Una semana más las Bolsas americanas y, sobre todo, el Nasdaq han hecho gala de una extraordinaria fortaleza, ajenas completamente a los datos económicos que van apareciendo y ajenas también a las opiniones de destacados economistas y gestores, como Nouriel Roubini, Larry Fink o Mohamed El Erian, entre otros, que pronostican que la debilidad económica tras la pandemia va a ser mayor que la que están descontando los mercados, y que no habrá recuperación en "V" sino más bien un tortuoso camino para alcanzar, muy poco a poco, niveles que, como decía hace una semana el semanario inglés The Economist, serán con suerte un 90% de los previos a la pandemia.
Las subidas semanales han estado muy impulsadas por la sesión del viernes, en la que se cotizó muy positivamente la noticia de que los negociadores chinos y americanos volvían a la mesa de negociaciones para avanzar en el ya casi olvidado acuerdo comercial. Esa escueta noticia hizo olvidar las acusaciones de Trump a China de haber fabricado el Covid-19 en un laboratorio de Wuhan y haberlo difundido a nivel global de forma negligente o incluso dolosa, acusaciones que había vuelto a formular al inicio de la semana y que habían provocado una airada reacción de China.
La noticia permitió al S&P, al Dow Jones y al Nasdaq terminar la jornada con ganancias, y con subidas semanales del 2,5% para el Dow, del 3,5% para el S&P y del 6% para el Nasdaq, que ya está en positivo desde el 1 de enero. Los valores de menor capitalización se han unido también en esta ocasión a las alzas, y el índice Russell 2000 de pequeñas compañías ha subido un 5,5% en la semana, pero las subidas de restantes Bolsas globales, sin embargo, han sido más moderadas o incluso no han existido en algunos casos. El Nikkei y la Bolsa de Shanghai han subido un 2,8% y un 1,2%, respectivamente, y en Europa el Eurostoxx 50 ha caído un 0,7% en la semana y nuestro Ibex un 2%, mientras que el Dax alemán ha tenido que conformarse con una modesta subida del 0,4%.
Se vuelve así a ensanchar la diferencia entre las Bolsas americanas y las europeas, de nuevo en un entorno realmente lleno de malas noticias. El viernes EE.UU. anunciaba su mayor tasa de paro desde la Gran Depresión, un 14,7% tras dejarse más de veinte millones de empleos en abril. A esa noticia había precedido, el jueves, la de las peticiones semanales de desempleo, que fueron 3,2 millones, menos que los 3,8 de la semana anterior, pero elevando el total de nuevos desempleados en las últimas siete semanas a 33,5 millones. El PMI adelantado de servicios de abril en EE.UU. publicado por IHS Markit ha caído en abril a su mínimo histórico, en 26,7 puntos y lo mismo el de Japón, que cayó hasta 21,5 puntos. En Europa la producción industrial alemana en marzo cayó un 9,2%, más de lo esperado, y también la francesa fue peor de lo esperado, y el Banco de Inglaterra, que se reunió el jueves sin acordar nuevos estímulos, prevé una contracción para la economía del Reino Unido del 30% en el primer semestre.
Es verdad que ha habido alguna sorpresa positiva como la subida del 3,5% de las exportaciones chinas en abril, pero son la excepción, y realmente hay que pensar que lo que mueve a los inversores sobre todo es la expectativa de que la curva de contagios vaya a menos, señalizando el principio del fin de la pandemia, y por supuesto al apoyo de la Fed con su expansión de balance. Con esos mimbres los inversores han fabricado el cesto de la subida bursátil, y una vez montados en ella, les es difícil bajar.
No es el caso de Warren Buffet. El veterano inversor decía hace pocos días en su alocución virtual ante los accionistas de Berkshire Hathaway que no está haciendo compras porque no ve nada atractivo, y achacaba esa falta de atractivo a la presencia activa en el mercado de un nuevo jugador, la Fed. A diferencia de 2008, cuando muchas empresas llamaron a Buffet para ofrecerle sus bonos o acciones en condiciones favorables, ahora, dijo Buffet, el teléfono no ha sonado. Si hasta Boeing ha podido emitir veinticinco mil millones de dólares en bonos, sin tener que ofrecer un elevado tipo de interés, y los ha colocado muy bien, lógicamente nadie va a ir, como lo hizo Goldman Sachs en la crisis de 2008, a pedir ayuda a Buffet dándole condiciones especiales.
Hay un hilo conductor entre el discurso virtual de Warren Buffet en la Junta de Berkshire Hathaway y la sentencia del Tribunal Constitucional alemán sobre el programa de compra de bonos del BCE que se ha conocido esta semana, una sentencia que podría marcar el principio del fin del "whatever it takes". Buffet cuestiona, indirectamente, el hecho de que la Fed compre activos a precios a los que un inversor profesional, como él, no los compraría, y el TC alemán se pregunta si las compras de bonos por parte del BCE son adecuadas y proporcionales a sus funciones de dirigir la política monetaria y velar por la estabilidad financiera y la salud de los Bancos de la zona euro.
