En unas Bolsas acostumbradas a que todas las noticias sean buenas y, además, a interpretar de la mejor forma posible cualquier noticia, sea cual sea, las dos cosas que podían salir mal esta última semana, la inflación americana y el inicio de la publicación los resultados empresariales del primer trimestre, han salido mal. Y, además, las Bolsas las han interpretado en el peor sentido posible, podríamos decir que incluso de forma un poco tremendista, tal vez porque, para complicar un poco más las cosas, el escenario geopolítico se ha complicado también un poco más con el ataque de Irán a Israel.
Empezando por la inflación americana, que se publicó el miércoles, el IPC de marzo fue 0,4% en el mes y 3,5% en términos anuales, en ambos casos una décima por encima de lo estimado por el mercado, y subiendo desde el 3,2% de febrero. La inflación subyacente, por su lado, subió también el 0,4% en el mes, lo que la lleva a un 3,8% anualizado, frente a una estimación de consenso de 0,3% para el mes y de 3,7% para el año. Por tercer mes consecutivo la inflación americana subía en marzo más que las expectativas del consenso de mercado.
La reacción de las Bolsas americanas fue muy negativa y, tras el dato, los tres grandes índices se dieron la vuelta y cerraron con caídas superiores al 1% la sesión. Las actas de la Fed, publicadas también el miércoles tras la noticia de la inflación, no ayudaron demasiado a contrarrestar el impacto negativo del IPC, al mostrar que una mayoría de sus miembros prefiere esperar a tener mayor evidencia de que la inflación va hacia el 2% antes de bajar los tipos. Parece que los miembros de la Fed se hacen la misma pregunta que se hacía hace unos días el presidente de la Fed de Minneapolis, Neel Kashkari, y con la que titulábamos nuestro anterior comentario, a saber, ¿por qué hay que bajar los tipos de interés si la economía norteamericana está tan fuerte?
Es verdad que el jueves el dato de precios de producción (PPI), que fue de 0,2% en el mes, mejor del 0,3% estimado por el consenso, vino a aliviar los temores e hizo remontar a las Bolsas americanas, sobre todo, al S&P y al Nasdaq, que con la ayuda de las grandes tecnológicas tuvieron una jornada muy positiva. Apple y Nvidia subieron más de un 4% y Amazon logró un nuevo récord, aunque al final cerró algo por debajo del récord, pero subiendo un 1,7%.
Pero esa remontada tuvo corta vida, ya que el viernes desde el inicio de la sesión, los índices fueron a la baja y esa caída se acentuó tras presentar resultados JP Morgan, Citi y Wells Fargo. Los números de JP Morgan fueron especialmente mal recibidos y cayó al final de la sesión un 6,47%, pese a que sus beneficios superaron las expectativas de los analistas. El mercado valoró especialmente mal que el margen financiero de JP Morgan cayese respecto al trimestre anterior, algo que no sucedía desde hace tres años.
Al final, y tras una sesión de cierre semanal muy negativa, que fue a peor a medida que avanzaba y que en algunos momentos llevó al Dow Jones a perder casi 600 puntos, los índices bursátiles europeos y americanos cerraron la segunda semana consecutiva a la baja. El Eurostoxx ha caído un -1,2%, el S&P un -1,56%, el Dow Jones un -2,37% y el Nasdaq un -0,45%. Caídas semanales que contrastan con la subida semanal del Nikkei del 1,36% y con el buen comportamiento de bastantes Bolsas emergentes, un comportamiento que ha permitido al MSCI Emerging Markets en dólares a cerrar con una caída semanal muy moderada de tan sólo el 0,38%.
¿Como leer esa evidente pérdida de “momentum” de las Bolsas europeas y americanas al inicio del segundo trimestre? ¿Es sólo una toma de beneficios pasajera o hay algo más?
