Las personas buscamos fines que valoramos para mejorar nuestras circunstancias actuales. Ponemos en marcha nuestra creatividad para inventar y alcanzar los objetivos que tienen valor para nosotros. Y es que la economía no trata de elementos físicos, no trata de barriles de petróleo o de millones de euros, sino de ideas. Basta una idea para cambiarlo todo. Un motor que haga consumir la mitad, equivale a duplicar las reservas de esa materia prima. También es claro que a un billete no le damos valor por su compuesto de celulosa con tinta, sino por la idea que tenemos de que nos sirve como elemento de intercambio. Por eso decía Hayek que podemos ser pocos y pobres o muchos y ricos: más seres humanos, todos ellos creativos, es más prosperidad.
Cuando el ser humano se ve rodeado de escasez, aplica su creatividad y se llena el cuerno de la abundancia. Hay una famosa anécdota del Club de Roma entre dos científicos de filosofías opuestas. Paul Ehrlich decía que los recursos naturales se agotaban, que el planeta no podía acoger a tantos seres humanos. Julian Simon, por el contrario, decía que las materias primas serían más abundantes y más baratas. Simon le dijo a Ehrlich que podía escoger cinco materias primas y que vería cómo, en diez años, bajarían de precio. La famosa apuesta terminó con Ehrlich teniendo que pagar a Simon, pues todas las materias primas bajaron de precio.
Esta anécdota nos recuerda que no vivimos en el peor de los mundos, sino en el mejor. Es cierto que tenemos una tarea pendiente importante con el medio ambiente. Pero la buena noticia es que, por fin, hemos puesto el punto de mira en buscar soluciones. Y, aunque vamos contra reloj, lo conseguiremos. Depende de cada uno de nosotros, de lo que podamos aportar. El futuro del ser humano no es un "por venir", sino un "por hacer". Dentro de la inversión, también debemos poner al ser humano en el centro. No se trata de cantidades de dinero invertidas, sino de mejorar la situación de las personas. En este sentido, la inversión de impacto no es que deba pasar a tener un papel preponderante, sino que resulta la única adecuada para el ser humano.
Una inversión con impacto debe tener rentabilidad, pero debe ir mucho más allá. Hay que hacerse preguntas que nos muestren si la inversión es de impacto dentro del contexto que hemos enmarcado: ¿mejora el entorno medioambiental en el que se desenvuelven las personas? ¿Mejora la situación en los empleos? ¿Mejora la sociedad? Las respuestas positivas a preguntas como estas son la piedra de toque que permite discernir un impacto real. Cada uno tenemos una responsabilidad con el ser humano. En el marco de nuestro entorno laboral, debemos encontrar el modo de aportar ese granito de arena para mejorar el mundo en el que vivimos, buscando aquellas inversiones que realmente supongan un impacto positivo.
Para terminar, queremos destacar tres fondos de inversión diferentes que son ejemplo perfecto de lo hablado anteriormente: búsquedas de rentabilidad con impacto en la sociedad:
Schroder Global Climate Change- LU0302446645
Fondo de renta variable global que invierte en compañías que se beneficien y ayuden de la tendencia global a combatir el cambio climático (p.e. energías limpias, eficiencia energética, alimentación, transporte sostenible, recursos medioambientales, etc.). Fondo disponible en Selección 50.
Legg Mason Cb Us Eq Sust Ldrs- IE00BKVL7J92
Fondo de renta variable estadounidense que integra criterios ESG en el análisis fundamental de la selección de compañías. Cualquier compañía que no cumpla los criterios de ESG, no podrá formar parte de la cartera en ningún caso. Fondo disponible en Selección 50.
Nordea 1 - Global Climate Envir - LU0348926287
Fondo de renta variable global que busca compañías que se beneficien de la tendencia global a buscar soluciones eficientes y luchar contra el cambio climático (p.e. Smart Farming, eficiencia energética, materiales bajos en consumo, etc.) Fondo disponible en Fondotop.
Artículo publicado en la revista Rankia Pro.
Carlos Arenas Laorga
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