El hecho de que los tres grandes índices norteamericanos, el Dow Jones, el S&P y el Nasdaq, cerrasen el pasado viernes en máximos históricos de todos los tiempos puede parecer poco noticioso, en un año en el que esos índices suben día tras día, dejando la sensación de que lo raro sería que no se rompiese un nuevo récord en cada sesión.
Sin embargo, la espectacular subida de las Bolsas americanas es, junto a la mucho más impresionante escalada del bitcoin, un fenómeno que sin duda pasará a la historia financiera como realmente extraordinario, cuando se pueda ver con un poco de distancia, dentro de unos años.
Hoy, sumergidos en ese imponente "rally" de las Bolsas americanas que empezó hace poco más de un año, tras el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales, y que desde entonces no ha tenido prácticamente ningún descanso, nos puede parecer normal, y hasta lógico, que los índices suban de forma continua, sin descensos apreciables, pero no lo es. Lo que es normal, como dijo el premio Nobel Milton Friedman al ser preguntado por un periodista sobre la evolución de los mercados de acciones, es que las Bolsas fluctúen, que tengan volatilidad.
Las fluctuaciones son ahora mínimas en las Bolsas americanas, y se producen al son de los avances o retrocesos de la tramitación en el Senado de la reforma fiscal propuesta por Trump. Es curioso que el pasado jueves fuese la peor sesión del S&P en el último mes, al haber dicho el Senador de Florida Marco Rubio que no votaría en favor de la reforma fiscal, y no es menos curioso que ese descenso fuera solo del 0,4%, siendo el mayor en un mes. Obviamente, el viernes llegó el rebote, de un 0,9% para el S&P, al calor de las noticias que auguraban la aprobación de la reforma fiscal la próxima semana.
Sin querer restar importancia a la reforma fiscal (bajar el impuesto de sociedades del 35% al 21% es realmente muy importante para las empresas y ojalá los Gobiernos europeos tomasen nota en lugar de protestar) lo cierto es que el seguimiento milimétrico que hacen los inversores y los índices americanos de las idas y venidas de la tramitación parlamentaria de esa reforma se ha convertido en uno de esos episodios de distracción a los que el mundo de Wall Street es tan aficionado. Hay otros temas que merecerían también la atención de los inversores y que simplemente no se miran.
La reforma fiscal está ya sobredescontada, de hecho lleva descontándose desde el día mismo en el que Trump ganó las elecciones, y además solo se está valorando su efecto positivo en las cuentas de las compañías americanas, que es evidente, sin tener en cuenta efectos laterales negativos como el aumento del déficit y de la deuda pública norteamericana, ya en estos momentos muy elevada.
Las cuatro palabras finales de Janet Yellen el pasado miércoles, al despedirse en su última rueda de prensa como presidenta de la Fed, fueron "correlation is not causation" (correlación no es causalidad), queriendo aludir la presidenta de la Fed a que la posible recesión que anticipa el aplanamiento de la curva de tipos de interés no será culpa de ese aplanamiento sino de otros factores. Podemos extrapolar esas cuatro palabras a lo que hoy pasa en las Bolsas americanas. Trump se ha apropiado, a golpe de tuit, de la subida de Wall Street como si él fuese la única causa de esa subida, y hoy apostar por las Bolsas americanas es, en alguna medida, apostar por el éxito de Trump y de sus ideas. Seguramente no hay "causalidad" en ese paralelismo pero sí hay, al menos, una "correlación" que a Trump le encanta y que Trump utiliza, con el beneplácito de Wall Street.
En todo caso, las Bolsas americanas pueden recibir un impulso adicional si finalmente tiene lugar esta semana la aprobación de la reforma fiscal, y eso abriría una brecha aún mayor con las Bolsas europeas, que a partir de mayo han pedido fuelle y que en esta última recta del año están tocadas por diversos temas políticos, como las negociaciones del Brexit, la situación catalana, las dificultades de Merkel para formar Gobierno o la pérdida de "glamour" de Macron. También las Bolsas emergentes han perdido fuerza estas últimas semanas, aunque todavía acumulan ganancias anuales notables.
La semana pasada esa brecha se abrió un poquito más. El S&P subió el 0,9% en la semana, el Dow el 1,3% y el Nasdaq el 1,4%. Frente a esas subidas el Eurostoxx bajó el 0,86% y nuestro Ibex el 1,6%. Está vez también pinchó el Nikkei con una caída semanal del 1,1% y el MSCI de emergentes solo ha conseguido subir un 0,7% en la semana y el último mes arrastra pérdidas.
Esa subida en solitario de las Bolsas americanas no es, en nuestra opinión, sostenible, como ya hemos dicho en anteriores comentarios. Es un modelo desequilibrado que no funciona a la larga. Por ello, lo normal es que o bien las demás Bolsas suban para alcanzar a las estadounidenses o bien el rally americano, que es un rally impulsado por un número relativamente reducido de valores, se vaya apagando, o una combinación de ambas cosas.
En la zona euro Draghi pintó el jueves pasado, tras la última reunión del año del BCE, un escenario muy optimista elevando el crecimiento económico al 2,5% para el 2017 y 2018 frente al 2,4% y 2,1% dado en septiembre. Pero a la vez se reafirmó en la política monetaria acomodaticia por un periodo de tiempo largo ("for an extended period of time"), tal vez porque la inflación se mantiene baja, y la previsión para el 2018 sube solo ligeramente del 1,6% al 1,7%, no alcanzándose el objetivo del 2% hasta el año 2019, que es cuando se prevé que empiecen las subidas de tipos.
En EE.UU. la Fed ha vuelto a subir los tipos pero hay dudas de si subirá las cuatro veces previstas en el 2018 o se quedará en una o dos. Los bonos a largo plazo parecen apostar más bien por tipos bajos durante largo tiempo, el Bund alemán sigue anclado en el 0,3% y el T bond del Tesoro americano a diez años sigue en el 2,35%. En ambos casos el mensaje es de poca inflación y poca subida de tipos a medio plazo, anticipando incluso alguna posibilidad de recesión.
Volviendo a las palabras finales de Janet Yellen al despedirse el pasado miércoles, "correlación no es causalidad" y las Bolsas viven felices, ajenas a esos mensajes de los bonos y sin correlacionarlos en absoluto con posibles señales de recesión.
Una felicidad que todo apunta a que continuará esta penúltima semana del año, a mayor gloria de Trump.
Juan Carlos Ureta Domingo
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