Aunque en principio la reunión de la Fed estaba destinada a concentrar toda la atención de las Bolsas, la realidad es que la guerra comercial iniciada por Trump, la crisis de Facebook y la sensación de una creciente inestabilidad política global han compartido protagonismo esta última semana con los mensajes que el nuevo presidente de la Fed, Jay Powell, trasladó a los mercados en su primera rueda de prensa.
El resultado de todo ello es que las Bolsas americanas han tenido su peor semana desde enero de 2016, con caídas del 5,9% para el S&P, del 5,7% para el Dow y del 6,7% para el Nasdaq. Tras esos descensos el Dow y el S&P entran en números rojos en el año, perdiendo el 4,2% y el 3,2% respectivamente desde el uno de enero, y el Nasdaq se mantiene en positivo, pero solo sube medio punto porcentual en lo que va de año. Además, el Dow está técnicamente en terreno de "corrección", al haber perdido más del 10% desde sus máximos, y el S&P cerró el pasado viernes justo por encima de la media móvil de las últimas 200 sesiones, un nivel al que los analistas dan una gran importancia, y que si es roto a la baja provocará, sin duda, nervios.
En las Bolsas europeas los recortes, sin llegar a esos extremos, no han sido tampoco pequeños. El Eurostoxx y el Dax han perdido un 4,1% en la semana y se dejan ya respectivamente un 5,9% y un 8% en lo que va de año. Nuestro Ibex ha caído un 3,8% en la semana y pierde un 6,5% en el año. Por su lado el Nikkei japonés pierde un 9,4% en el año tras caer un 5,4% la semana pasada, al ser Japón claramente la gran víctima colateral de la guerra desatada entre EE.UU. y China.
Como decíamos, esta vez no ha sido solo la Fed la que ha provocado las bajadas, ni siquiera ha sido la causa fundamental de las mismas. Ciertamente, según apuntábamos la semana pasada, Powell tenía una misión casi imposible, como es comunicar un entorno monetario de subida de tipos y de menor liquidez sin provocar turbulencias en unos mercados financieros que han descontado el mejor de los mundos. Por ello no es de extrañar que, pese a los esfuerzos del nuevo presidente de la Fed por no parecer demasiado duro (hawkish), las Bolsas recibieran sus palabras con frialdad y con descensos ya el mismo miércoles por la tarde. Los descensos fueron a más el jueves y el viernes ante la inquietante escalada de amenazas comerciales entre Trump y el gobierno chino.
Probablemente los inversores dedujeron de las palabras de Powell, con razón, que la Fed no está ya dispuesta a salir al rescate de las Bolsas si hay una caída fuerte. Powell ha confirmado así lo que ya dijo en su comparecencia en el Congreso, es decir, que la llamada "put" de Bernanke y de Yellen ha pasado a la historia y que las subidas de tipos no se van a ver condicionadas por lo que pase en Wall Street. Si no se puede contar con ese soporte (put) es normal que la guerra comercial inquiete mucho más a los inversores, ya que sus efectos sobre algunas compañías americanas y sobre el conjunto de la economía estadounidense puede ser muy negativo, pese a que Trump, ignorando la realidad del mundo global de hoy, dijera que es una guerra fácil de ganar.
El factor político ha pasado, por tanto, a primer plano en las Bolsas y eso conecta con la crisis de Facebook y con el futuro de las grandes tecnológicas.
Aunque el origen de la crisis es la utilización indebida por una compañía inglesa de millones de datos de usuarios de Facebook, y aunque es cierto que Facebook se enfrenta a un problema de confianza debido a ese fallo, lo que realmente subyace detrás de las enormes caídas de Facebook y de las otras grandes tecnológicas estos últimos días es la crisis del modelo de negocio de estas compañías. Ese modelo se ha basado en actuar con absoluta libertad sobre el mercado global, y en tomar una posición dominante a nivel global, sin restricciones o regulaciones impuestas por ninguna autoridad o Gobierno.
