Uno de los problemas de querer intervenir permanentemente el curso de la economía y de los mercados financieros, intentando corregir hasta las más mínimas desviaciones que se produzcan respecto al guion previamente diseñado, es que al final, a base de tanta cirugía estética, las cosas se desfiguran y acaba siendo imposible reconocer la realidad. Cuesta distinguir lo real de lo ficticio, lo que importa y lo que no, cuesta entender lo que de verdad está sucediendo, y lo que se produce es un enorme desconcierto.
Algo de eso les está pasando a los Bancos Centrales. Hace tres semanas, el 7 de marzo, el BCE anunciaba la tercera ronda de financiación a la banca europea, el llamado TLTRO, y la reacción de los inversores a esa nueva oferta de dinero gratis para la banca fue una caída de las Bolsas, muy en particular, como es lógico, del sector bancario, porque la banca europea no necesita más dinero sino más oportunidades para colocar el dinero de forma rentable y solvente.
Lo mismo le ha pasado a la Fed esta última semana tras su reunión del miércoles. El mensaje de la Fed fue deliberadamente suave ('dovish') y de las tres subidas de tipos en un año, el 2019, de las que se hablaba en la reunión del 19 de diciembre, se ha pasado, en tan solo tres meses, a una subida de tipos o como mucho dos en los próximos tres años. La intención de Powell era, sin duda, reafirmar sus políticas de apoyo no ya solo a la economía sino también a los mercados financieros, pero lo que los inversores han pensado es que a lo mejor la Fed sabe cosas que los demás no sabemos y esa duda les ha generado desconfianza e inquietud. Lejos por tanto de la calma deseada, lo que refleja la reacción de las Bolsas es nerviosismo y confusión.
Una confusión que ha sido muy visible. La primera reacción de los mercados tras el comunicado del miércoles fue en la dirección deseada, es decir, subida de las Bolsas y caída del dólar. Pero ya el mismo miércoles, al cierre de la sesión, los índices se dieron la vuelta y cerraron ligeramente en negativo. El jueves los inversores volvieron a celebrar con subidas importantes la prolongación de la era del 'easy money' haciendo caso omiso de las causas de esa prolongación, a saber, las malas perspectivas de crecimiento económico. En particular, el sector tecnológico lideró las subidas con Apple a la cabeza. La expectativa de que el gigante de Cupertino pueda anunciar una nueva oferta audiovisual en la presentación prevista para este lunes 25 disparó las acciones casi un 4% al alza.
Pero tras ese rally del jueves, finalmente, el viernes, en la jornada de cierre semanal, varios datos malos de manufacturas, tanto en EE.UU. como en Alemania, hicieron girar el sentimiento bruscamente hacia el lado negativo. En concreto, el IHP Markit de marzo del sector industrial en Estados Unidos, que se esperaba que subiese y descendió a 52,5 desde los 53 puntos de febrero, y en Alemania el PMI de manufacturas de marzo, que fue el peor desde agosto de 2012.
Esos malos datos movieron a los inversores a interrumpir la fiesta del dinero barato y a asumir la realidad de una economía de bajo crecimiento en los próximos trimestres, con riesgo de caer en recesión en algún momento, tanto en EE.UU. como en la zona euro.
En este sentido, no deja de ser curioso que Powell siga empeñado en presentar la economía norteamericana como una isla de fortaleza y de crecimiento, echando la culpa de la "marcha atrás" dada por la Fed a los problemas de las economías europea y china. En el mundo global del siglo XXI la economía norteamericana no puede ir bien si el resto del mundo no va bien, y tratar de forzar el crecimiento "en solitario" solo conduce a desequilibrios que a medio plazo se pagan muy caro.
Un ejemplo es lo que pasó el 2018 en la economía norteamericana. El intento de Trump de forzar el crecimiento vía una rebaja fiscal mal diseñada y vía una guerra comercial dudosa, ha llevado a la economía norteamericana a cerrar el 2018 con un déficit público del 4%, una deuda del Gobierno del 120% sobre el PIB, y un déficit comercial que es el mayor de su historia, pese a los aranceles impuestos por Trump. Todo ello para crecer al final en el entorno de un 2,5% a costa de una debilidad patente del cuadro macroeconómico norteamericano, que no inspira precisamente confianza.
En definitiva, la semana que debía haber permitido a la Fed disfrutar de su nuevo discurso acomodaticio, ha finalizado con caídas generalizadas de las Bolsas europeas y americanas en la sesión de cierre del viernes, lo que ha determinado una caída semanal del 0,8% para el S&P, del 0,6% para el Nasdaq, del 2,4% para el Eurostoxx, del 2,75% para el Dax y del 1,5% para el Ibex. El Nikkei logró cerrar con una subida semanal del 0,8%, el Shanghai Composite del 2,7%, animado por las recientes medidas de apoyo del Gobierno y del Banco Central, y el MSCI de emergentes en dólares con una subida del 0,2%.
La pregunta, a la vista del mal cierre semanal del viernes es, como siempre, si estamos a las puertas de algo más serio.
El cuadro de indicadores que nos dejó la sesión de cierre semanal del viernes no es, en este sentido, muy tranquilizador y refleja la cautela de los inversores. Lo más significativo es que la curva de tipos de interés ha vuelto a estar invertida en Estados Unidos, algo que no sucedía desde agosto de 2007. El viernes, el tipo de interés de la letra del Tesoro americano a tres meses era del 2,47% mientras el interés del bono a diez años era del 2,43%. Una señal bastante inquietante. En Europa, el bono alemán a diez años (bund) entró en tipo de interés nominal negativo por segunda vez en su historia (la primera fue en 2016).
Es también significativa, en este mismo sentido, la subida del dólar del viernes. Tras el comunicado de la Fed el dólar bajó, como es lógico si los tipos de interés bajan, pero el jueves y viernes el dólar subió con fuerza, lo que indica que hubo miedo y el dinero se movió hacia la divisa tradicionalmente considerada como refugio en tiempos de turbulencias.
En nuestra opinión, las Bolsas a partir de ahora van a ser mucho más dependientes de los datos que vayan saliendo. Esta última semana hemos visto cómo los malos datos de manufacturas en EE.UU. y en Alemania, ya citados, unidos a algunos malos resultados empresariales, como los de BMW, provocaron fuertes caídas. La próxima semana habrá todavía algunos resultados empresariales interesantes como los de H&M, y hay también varios datos macro como la lectura final del PIB americano del cuarto trimestre, que se espera crezca al 2,4% anualizado, o los ingresos y gastos personales de febrero en EE.UU.
Continuarán además las negociaciones comerciales entre China y Estados Unidos, y las idas y venidas sobre el Brexit. Como novedad, en EE.UU. hay que ver las repercusiones del informe del fiscal especial Robert Mueller, que parecen no ser tan letales como se suponía para Trump, lo cual puede dar tranquilidad a corto plazo a las Bolsas.
Los siguientes movimientos fuertes de las Bolsas vendrán, a nuestro juicio, cuando se publiquen los resultados empresariales del primer trimestre de este año, a partir de principios de abril, y cuando se empiecen a ver de forma completa los datos de crecimiento del primer trimestre.
Mientras tanto, pese al mal cierre del viernes pasado, esperamos un fin de mes de marzo más bien tranquilo, o en todo caso con una ligera tendencia a la baja.
Juan Carlos Ureta Domingo
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