La extraordinaria subida de las Bolsas en la primera semana de junio, continuando las alzas de mayo y las de abril, viene a confirmar que en el curso de tan solo cuatro meses las Bolsas han protagonizado el mercado bajista más rápido e intenso de la historia, entre fines de febrero y fines de marzo, y a continuación el mercado alcista también más rápido e intenso de la historia, superando ya el Nasdaq los máximos de febrero, y acercándose el S&P a esos máximos. La desconexión entre esas subidas y el entorno de una economía castigada por el confinamiento y, en el caso de Estados Unidos, alterada por los disturbios callejeros, es una situación verdaderamente especial, pero ahí está.
Es verdad que en esta ocasión los Bancos Centrales han actuado con mucha más celeridad y contundencia que en anteriores crisis, y es verdad que también los Gobiernos han actuado con rapidez inusual, y han lanzado programas de estímulo realmente importantes en su cuantía.
Pero la pregunta sigue siendo si, a pesar de esos programas, tiene realmente sentido que las Bolsas estén tan eufóricas ante lo que sin excepción los organismos multilaterales califican como una recesión muy severa de la economía. Hay que recordar que en diciembre de 2018 las Bolsas se hundieron ante el temor de una recesión en la economía americana, recesión que luego se evitó precisamente por las inyecciones monetarias de la Fed. Ahora las Bolsas suben pese a la casi segura recesión.
La razón fundamental que encuentran los analistas para las subidas es de tipo comparativo. Dado que los tipos de interés cero o negativos van para largo, la renta fija de calidad es carísima en comparación con las acciones. Eso explicaría que las subidas hayan sido compatibles con análisis como el de la Oficina Presupuestaria del Congreso americano el pasado jueves, que cree que el PIB americano no volverá a los niveles pre Covid al menos en una década, y con afirmaciones como la de la presidenta del BCE el pasado jueves, cuando justificaba el aumento del Plan Económico para la pandemia en la grave recesión que a juicio del BCE se nos viene encima en la zona euro. Una grave recesión de la que también alerta la Fed.
Es evidente que esa razón comparativa y la enorme liquidez que hay en el sistema ayudan muchísimo en las subidas, pero en nuestra opinión hay algo más, y ese algo más es que las Bolsas tienen una opinión sobre la reactivación de la economía diferente a la de la ya citada Oficina Presupuestaria del Congreso o a la de la Fed y el BCE.
Las Bolsas parecen descontar una reactivación vertical en "V" y ven validada esa opinión por datos como el Caixin privado de manufacturas de mayo en China, que se publicó el lunes pasado y se situó en un nivel de 50,7 mostrando expansión industrial, o como el empleo americano de mayo, que sorprendió a todos al arrojar una cifra de 2,5 millones de empleos nuevos, cuando el consenso era que habría 7,5 millones de puestos de trabajo perdidos. Una diferencia entre la previsión y la realidad de diez millones de empleos que jamás se había producido en la historia.
Es difícil evaluar la importancia de estos datos. Pueden limitarse a mostrar una recuperación puntual o ir más allá anticipando un fuerte rebote a medio plazo de la actividad, en contra, como decíamos, de las opiniones y análisis de los organismos multilaterales, los Bancos Centrales y las oficinas de análisis de los Gobiernos. Pero sin duda los mercados se apuntan a la versión más optimista, como lo demuestra también que el petróleo haya pasado en un mes de cotizarse a precio negativo a estar ya en 40 dólares por barril.
Dentro de ese tono general positivo, destaca en particular Europa. Las Bolsas europeas, incluido nuestro Ibex, se han comportado el último mes mucho mejor que las americanas y que el resto de las Bolsas globales. La semana pasada el Ibex ha tenido su mayor subida semanal de los últimos doce años avanzando un 11%. Lo mismo han subido en la semana el Eurostoxx, el Dax el Cac, y el Mib. Esas subidas doblan a las del S&P, que ha ganado un 5% en la semana, y el Nikkei, que ha subido un 4,5%. En un auténtico festival alcista de todas las Bolsas (el S&P ha tenido su mayor rally alcista de la historia en un periodo de cincuenta días, el Nasdaq ha superado sus máximos históricos de todos los tiempos y el Dow Jones está ya por encima de los 27.000 puntos) las europeas claramente destacan.
Hay varias razones para explicar ese mejor comportamiento de las acciones europeas. La primera es la actuación del BCE que tras la ampliación de seiscientos mil millones que hizo el pasado jueves va a inyectar en total 1,4 billones de euros a la economía europea. El balance del BCE a fin de mayo era de 5,6 billones de euros, un 47% del PIB de la zona euro. La segunda razón es el Plan presentado por la Comisión Europea por setecientos cincuenta mil millones de euros y que debe ser aprobado este mes, al que hay que añadir el potente plan de estímulo alemán presentado por Angela Merkel el pasado miércoles. La tercera razón es que las Bolsas europeas estaban en general muy infraponderadas en las carteras internacionales y ahora su peso se está equilibrando. Esas razones explicarían también la fuerte subida del euro.
Volviendo a las Bolsas globales, Warren Buffet, al que citábamos la semana pasada, tenía razón. Las Bolsas pueden hacer de todo en el corto plazo, en medio de la enorme liquidez que han generado los Bancos Centrales generando movimientos tan extremos y contradictorios como los que hemos visto en esta primera parte de 2020.
Las Bolsas son así y cada vez se acentúa más esa sensación de que son totalmente imprevisibles en el corto plazo. A medio y largo plazo, hay que pensar que nada cambiará y que los beneficios empresariales seguirán siendo la clave del comportamiento de las Bolsas. Y desde esta perspectiva nos faltan todavía datos para poder evaluar si la euforia bursátil es acertada o no, pero desde luego cuando menos sí que podemos pensar que los inversores están descontando un futuro demasiado perfecto.
Esta semana, además de publicarse datos como el PIB japonés y de la zona euro en el primer trimestre, se reúne la Fed. La visión más generalizada es que el S&P podría ponerse en positivo en el año tras esa reunión, para lo que basta subir solo algo más del uno por ciento, o incluso podría, como ya lo ha hecho el Nasdaq, atacar de nuevo sus máximos históricos de todos los tiempos, que están solo a un 5% de distancia.
Sería verdaderamente notable que esto ocurriese en una economía que puede tardar, si hacemos caso a la Oficina Presupuestaria del Congreso, una década en recuperar el nivel de PIB que tenía antes del Covid, y que sufrirá un impacto negativo en su PIB de 15,6 billones de dólares a lo largo de los próximos diez años. Una economía que, pese al buen dato de empleo de mayo, tiene un paro del 13,3% y que debe despejar su modelo de relación con la potencia emergente, China, que ha salido muy reforzada de la crisis del coronavirus.
Sería notable, como decimos, pero a corto plazo ya no nos sorprende nada que las Bolsas puedan hacer.
Juan Carlos Ureta Domingo
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