Lo sucedido con Facebook va a provocar casi con seguridad el fin de esa libertad casi absoluta. Es de prever que lo que hemos visto en el terreno de los impuestos, en el que la Unión Europea y otras jurisdicciones han empezado a poner el foco sobre las prácticas fiscales de Apple, Amazon, Google, Facebook y otras grandes tecnológicas, se traslade ahora de forma más amplia a áreas como el uso de los datos de los clientes, la protección de la privacidad, la posición de dominio en el mercado, o la propiedad intelectual. En todos esos terrenos la regulación, la supervisión y el control irán a más.
Adicionalmente, cabe esperar que si Trump insiste en la guerra comercial, China y otros países empezarán a poner trabas comerciales indirectas a las grandes tecnológicas americanas o tal vez incluso directas, lo cual puede tener un efecto devastador sobre unas compañías a las que los inversores han dado una generosa valoración, que supera en varias de ellas (incluida Facebook hasta el pasado lunes) el medio billón (trillion) de dólares.
Si combinamos, por tanto, los mensajes de la nueva Fed, las amenazas comerciales de Trump y la aparición de riesgos en el modelo de negocio de las grandes tecnológicas, entendemos por qué estos días las Bolsas americanas han vuelto a niveles cercanos a los que marcaron en el mini crash de febrero y ello a pesar de que el tipo de interés del bono del Tesoro americano a diez años (T bond) se ha mantenido estable, sin acercarse al temido 3% que desató la caja de los truenos el pasado febrero. De hecho el viernes, mientras que el S&P, el Dow y el Nasdaq se desplomaban, el tipo de interés del T bond no solo no subió, sino que bajó, cerrando en el 2,81%, algo que es justamente lo contrario de lo que sucedió el viernes 2 de febrero, cuando se inició el mini crash por los temores de inflación y por la subida del tipo del T bond.
El resultado a nivel bursátil es un nuevo e importante deterioro técnico de los índices americanos en marzo, con el S&P a la cabeza. Un deterioro que hace que parezcan muy lejanos los días en los que Trump celebraba con sucesivos tuits cada nuevo récord del Dow Jones, aunque fuese solo hace dos meses cuando sucedía.
Marzo ha servido para recordar que, como hemos dicho varias veces en nuestros últimos comentarios, la inflación no es el único problema al que se deben enfrentar los inversores. Hay otros riesgos en el horizonte, como la desaceleración del crecimiento americano a medio plazo, una vez se termine el efecto de la rebaja fiscal de Trump, o la fragilidad de los equilibrios políticos a nivel global. Estos riesgos son tanto o más inquietantes que la inflación, en particular los riesgos políticos, que inciden también sobre la economía y sobre la inflación, como se ha visto esta semana con la subida del petróleo tras haber nombrado Trump al "halcón" John Bolton como nuevo consejero de seguridad, lo que tendrá sin duda repercusiones en Irán. Los futuros del crudo ligero (WTI) cerraron el viernes en 65,7 dólares, y los del Brent por encima de los 70 dólares, acumulando ambos una subida importante en marzo.
Esto hace especialmente interesante los datos de esta semana en EE.UU., sobre todo el dato del deflactor del PIB americano del cuarto trimestre, que se conocerá este jueves, así como el dato definitivo de PIB americano del cuarto trimestre que se publica el miércoles. Aunque evidentemente la mayor atención estará puesta en los mensajes de la administración americana sobre la guerra comercial.
Aunque tras la agitada y negativa sesión del viernes pasado la amenaza de un "lunes negro" se cierne de nuevo sobre las Bolsas, nos inclinamos más bien a pensar, aun a riesgo de equivocarnos, en una estabilización de los mercados estos días de Semana Santa, tras las fuertes caídas de las últimas sesiones.
A nuestro juicio la gran corrección no vendrá hasta que la preocupación sea la recesión americana, y para eso falta tiempo, al menos si nos creemos el optimismo de la Fed. Pero de momento la guerra comercial y la nueva Fed de Powell van a mantener a los índices alejados de sus máximos anuales durante bastante tiempo.
Juan Carlos Ureta Domingo
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