Tras el jarro de agua fría que supusieron para la economía norteamericana el muy escaso crecimiento del PIB en el primer trimestre del año (+0,7% anualizado) y la también escasa creación de empleo en marzo, la Fed se ha ocupado de calmar los ánimos al afirmar, en su comunicado posterior a la reunión del pasado miércoles, que la debilidad de la economía norteamericana es "transitoria" y que, por tanto, no va a alterar su programa de subida gradual de los tipos de interés.
Esa afirmación de la Fed, unida al buen dato de creación de empleo en abril, que conocimos el viernes (211.000 nuevos empleos frente a los 185.000 esperados) ha servido para alimentar las expectativas de una subida de tipos en la reunión de junio de la Fed y para revivir la idea de la reflación de la economía americana. Una idea de la que había empezado a dudar incluso el propio Trump, cuando, en una entrevista publicada a mediados de abril en Wall Street Journal, pedía a la Fed que mantuviera bajos los tipos de interés, justo lo contrario de lo que había hecho en la campaña electoral.
A ese optimismo de la Fed y al mencionado buen dato de creación de empleo les han acompañado, la semana pasada, otros datos igualmente buenos, como los ISM de la zona euro que conocimos el martes, y como algunos buenos resultados empresariales (por ejemplo Apple o Facebook) y todo ello ha dado como resultado avances semanales tanto en las Bolsas europeas como en las americanas (S&P +0,8% y Eurostoxx +2,8% en la semana, respectivamente).
Lo curioso, sin embargo, es que una vez más sean las Bolsas europeas y sobre todo la banca europea, las mayores beneficiarias de los mensajes de la Fed americana. El extraordinario comportamiento del sector bancario europeo, cuya causa parece estar en las expectativas de subida de tipos de interés y de crecimiento en la zona euro, ha impulsado de nuevo a las Bolsas con mayor peso de la banca, como nuestro Ibex y como las Bolsas italiana, portuguesa, o griega, todas ellas a la cabeza de las revalorizaciones semanales, con subidas semanales del entorno del 4% o superiores.
Es obvio que en esas subidas de las Bolsas europeas ha pesado muchísimo el triunfo de Macron en Francia, que los inversores han descontado anticipadamente en las últimas sesiones. Es obvio asimismo que los datos de la zona euro, como los ya mencionados ISM publicados el pasado martes, son buenos y también lo son los beneficios de las empresas europeas, que por primera vez en muchos años superan en general las estimaciones de los analistas. Pero no deja de sorprender que la semana pasada los Bancos cotizasen al alza unas declaraciones de Draghi afirmando que el BCE mantendrá los tipos bajos, y esta semana hayan cotizado también al alza un comunicado de la Fed que va justo en la dirección contraria, es decir, en la dirección de la subida de tipos en EE.UU.
Sin duda, las Bolsas globales han vivido un extraordinario primer cuatrimestre del año. A cierre del pasado viernes el Eurostoxx sube un 11,2% desde principios de año, el Ibex un 19%, el Nasdaq un 13,3%, el Dax un 10,7% y el S&P el 7,2%. Son subidas muy fuertes, sobre todo si pensamos en las subidas acumuladas ya en los años anteriores. Tras ganar Trump las elecciones el pasado noviembre, algunos analistas dijeron que las Bolsas iban a entrar en un prolongado mercado alcista (bull market) al calor de una ola de crecimiento económico americano y global.
La sensación, al ver las subidas de este primer cuatrimestre, es que estaríamos viendo, efectivamente, las primeras etapas de esa subida, y que, en lo que a las Bolsas europeas se refiere, el triunfo de Macron hace desaparecer el, según la opinión más extendida, único obstáculo que obstaculizaba un fuerte despegue de las Bolsas europeas.
Sin embargo, puede ser pronto para dar por válida esta tesis. Una elemental cautela y un cierto instinto de protección ante una situación de complacencia que nos recuerda a otras anteriores, nos mueve a ser algo más prudentes, aun corriendo el riesgo, inherente a toda opinión de inversión, de equivocarnos. Es verdad que algunos índices, incluido el MSCI World y el S&P, parecen estar rompiendo máximos e instalándose en subida libre. Es verdad que el fracaso electoral de Le Pen en Francia supone un gran alivio para las Bolsas europeas y es verdad que la economía global parece alejarse de la temida deflación. En este sentido, el rally de alivio de las Bolsas europeas tras la primera ronda de las elecciones y el que previsiblemente seguirá a la segunda ronda son comprensibles y lógicos.
Pero hay algunos indicadores que no son tan claros. Tal vez el más llamativo sea el petróleo, cuya persistente debilidad no parece estar descontando un fuerte crecimiento de la economía norteamericana y global, es decir, no parece estar compartiendo la opinión de la Fed. La debilidad de los futuros del WTI es aún más inquietante al producirse a la vez que el dólar también está débil. Precisamente el dólar nos lanza también una señal de escepticismo hacia los anuncios de la Fed de próximas subidas de tipos, sobre todo si pensamos que el BCE los mantendrá largo tiempo bajos. Finalmente, los tipos de interés del T bond (bono del Tesoro americano a diez años) se mantienen en niveles del 2,35%, un nivel muy bajo si realmente vamos a ver subidas de tipos tan fuertes como anticipa la Fed.
Si miramos a la zona euro también vemos cosas curiosas. Las expectativas tan positivas de crecimiento que descuentan los responsables políticos europeos son contradictorias con las cautelas que sobre ese crecimiento mostraba Draghi tras la última reunión del BCE. Tal vez lo que esté pensando Draghi es que, pese a las recientes mejoras, la zona euro ha crecido en el primer trimestre a un ritmo que es justo la mitad de lo que crecía en la primera parte del 2010, antes de caer en la segunda recesión, y bastante menos de lo que crecía hace tan solo dos años, en el primer trimestre de 2015, cuando el BCE lanzó su programa de compra de bonos. Es decir, queda mucho por andar para recuperar niveles dignos de crecimiento.
Si pasamos de la economía real al plano estrictamente financiero, a nuestro juicio los inversores están minusvalorando los riesgos de inestabilidad financiera latentes en el escenario de dinero abundante y barato creado tras ocho años de intervención monetaria masiva. Hay una fe ciega en la capacidad de los Bancos Centrales para arreglar cualquier problema que pueda surgir, sea cual sea, y la historia nos demuestra que esa capacidad no existe.
Todo lo anterior no es óbice para considerar que la renta variable sigue siendo, sin duda, el activo más atractivo a la hora de invertir, pero no podemos dejar de lanzar una nota de cautela y de máxima selección en las empresas a comprar. En este sentido, preferimos fijarnos en valores o sectores que se han quedado atrás, como las petroleras, la industria básica, las "utilities", las operadoras de telecomunicaciones o las empresas de distribución minorista, evitando en este momento los valores más sobrecalentados, como los bancarios, con alguna excepción.
Esta semana el dato más relevante son las ventas minoristas de abril en EE.UU., que se publican el viernes, y que serán un nuevo indicador del estado de la economía norteamericana, de la cual dos tercios es el consumo. Antes, a lo largo de la semana, habrá algunos resultados empresariales, como los de Disney, JC Penney o Macy's, y comprobaremos hasta dónde llega el "efecto Macron".
A corto plazo no hay que excluir ningún escenario, pero en el medio plazo, más allá de los impactos políticos, las Bolsas van a depender de si tiene razón la Fed, al anticipar un fuerte crecimiento económico o, por contra, los que la tienen son los mercados de bonos y del petróleo cuando anticipan más bien debilidad a medio plazo.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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