado superar en la segunda semana de marzo el temor que había provocado a los inversores la subida del tipo de interés del bono del Tesoro a diez años (T bond). Pese a que el pasado viernes el tipo del T bond cerró en 1,625%, el tipo más alto desde febrero de 2020, superando el nivel de alerta de 1,6%, el Dow Jones y el S&P consiguieron nuevos récords históricos al final de la sesión. Incluso el Nasdaq, que es el índice más afectado por la subida de tipos, logró cerrar la sesión con pérdidas moderadas tras protagonizar otra remontada similar a la del viernes anterior, que le permitió terminar la semana con una ganancia superior al 3%.

Si el viernes anterior el motivo de la remontada fue el informe de empleo, este viernes la causa fue algo más vaga y conecta con la expectativa de que la reactivación de la economía en este primer trimestre esté siendo mayor de la esperada. A eso se une la convicción de que la Fed no tocará su política acomodaticia aunque la inflación suba y los tipos del T bond lleguen al 2%.

Esta visión de las cosas permite hacer compatibles la subida de las Bolsas y la subida del tipo de interés del T bond. Ambas subidas se producen porque la economía va a despegar con fuerza, pero además la buena noticia es que el despegue no hará, esta vez, que la Fed suba los tipos. Los efectos de la subida de tipos se limitan, como mucho, a un reajuste o rotación de sectores, en la medida en la que las tecnológicas y las acciones de crecimiento (growth) en general se ven más afectadas por esa subida de tipos, mientras que las compañías cíclicas y las de "valor" (value) se verían favorecidas por la reapertura de la economía. La subida de tipos, aunque sea pequeña, castiga mucho la valoración de compañías como Tesla, cuyos beneficios se esperan para un futuro lejano, y también a otras tecnológicas que habían subido excesivamente.

Eso explica la rotación que estamos viendo en las Bolsas desde inicio de año. El Ibex, dominado por empresas cíclicas a las que les viene muy bien la reapertura y por los Bancos a los que les viene bien la subida de tipos, sube un 7,1% en el año, mientras que la Bolsa tecnológica Nasdaq limita su subida anual a menos de la mitad, un 3,35%. La semana pasada el Dow Jones ha subido el 4,1% frente al 3,1% del Nasdaq y todas las Bolsas europeas, en las que los valores no tecnológicos son dominantes, han tenido subidas superiores a las del Nasdaq. El Euro Stoxx y el Cac han subido un 4,4% y un 4,5%, respectivamente. El Mib italiano el 5%, el Ibex el 4,3% y el Dax el 4,2%. Es una clara muestra de la rotación, que habría sido aún mayor si el Nasdaq no hubiese tenido la fuerte subida final el viernes.

En definitiva, la subida de tipos se ve como un problema menor, y los inversores comprueban, por enésima vez, que la mejor estrategia en las Bolsas es comprar cuando hay caídas, porque los rebotes son fuertes, como el que ha experimentado la semana pasada el CSI 300 de Shanghai, que el lunes pasado entraba en territorio técnico de corrección tras caer un 3,5% en la sesión y el jueves experimentaba su mayor subida en dos meses. O Tesla, que tras recortar un tercio de su valor en las últimas semanas, rebotaba un 20% en la sesión del pasado miércoles.

Hasta aquí todo parece muy correcto, incluso demasiado idílico. Las Bolsas estarían corrigiendo de forma ordenada los excesos del 2020 en algunos segmentos, sobre todo en las tecnológicas y estarían empezando a reflejar con las subidas de los muy castigados valores tradicionales la previsible reapertura económica que las vacunaciones van a traer en torno al verano o al otoño.

Sin embargo, hay algunos elementos muy inquietantes en lo que está pasando en los mercados, que muestra un mar de fondo no tan idílico.

El movimiento en las criptomonedas empieza a parecerse ya demasiado a todas las burbujas que en el mundo han sido. La subida continua y vertical del bitcoin y otras criptodivisas (este fin de semana el bitcoin superó los sesenta mil dólares) y la fe ciega, o como mucho basada en peregrinas justificaciones, en que el bitcoin llegará este mismo año a los cien mil dólares y a medio plazo al millón de dólares, sin que sepamos muy bien a qué responden esas proyecciones, denotan un claro alejamiento de los fundamentales similar, como decíamos, a lo sucedido en las burbuja de los mares del sur o en la de los restantes episodios históricos de burbujas de los que tenemos noticia.