En nuestra opinión, hay algo más que una mera toma de beneficios, y ese algo más es que las Bolsas empiezan a poner en duda la idea del “mercado alcista secular” por el que apuesta una parte del mercado. Una idea que se basa en proyectar, como decíamos en nuestro comentario de fin de marzo, el mejor escenario posible, en dibujar un mundo “perfecto” de inflación a la baja, vuelta a las políticas monetarias expansivas y crecimiento económico al alza. Ese mundo “perfecto” ha movido a las Bolsas a máximos históricos sucesivos en el primer trimestre, pero parece que ahora se pone en cuestión, ante la resistencia de la inflación a bajar, y ante las proyecciones cautelosas de muchas empresas (el pasado viernes, por ejemplo, JP Morgan) que ven el futuro con menos optimismo que las Bolsas.
Si esta lectura es correcta y si los datos van convenciendo a los inversores de que, aunque baje los tipos la Fed, que lo hará, la economía estará aún algún tiempo en fase de digestión de los excesos y desajustes provocados por la larga etapa de “easy money”, lo normal es que las Bolsas entren en una fase lateral y, dependiendo de los datos que vayan saliendo, puedan entrar o no en una corrección más profunda, de entre el 5% y el 10%. De hecho, el pasado miércoles nada más y nada menos que Nvidia, el valor que simboliza mejor que ningún otro este mercado alcista, entró en corrección técnica tras caer un 10% desde su pico máximo, cuando llegó a cotizar a 836 dólares por acción, si bien finalmente cerró la semana en 875,25 dólares, de nuevo por encima de la zona de corrección técnica. Y JP Morgan no está lejos de caer en esa zona de corrección técnica tras su fuerte caída desde los máximos por encima de 200 dólares que marcó el uno de abril.
De momento, y a la espera de ver si este alto en el camino se transforma o no en corrección, lo que sí parece claro es que el sentimiento de complacencia extrema se ha roto. La reacción de las Bolsas ante una inflación de marzo que, no siendo buena tampoco es catastrófica, y la reacción ante unos números de JP Morgan que, de nuevo, no son extraordinarios pero tampoco son tan malos, pone de manifiesto que el problema es haber descontado un mundo “perfecto”, un escenario demasiado bueno como para ser cierto. Las actas de la Fed, los mensajes de JP Morgan y de su presidente, Jamie Dimon, o el ataque de Irán a Israel en venganza por el ataque de Israel al consulado israelí en Damasco, muestran otro mundo, menos “perfecto” pero mucho más real, y los inversores parecen haber tomado nota.
Las implicaciones a medio plazo de este cambio de sentimiento inversor son, a nuestro modo de ver, muy interesantes y mueven a valoraciones más prudentes que las que se hacían a fin de marzo, sobre todo con el petróleo ligero (WTI) por encima de 85 dólares, el Brent por encima de 90 y el tipo del bono del Tesoro americano a diez años ya por encima del 4,5%.
Pero a corto plazo, una vez visto que el ataque de Irán a Israel parece más un elemento de marketing del gobierno iraní para consumo interno que una auténtica escalada del conflicto, no nos sorprendería que haya un cierto rebote de alivio (“relief rally”) en las Bolsas, a poco que ayuden los resultados y los datos macro.
De momento, esta semana entramos ya de lleno en la temporada de resultados, con bancos como Bank of America, Goldman Sachs y Morgan Stanley dando sus cifras y confirmando o no si la evolución a la baja del margen financiero es generalizada. También publican otras muchas compañías tanto en Estados Unidos como en Europa, algunas de ellas vinculadas al consumo, como Johnson & Johnson, Procter & Gamble o American Express. Hay también datos económicos relevantes como las ventas minoristas de marzo en Estados Unidos y el crecimiento del PIB de China en el primer trimestre.
Todos esos datos y resultados empresariales nos van a ayudar a entender mejor el alcance de las dudas que el margen financiero de JP Morgan ha proyectado sobre la economía, y, en consecuencia, si la pérdida de “momentum” de las Bolsas se va a transformar o no en una corrección en toda regla.
Juan Carlos Ureta Domingo
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