Los mensajes tranquilizadores que, tal y como anticipábamos en nuestro anterior comentario, emitió Janet Yellen en su comparecencia del pasado jueves, sirvieron efectivamente para tranquilizar a las Bolsas, pero solo consiguieron compensar parcialmente los destrozos provocados por el escándalo de Volkswagen.
Yellen se vio obligada a dar señales de confianza en la buena marcha de la economía norteamericana y a manifestar, en consecuencia, que la subida de los tipos de interés se iniciará este año 2015, apostando así por el viaje de regreso a la "normalidad" monetaria y financiera. Lo hizo en un contexto de fuertes caídas de las Bolsas provocadas no solo por el descubrimiento del fraude de Volkswagen sino también por una serie de datos económicos bastante desalentadores. El PMI compuesto de la zona euro preliminar de septiembre ha caído cuatro décimas respeto a agosto, hasta 53,9 contrayéndose tanto en servicios como en manufacturas, y el dato preliminar de PMI manufacturero de China en septiembre ha bajado hasta 47 situándose en el mínimo de los últimos setenta y ocho meses. Ambos datos se conocieron el miércoles, poniendo una presión adicional a las Bolsas, en medio de la caída provocada por Volkswagen.
Asimismo, el viernes se supo que Japón, de nuevo, bordea la temida deflación, al caer el IPC de agosto por primera vez en dos años. Las dudas sobre la Abenomics son mayores que nunca y las promesas del gobernador del Banco de Japón, Kuroda, de lograr una inflación del 2% parecen cada vez más ilusorias.
La posición de la Fed no es fácil, a la vista de estos datos, entre otras cosas porque, como decíamos la semana pasada, es improbable que la economía norteamericana siga yendo bien si las demás no acompañan. Y no hablamos solo de emergentes, ni de China, sino de economías desarrolladas como Japón o la zona euro. No deja de ser sintomático que mientras hace unos meses los hundimientos en Bolsa los protagonizaban oscuras empresas chinas cotizadas en la Bolsa de Shanghai, ahora sea una multinacional del automóvil alemana de primer nivel, uno de los "blue chips" más emblemáticos del Eurostoxx, la que en dos sesiones pierde la mitad de su valor en Bolsa. La sombra de la duda se extiende desde las economías emergentes a las economías desarrolladas y a las grandes empresas europeas y americanas, lo que supone un salto cualitativo importante.
Ante estas dudas sobre si el modelo de tipos cero (ZIRP) y dinero abundante (QE) va a funcionar o no, los Bancos Centrales tienen dos opciones. La primera es intensificar sus políticas, haciendo la Fed una QE4 y volviendo de nuevo al escenario de tipos de interés negativos (NIRP) que vimos generalizarse en la zona euro en el primer trimestre de este año, escenario que vimos el pasado marzo y abril. La segunda opción es iniciar el proceso de normalización monetaria dando por finalizado, con éxitos parciales más bien aparentes, el experimento monetario de los últimos años.
El discurso oficial, por ahora, incluyendo la conferencia de Yellen el jueves pasado, es muy claro y consiste en decir que solo se normalizará la política monetaria cuando la economía despegue. Lo que desea transmitir Yellen es que en EE.UU. la economía ya está despegando y por eso habrá subidas de tipos. Es el mismo discurso que manejó en el comunicado de la Fed tras su reunión del 17 de septiembre, donde echó la culpa de no subir tipos a los "acontecimientos exteriores" y el pasado jueves 24 lo que hizo fue repetirlo, si bien matizando que esos "acontecimientos exteriores" no van a afectar a la economía norteamericana y, por tanto, se subirán los tipos.
Ese discurso podría tener un mayor apoyo aún tras conocerse el pasado viernes que la economía norteamericana ha crecido un 3,9% en el segundo trimestre, superando las expectativas. Si de verdad la economía despega, lo mejor es normalizar la política de estímulos monetarios no convencionales.
Pero lamentablemente las cosas no están tan claras. Los datos económicos son mixtos, incluso en EE.UU., y los mercados de bonos siguen reflejando que la economía seguirá débil. El T bond americano a diez años cerró el viernes pasado con un tipo del 2,16% y el bund sigue a un tipo del 0,64%. Tipos bajos que no reflejan reactivación económica a la vista.
Ante esas dudas, lo normal es que los banqueros centrales sigan prefiriendo pecar por prudencia excesiva y no se arriesguen a ningún cambio en las políticas monetarias de estímulo. La reacción será más bien pedir mayores inyecciones de liquidez (la QE4 que reclama Ray Dalio) y en volver a situar los tipos de interés en territorio negativo (NIRP). No descartaríamos que, en caso de ser necesario, el BCE o la Fed compren directamente Bolsa o que incluso se llegue a dar un cheque gratis a la gente para que consuma. Algunos banqueros centrales siguen insistiendo en que hay que volver a poner los tipos en negativo, como proponía Andrew Haldane, del Bank of England, hace pocos días en Londres. Haldane y otras voces autorizadas llegan a proponer la supresión del dinero físico, de forma que todo el dinero sea electrónico (digital currency) lo que permite "refinar" la represión financiera
El famoso helicóptero de Friedman que arroja dinero puede llegar por tanto a ser una realidad. Pero la pregunta que de verdad inquieta es qué pasa si al final, después de todo eso, pese a toda la munición desplegada, la economía sigue sin despegar. La pregunta es ¿tienen los banqueros centrales un plan "B"?
Si fuese verdad, como dice Bill Gross, que los tipos cero o casi cero frenan el crecimiento, y que van a impedir la reactivación global, lo único sensato es ir preparando un plan "B" que permita salir del fracaso con el menor daño posible.
Todo esto es todavía lejano, aun suponiendo que vaya a llegar, pero tras lo que hemos visto estas últimas semanas es un escenario que hay que preparar.
En el más corto plazo ¿qué cabe esperar? Pese al rebote del viernes, casi todas las Bolsas han caído la semana pasada. En algunos índices, como el Dow (-0,4%) o el S&P (-1,3%) o el Nikkei (-1%) los recortes semanales han sido moderados y en otros índices las caídas han sido más gruesas. El Dax por ejemplo ha cedido un 2,3% en la semana, el Ibex un 3,3%, el Nasdaq un 2,9% y el MSCI Emerging Markets en dólares un 4,9%. La mayor parte de las Bolsas están en negativo en lo que va de año, y las espectaculares subidas en el primer trimestre de algunos índices como el Eurostoxx se han evaporado por completo, transformándose en pérdidas.
El esfuerzo para estabilizar los mercados va a ser máximo, tal y como se ha visto, por ejemplo, en el tratamiento del tema griego, donde una muy mala solución fue celebrada por los mercados, y en el tratamiento de los problemas de China, interviniendo el mercado sin ningún pudor. La pregunta es si ese esfuerzo va a funcionar. En principio sí, pero el pasado jueves los índices volvieron a acercarse a los mínimos del 24 de agosto, el "lunes negro", e incluso en el caso de nuestro Ibex rompieron a la baja esos mínimos de agosto. Nuestro planteamiento básico es que las Bolsas se moverán en una banda de fluctuación cuya parte baja serían los mínimos del 24 de agosto y cuya parte alta serían los máximos anuales, pero vemos mucha debilidad en los índices y no es descartable que de aquí a fin de año veamos mínimos inferiores a los de agosto.
A corto, aunque no vemos fuerza para volver a los máximos anuales, apostaríamos más bien por una estabilización de las Bolsas.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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