Hay incluso otros movimientos que van bastante más lejos en este sentido. Lo que está pasando con los llamados NFT (non fungible tokens) supera cualquier ficción que hubiésemos podido imaginar. La semana pasada se adjudicó en Christie's por sesenta y nueve millones de dólares una obra digital del artista llamado Beeple. Es una de las obras de arte más caras jamás vendidas por un artista vivo, pero en este caso la singularidad es que lo que se adquiere es un certificado digital identificador de la obra y de su titularidad, el token "no fungible", que acredita que se es dueño de una obra consistente en un conjunto de píxeles realizado por un artista digital. La subasta había empezado el 25 de febrero en cien dólares y el 11 de marzo se remató en sesenta y nueve millones de dólares. Si no son los tulipanes, se le parece mucho.

Hay muchos más casos muy llamativos de NFTs pero no vamos a extendernos. La idea general es que se ha instalado el desorden y el completo alejamiento de los fundamentales en algunos segmentos del mercado, como lo prueba el hecho de que el pasado miércoles la famosa acción de Gamestop, una de las favoritas de los inversores que operan coordinados en las redes sociales, bajase en pocos minutos un 40% después de haber subido en tres sesiones casi un 100%.

Aunque siempre hay explicaciones posibles para justificar lo injustificable, lo anterior indica que hay demasiado dinero y que, de nuevo, se está utilizando mal. El pasado abril el presidente de la Fed, Jerome Powell, puso mucho esfuerzo en convencer al mercado de que esta vez el dinero inyectado por la Fed no iría a Wall Street, es decir, a los mercados financieros, sino a ayudar a la gente y a la economía real, es decir a Main Street. Once meses después y a la vista de lo que estamos viendo en los mercados de activos podemos dudar mucho de que ese buen propósito se haya conseguido, y lo peor de todo es que el dinero ni siquiera está yendo a las empresas para ayudarlas en sus procesos de inversión, sino que una buena parte se deriva hacia criptoactivos en sus diversas variantes, incluidos los NFTs.

La Fed y los restantes Bancos Centrales van a tener un trabajo duro para corregir esas desviaciones sin provocar turbulencias en los mercados. Tal vez la solución sea, como al parecer va a pasar con la inflación, mirar hacia otro lado y no hacer nada, permitiendo que continúe la fiesta hasta que se agote por sí misma. Pero no es seguro que esta solución vaya a funcionar, porque la mala asignación de recursos (misallocation) puede ser tan nociva o más que la inflación, y porque si los mercados se apartan de su función de asignar bien los recursos y financiar la necesaria transformación que necesita la economía post Covid, la economía no va a funcionar.

Estas reflexiones son muy pertinentes ya que, tras la reunión de la semana pasada del BCE en la que prometió intensificar sus compras de bonos, entramos en la gran semana de los Bancos Centrales. En los próximos días se reúnen la Fed, el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón y varios Bancos Centrales más. Lo normal es que repitan el discurso habitual, a saber, que la recuperación es todavía incipiente y que no se van a reducir las facilidades monetarias. Es posible que haya una vaga alusión a la especulación desatada en los mercados de criptoactivos, pero sin llegar a reconocer lo que parece obvio, y es que esa especulación está directamente conectada con las mega inyecciones de liquidez practicadas desde el pasado abril y con el escenario de tipos de interés cero estructurales que se ha creado.

Se publican también algunos resultados empresariales como los de Volkswagen, BMW, Zalando o Nike, pero sin duda la atención está ahora en los tipos de interés y en la reunión de los Bancos Centrales.

Pese al deseo de los Bancos Centrales de controlar la curva, lo normal es que los tipos de largo plazo sigan subiendo. La gran incógnita es si las Bolsas van a hacer caso omiso a esa subida de tipos, como lo hicieron el pasado viernes, o si por el contrario no van a empezar a valorar en su justa medida el enorme cambio que para las Bolsas supondría un repunte sostenido de los tipos largos.



Juan Carlos Ureta Domingo
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