Tras dos sesiones iniciales del año poco prometedoras, marcadas por el "profit warning" de Apple y por unos malos ISM y PMI de manufacturas de diciembre tanto en EE.UU. como en China, las buenas impresiones dejadas por el cierre semanal del pasado viernes no pueden, sin embargo, ocultar la sensación de que las Bolsas han entrado en una fase de desconcierto y de ajuste, tras varios años de complacencia al calor del dinero barato ("easy money").
Es interesante, desde esta perspectiva, analizar los tres factores que impulsaron, al menos aparentemente, las fuertes subidas del viernes en Wall Street (S&P y Dow Jones +3,3% en la sesión y Nasdaq +4,5%) y que han permitido a las Bolsas globales terminar la semana en positivo y con una sensación de vuelta al apetito por el riesgo.
Esos tres factores son el impresionante informe de empleo americano de diciembre, las declaraciones del presidente de la Fed, Jay Powell, en Atlanta, y los avances en las negociaciones sobre la guerra comercial entre EE.UU. y China.
Empezando por el informe de empleo, la creación de puestos de trabajo fue muy superior a la prevista, trescientos doce mil nuevos empleos frente a los ciento ochenta mil esperados por el consenso, un dato que devolvió los famosos "animal spirits" a los inversores, invitándoles de nuevo a tomar riesgo y a olvidar la temida desaceleración global como si de un mal sueño se tratase. El informe fue celebrado con gran euforia por el entorno de Trump, como una muestra de la fortaleza de la economía norteamericana, pero en medio de ese ambiente festivo surgía, sin embargo, una pregunta: ¿por qué inquietan tanto a Trump las subidas de tipos de interés de la Fed si la economía norteamericana está tan fuerte? Dicho de otra forma, si el informe de empleo de diciembre nos dice que hay casi pleno empleo y que los salarios por hora subieron el 0,4% en el mes y el 3,2% en términos anualizados, el ritmo de subida más rápido desde 2009, ¿no es lógico que la Fed endurezca la política monetaria? Hay algo que no encaja en el discurso oficial de la Casa Blanca. O la economía no está tan fuerte o la Fed está haciendo lo correcto al endurecer unas condiciones monetarias que, no lo olvidemos, son excepcionales y estaban pensadas para una época de crisis aguda.
Esto conecta con el segundo de los factores que provocaron la fuerte subida del viernes, las declaraciones del actual presidente de la Fed, Jay Powell en un acto de la American Economic Association en Atlanta, en el que intervino junto a Ben Bernanke y a Janet Yellen, sus dos predecesores en la presidencia de la institución. Por resumirlo de forma breve, Powell cambió radicalmente el discurso del pasado 19 de diciembre. El 19 de diciembre, tras la reunión de la Fed en la que se decidió la novena subida de tipos desde el año 2015, Powell transmitió la imagen de una Fed indiferente ante los problemas que pudiesen tener la economía o los mercados financieros. Una Fed con el "piloto automático" puesto a la hora de seguir reduciendo su balance (es decir de drenar liquidez del mercado) y con la determinación de subir dos veces más los tipos de interés en 2019, pase lo que pase.
Powell cambió el discurso el pasado viernes en Atlanta, probablemente influido por la espectacular caída que sus palabras del 19 de diciembre provocaron en las Bolsas. La Fed, dijo en esta ocasión Powell, escucha muy atentamente ("listen carefully") a los mercados y, en consecuencia, será "paciente" a la hora de subir los tipos de interés. Y en lo que a la reducción de balance se refiere será flexible y "no dudará" en cambiar su política de retirar liquidez si las cosas se ponen feas. Queda, por tanto, muy lejos la idea de una Fed robotizada e insensible. Obviamente esas palabras tuvieron un impacto inmediato sobre los mercados. El tipo del T bond cerró el viernes al 2,67% y todos los activos de riesgo se dispararon al interpretar los inversores que Powell estaba de nuevo activando la famosa "put" de Bernanke, es decir, desplegando una red de seguridad sobre las inversiones de riesgo.
Hubo un tercer factor que impulsó las subidas del viernes, a saber, las noticias de avances en las conversaciones entre EE.UU. y China sobre la guerra comercial, avances que, al parecer, podrían tener incluso un cierre positivo en una reunión este mismo lunes. Un cierre positivo resultante de la cesión de ambas partes, pero sobre todo de China, si atendemos a los comentarios que vienen del entorno de la Casa Blanca.
