Opinión

La confianza, una materia prima muy delicada

Aunque las últimas sesiones de septiembre volvieron a estar marcadas por fuertes caídas, siendo en este caso el principal catalizador de las mismas el desplome de Glencore tras un informe que ponía en duda su solvencia, al final la semana a caballo entre septiembre y octubre ha finalizado con subidas que han permitido un resultado semanal más o menos digno. El S&P y el Dow Jones han subido un 1% en la semana, el MSCI Emerging Markets en dólares ha subido un 1,9% y nuestro Ibex un 0,9%. Los índices que han caído lo han hecho de forma moderada, como el Eurostoxx y el Nikkei, con una caída ambos del 0,9% o el Dax que ha retrocedido un 1,4%.

En este sentido, los esfuerzos de estabilización de las Bolsas, a los que aludíamos en nuestro anterior comentario han funcionado, y de nuevo los niveles de los principales índices al cierre del pasado viernes mantienen, en general, una confortable distancia con los mínimos del llamado "lunes negro", es decir del 24 de agosto pasado.

Pero, a pesar de ese buen comienzo de octubre, el ambiente está muy marcado por lo que ha pasado en agosto y en septiembre. Tal y como hemos señalado en nuestros comentarios a los largo de este verano, las caídas de las Bolsas en agosto y septiembre no eran turbulencias pasajeras, atribuibles a la época estival, sino que responden a causas más profundas, que han quebrado en buena medida el estado de confianza que existía en los primeros meses de este año.

Si miramos las grandes historias que han tenido impacto en los mercados este verano (China, la Fed y su decisión de no subir tipos, Volkswagen, Glencore,....) en todas ellas subyace un problema de confianza. Confianza en que los números de China sean fiables, confianza en que los gestores de las grandes empresas no nos estén engañando, confianza en que los banqueros centrales realmente estén o no dirigiendo la economía hacia una nueva etapa de crecimiento. La devaluación del yuan y todos los datos que venimos conociendo de la economía china apuntan a una severa desaceleración y la pregunta es cómo va a afectar esa desaceleración a los balances del muy opaco sistema bancario chino y cómo va a afectar a la muy extendida "banca en la sombra". El caso Volkswagen vuelve a recordar, cuando creíamos haber olvidado lo que pasó con Enron, que los gestores de grandes compañías también pueden engañar, y el caso Glencore nos recuerda que el excesivo endeudamiento lleva a problemas muy serios.

Pero de todas las desconfianzas que han aflorado este verano, sin duda la más inquietante es la suscitada por los banqueros centrales, que tuvo su activador en la decisión de la Fed el pasado 17 de septiembre de no subir los tipos de interés. Los inversores, de pronto, han dejado de celebrar la "buena noticia" del dinero barato y han empezado a preguntarse por la "mala noticia", la de las razones que hacen que el dinero esté tan barato. El pensamiento que surge es que las cosas deben estar muy mal si la Fed, tras prometer una "normalización" de la política monetaria ahora no se atreve a llevarla a cabo y pospone "sine die" la subida de tipos.

Todos los datos que están apareciendo muestran crecimiento económico débil. Japón puede haber entrado de nuevo en recesión en el tercer trimestre, además de bordear la deflación. La zona euro tampoco acaba de generar ni crecimiento ni inflación y en EE.UU. el informe de empleo de septiembre que se publicó el pasado viernes quedó por debajo de lo esperado y lo mismo ha pasado con el ISM de manufacturas de septiembre, que está ya en 50,2 muy cerca de la zona de contracción, evidenciando así el impacto del dólar fuerte en las exportaciones de bienes norteamericanos. No es sorprendente, por ello, que la directora del FMI, Christine Lagarde, avise de un crecimiento decepcionante ("disappointing growth"), resaltando en particular la debilidad de las economías emergentes, con la excepción de India.

La expectativa a principio de año era que la mezcla de liquidez, dinero barato y petróleo barato iba a generar crecimiento pero ahora se ve que no es así, y los mercados lo acusan con su desorientación y con desconfianza.

Un buen ejemplo es la sesión del pasado viernes. Las Bolsas empezaron regular, luego, con el dato de empleo americano, se hundieron, y finalmente acabaron la sesión subiendo y en muy buen tono. Pese a tanto movimiento rápido, la verdad es que a lo largo de la sesión nada relevante había cambiado. Pero los futuros del S&P tras marcar un mínimo de 1.883 que amenazaba con romper los mínimos del 24 de agosto, cerraron en un máximo de 1.943, sin que realmente hubiese ninguna información nueva que justificase el giro en el sentimiento inversor. Algo similar ocurrió en el oro, cuyos futuros marcaron un mínimo de 1.105 dólares la onza pero luego fueron remontando hasta cerrar cerca del máximo intradiario de 1.141 dólares la onza. Por su lado, el petróleo también se animó en la última parte de la sesión y el T bond del tesoro americano a diez años, que llegó a marcar un tipo de interés del 1,9% finalizó la sesión en 1,99%, pareciendo también descontar expectativas algo más optimistas.

A nuestro juicio el esfuerzo de estabilizar los mercados, que ha tenido ya un cierto éxito, va a seguir siendo muy intenso en esta recta final del año, con los Bancos Centrales a la cabeza de ese esfuerzo. No obstante, y sin perjuicio de ello, los índices principales han quedado seriamente "tocados" tras las caídas de agosto y septiembre, y en nuestra opinión veremos otros episodios de debilidad incluso antes de que termine el año y desde luego en el 2016.

Esta semana tenemos como plato "fuerte" la publicación el jueves de las actas de la última reunión de la Fed. Pero antes, el lunes conoceremos el ISM americano de servicios, seguramente menos influido que el de manufacturas por el dólar fuerte, y el martes conoceremos la balanza comercial norteamericana de agosto, donde no se esperan buenas cifras. También empieza la publicación de los resultados empresariales del tercer trimestre, y veremos las cifras de Pepsico y de Alcoa, entre otras.

Septiembre ha sido un mes duro para las Bolsas, tras un muy mal agosto. El Nikkei ha caído casi un 8% en el mes, el Dax un 5,8%, el Ibex un 6,8%, el S&P el 2,6% y el MSCI Emerging Markets en dólares el 3,2%. Tras esas caídas lo normal es que haya un rebote, que debería encontrar su apoyo en los resultados empresariales que se vayan publicando.

La confianza está muy dañada y eso pondrá límites a cualquier repunte, pero a poco que acompañen las cifras de beneficios, los inversores las acogerán encantados al poder tener así una excusa para que la renta variable suba. Al fin y al cabo, donde está la verdadera burbuja es en los bonos, y no en las Bolsas.

D.Juan Carlos Ureta Domingo
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