Son dos ángulos, uno jurídico y otro económico, pero inciden en lo mismo, en llamar la atención sobre los límites de la actuación de unos Bancos Centrales cuya intervención masiva y continua en los mercados financieros ha sido la gran novedad de esta última década, alcanzando niveles insólitos tras la pandemia. Hay algo en la postura oficial de los banqueros centrales que recuerda a la famosa paradoja de la omnipotencia ¿puede un ser omnipotente crear una piedra tan pesada que ni siquiera ese ser omnipotente pueda levantar?
Los Bancos Centrales manejan ya hoy un balance de treinta trillones (millones de millones) de activos, que es un 20% de los activos de la banca global y un 15% del total de los activos financieros de los mercados que hay en el mundo. Son por tanto un "player" fundamental del mercado y hoy más que nunca se hace verdad el dicho de que no es recomendable ir en contra de la Fed. Eso es justamente lo que les pasa a muchos inversores, que ante la subida de las Bolsas, y con el recuerdo vivo del rally de las Bolsas entre 2009 y febrero de 2020, sobre todo de las americanas, no desean ir en contra de la Fed y tienen auténtico pánico a quedarse fuera del "rally". Es lo que ahora se llama el síndrome FOMO (fear of missing out).
Es comprensible la posición de Buffet, y son igualmente comprensibles las inquietudes del Tribunal Constitucional alemán, más allá de que tenga o no jurisdicción sobre el BCE, que no la tiene. Y es comprensible porque, como decía el propio Buffet en la mencionada junta de Berkshire Hathaway, los Bancos Centrales están haciendo cosas cuyas consecuencias últimas no conocemos ("things that we really don't know the ultimate outcome") aunque todos esperamos y deseamos que sean positivas. Cosas cuya escala mueve al Tribunal Constitucional alemán a preguntar si no son excesivas, si bien es tranquilizador saber que a la presidenta del BCE esos temores la dejan completamente indiferente ("undeterred").
El tiempo se ocupará de aclarar las dudas, pero de momento los inversores parecen estar encantados y las Bolsas suben incluso más allá de lo que los números fríos aconsejarían, lideradas por las tecnológicas, pero también con participación de otros sectores. Da la impresión de que los inversores están tratando de poner en valor la reapertura de la economía y no quieren equivocarse por abajo, dado el síndrome FOMO.
Decía Warren Buffet en la ya mencionada reunión con sus accionistas que las Bolsas pueden hacer cualquier cosa, y es difícil discrepar de esa opinión en unos mercados movidos por la liquidez. Los principales índices, como el S&P, el Nikkei o el Dax, han recuperado ya la mitad de las caídas de marzo, por lo que están en niveles técnicos muy relevantes. Si han sido capaces de llegar hasta aquí en medio de una cascada de datos económicos y empresariales realmente aterradores, no se ve por qué no puedan seguir adelante si las expectativas empiezan a ser algo mejores. Pero desde luego estaríamos ante otra gran brecha entre la realidad de una economía paralizada por el coronavirus y la alegría de unas Bolsas en plena fiesta de liquidez y encaminándose de nuevo, en el caso de las americanas, hacia sus máximos históricos.
Esta semana vamos a tener la oportunidad de valorar mejor cómo va de verdad la llamada vuelta a la normalidad. El viernes se publican las ventas minoristas de abril en EE.UU. y en China, así como la confianza del consumidor de la Universidad de Michigan. Es importante ver en EE.UU. el impacto sobre el consumo que han tenido los más de veinte millones de parados, porque el consumo es el 70% del PIB americano, y es lo que ha impulsado la economía estos últimos años. Además, el mismo viernes se publican la producción industrial y el índice de manufacturas del Empire State. Tal vez Jerome Powell, que habla el miércoles pueda también hacer una valoración sobre estos temas.
En Europa también hay datos interesantes. El miércoles se publica el PIB inglés del primer trimestre y el jueves el alemán. El viernes se conocerá la segunda lectura del PIB de la zona euro, cuya primera lectura fue una caída del 3,8% en el primer trimestre. En resultados publican cifras empresas como Cisco, Vodafone, Deutsche Telekom, Toyota y Honda, entre otras.
Nos quedamos con la idea de Buffet de que las Bolsas pueden hacer cualquier cosa en su puesta en valor de la reapertura, pero tras una subida de un 50% desde marzo en los principales mercados, y con un niveles de desempleo muy elevados que normalmente van a repercutir en el consumo, no podemos dejar de recomendar prudencia, aun a riesgo de equivocarnos.
Juan Carlos Ureta Domingo
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