Como siempre que asistimos a un episodio de euforia tan extremo, conviene poner un poco de distancia y analizar si realmente esos tres factores que impulsaron a las Bolsas en la sesión del viernes implican de verdad cambios de fondo en el escenario económico y en la proyección de las Bolsas a medio y largo plazo. Ese análisis es más necesario aún tras un tercer trimestre bursátil en el que hemos visto caídas muy fuertes en todas las Bolsas globales incluidas las americanas. Caídas del 20,5% en el Russell de compañías medianas, del 17,5% en el Nasdaq, del 14% en el S&P, del 13,8% en el Dax y del 11,8% en el Dow Jones. La lectura general de esas caídas era que las Bolsas están anticipando una desaceleración económica global, incluso una futura recesión.
¿Ha cambiado esta situación? ¿Ya no hay desaceleración? ¿Vuelve la "goldilocks economy", esa economía que crece sin generar inflación y conviviendo con tipos bajos y condiciones monetarias laxas?
Los inversores así parecieron pensarlo el pasado viernes, más aún tras decir Powell, en su intento de congraciarse con los inversores, que los datos disponibles indican que el crecimiento continuará en 2019 y que las Bolsas, con los recortes de fin de diciembre, están siendo mucho más pesimistas de lo que los datos económicos indican. Un discurso muy alejado del sesgo pesimista sobre el futuro de la economía norteamericana que trasladó el 19 de diciembre y muy en línea con ese sueño dorado de la "goldilocks economy" del que los inversores no se quieren despertar.
Lamentablemente hay una lectura menos complaciente, que deriva de las propias palabras de Powell en Atlanta, y sobre todo del porqué de esas palabras. La realidad es que hay una contradicción entre decir que la economía está fuerte y a continuación decir que se suaviza la política monetaria por si acaso la economía se viene abajo. Es la contradicción a la que se enfrenta la Fed y a la que se van a enfrentar los restantes Bancos centrales a la hora de normalizar las excepcionales políticas monetarias puestas en marcha para salir de la gran recesión de 2008. Una contradicción que nos hace pensar que la salida de esas políticas va a ser muy difícil, casi imposible sin pasar por episodios de ajuste en la economía y en los mercados financieros.
Tal vez por ello Trump, en medio de sus crecientes dificultades políticas y acosado por diecisiete investigaciones en marcha sobre sus finanzas y sus actuaciones en el pasado, necesita un "revival" bursátil para seguir vendiendo su proyecto. Trump quiso hacer del rally bursátil un éxito personal suyo, a base de tuits celebrando las subidas de Wall Street, y ahora, inevitablemente, si las Bolsas van mal, como han ido los tres últimos meses, también se considerará a Trump el culpable de las caídas, sea o no así. El rally de 2017 y de la primera parte de 2018 era el "rally de Trump", y por eso mismo ahora algunos comentaristas llaman al desplome del cuarto trimestre de 2018 el "Trump slump", el desplome bursátil de Trump.
Las conversaciones con China para llegar a un acuerdo son, al menos a corto plazo, la palanca perfecta para activar ese "revival" de las Bolsas, bajo el mantra de que "Trump ganará la guerra comercial con China", un mantra que se repetirá una y mil veces y que, sea o no cierto, va a funcionar. Pero los temas de fondo siguen ahí, y no los va a solucionar ningún acuerdo que ponga fin a esa guerra de tarifas que probablemente nunca debió haber empezado.
La Fed y las Bolsas se enfrentan al 2019 con el dilema de permitir una desaceleración ordenada de la economía y un ajuste ordenado de las valoraciones consecuente con el agotamiento del ciclo de crédito. O, por el contrario, intentar prolongar en el tiempo el modelo de deuda. Trump necesita, sin duda, esa prolongación, pero la Fed y los mercados no necesitan hacerle el juego y deberían aceptar un ajuste lo más ordenado posible de la economía y de los mercados de activos.
Esta semana se publica, el lunes, el ISM de servicios, un dato muy esperado tras la fuerte caída del ISM de manufacturas que se publicó el pasado jueves y se publican también las actas de la reunión de la Fed del 19 de diciembre, y los IPC de diciembre chino y americano. Pero toda la atención estará puesta en las numerosas intervenciones de miembros de la Fed, incluido Powell, que habla de nuevo el jueves en un almuerzo en Washington, y en las negociaciones con China para un acuerdo comercial.
Cabe esperar un máximo esfuerzo para estabilizar o incluso hacer subir algo las Bolsas tras el horrible cuarto trimestre, un esfuerzo que normalmente tendrá su recompensa a corto plazo.
Juan Carlos Ureta Domingo
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