A medida que las políticas monetarias ultraexpansivas van a más en sus sucesivas iteraciones, las Bolsas van también escribiendo su propio guion y adaptándose a las consecuencias que derivan para las inversiones de la prolongación en el tiempo de esas políticas. Se va creando así una realidad paralela, la de los mercados financieros, que, sin ser totalmente ajena al mundo real, lo interpreta en clave monetaria, y da su particular versión de las cosas que pasan.
Ahora el guion de las Bolsas se basa fundamentalmente en la prolongación “sine die” de las favorables condiciones monetarias, o incluso en que pueda haber nuevas bajadas de tipos de interés y nuevas inyecciones monetarias. Ese es el foco dominante y la semana pasada lo hemos vuelto a ver de forma clara. Las Bolsas han continuado su línea alcista sin prestar demasiada atención ni a los datos económicos que indican desaceleración, ni a la ampliación de nuevos casos de la epidemia del coronavirus tras cambiar las autoridades chinas la forma de computar las personas afectadas, ni a las advertencias de varias empresas, como Cisco, Nvidia o Estee Lauder, entre otras, sobre el inevitable impacto que esta epidemia tendrá en las cadenas de suministro globales y por tanto en la producción y en las ventas de muchísimas compañías.
Esas noticias no han inquietado a los mercados sino que, por el contrario, se han interpretado como positivas, en la medida en la que puedan impulsar a la Fed y al BCE a relajar aún más sus políticas. Y así, los índices americanos han vuelto a marcar nuevos récords históricos prácticamente todos los días de la semana, apoyados en valores como Amazon, Apple, Google, Facebook, Netflix e incluso Tesla. Los europeos les han seguido, aunque como siempre, un poco a distancia. El S&P ha subido el 1,6% en la semana, el Nasdaq el 2,2%, el Eurostoxx el 1,1%, y nuestro Ibex el 1,5%. Como excepción, el Nikkei ha recortado un 0,6% en la semana, pero la otra gran referencia de Asia, el Shanghai Composite, sigue su recuperación y ha logrado avanzar un 1,4%.
La idea dominante es que lo peor ya está visto en el brote de coronavirus, y que poco a poco irán remitiendo los nuevos casos y se irá controlando la situación. Incluso, como antes decíamos, algunos analistas, desde el lado positivo, creen que la Fed y el BCE pueden bajar nuevamente los tipos e inyectar más dinero a la economía para combatir los efectos de la epidemia en la economía.
Es muy llamativo que los mercados apliquen este tipo de razonamiento, de forma similar a como lo hicieron el pasado año con el Brexit o con la guerra comercial entre EE.UU. y China. El Brexit en sí mismo es un problema, pero los mercados no lo han descontado en negativo, salvo una o dos jornadas en junio de 2016 tras el referéndum. Sin embargo, sí celebraron con mucha euforia la confirmación del Brexit en 2019, al entender que será un Brexit con acuerdo y no un “hard Brexit”.
Lo mismo pasa con el conflicto chino americano. Sin duda, más allá de los posibles acuerdos a los que se llegue, ese conflicto impacta negativamente al crecimiento tanto de China como de Estados Unidos, tal y como ya se está viendo. Sin embargo, los mercados en 2019 no descontaron el impacto negativo, pero sí celebraron, y además varias veces, el mini acuerdo conseguido a fin de año, la llamada fase uno. Con el coronavirus se repite el modelo, no se han descontado en las Bolsas europeas y americanas (en la china sí) los efectos negativos de la epidemia sobre el crecimiento, pero, sin haber apenas recorte previo, las Bolsas suben cuando parece que se acerca el final.
Aunque a veces los mercados financieros se equivocan (como ejemplos la burbuja “punto com” del 2000 o la más reciente burbuja financiero-inmobiliaria de 2008) hay que pensar que, en general, los mercados suelen tener razón y por tanto hay que pensar que las Bolsas están descontando con sus subidas un cambio de escala en la economía global, en un mundo de diez mil millones de habitantes, todos ellos con capacidad de consumo gracias a las políticas de dinero barato y a la revolución tecnológica en curso.
Pero a corto plazo las señales no son tan optimistas. El pasado viernes se conocían los datos de crecimiento de la zona euro, arrojando la cifra más baja de los últimos siete años, con un simbólico avance del 0,1% en el cuarto trimestre de 2019. Alemania no creció absolutamente nada, aunque tampoco decreció, y Francia e Italia entraron en números rojos, con un -0,1% y -0,3%, respectivamente. Igualmente, Finlandia decreció un 0,4% contribuyendo a la parálisis general de la zona. En EE.UU. se publicaron también el viernes las ventas minoristas de diciembre, con una subida del 0,3%, que era la esperada. La nota negativa la pusieron la revisión a la baja de las cifras de diciembre y la fuerte caída de algunos componentes, como la ropa, que suscitan algunas dudas sobre la sostenibilidad del crecimiento del consumo, que representa un 70% de la economía norteamericana.
Todas estas señales son anteriores al coronavirus, pero, en definitiva, da toda la sensación de que las Bolsas se han instalado plácidamente en la convicción de que cualquier problema va a ser solucionado y de que el escenario “crecimiento y bajos tipos” va para muy largo. El “whatever it takes” sigue igual de vigente o más que hace ocho años.
El coronavirus seguirá siendo el “driver” dominante en los mercados esta semana, pero también hay algunas otras noticias de interés como los resultados del gigante de la distribución Walmart, cuyas cifras arrojarán más luz sobre la evolución de los consumidores americanos, el PIB japonés del cuarto trimestre de 2019, los PMIs de manufacturas y servicios preliminares de febrero en EE.UU. y en la zona euro o las actas de la última reunión de la Fed.
El ambiente general es positivo y todo el mundo espera que las Bolsas sigan subiendo, más aún si se va controlando el brote de coronavirus , pero, aun a riesgo de equivocarnos, tras un 2019 realmente espectacular y tras un inicio de 2020 en el que cuatro de las seis primeras semanas del año han sido alcistas, no podemos dejar de recomendar máxima prudencia y selección en las inversiones, sobre todo dadas las señales de desaceleración económica anteriores a la aparición de la epidemia.
Juan Carlos Ureta Domingo
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