Dos semanas a la baja en los índices norteamericanos tras cuatro meses y medio de fuertes alzas desde el pasado octubre pueden parecer, con razón, una mera parada técnica en el imparable camino alcista de las Bolsas. Pero, más allá del hecho cierto de que, por ahora, los recortes son irrelevantes en comparación con las subidas previas, hay algunos elementos en las dos últimas semanas que merece la pena analizar. Es particularmente interesante, a nuestro juicio, analizar lo que subyace tras la resistencia de las Bolsas a caer ante las malas noticias o ante los datos adversos, tal y como se ha visto una vez más esta última semana.
Parece claro que los dos argumentos básicos que soportan esa resistencia son relativamente simples, la inminente bajada de los tipos de interés por parte de la Fed y del BCE, y la nueva revolución de la inteligencia artificial generativa. Puede resultar asombroso, pero sobre esos dos argumentos se ha construido la espectacular subida del 25% o más que los principales índices han tenido en los últimos cuatro meses. Por citar los dos índices de referencia en Estados Unidos y en Europa, el S&P ha subido desde los 4.100 puntos de fin de octubre a los 5.100 puntos actuales y el Eurostoxx ha subido desde los 4.000 puntos del 22 de octubre a los 5.000 puntos del pasado miércoles.
Pero ese relato simple de un nuevo y potente despegue de la economía global impulsado por la bajada de tipos y por la fuerza transformadora de la nueva inteligencia artificial generativa se ha ido encontrando con algunos problemas a lo largo del camino, algunos de ellos en las dos últimas semanas. El primero, los mensajes de la Fed y del BCE. Tanto Jerome Powell como Christine Lagarde dejaron claro, en sus comparecencias del miércoles 6 y jueves 7 de marzo, que las bajadas de tipos se retrasan a junio y que se irán graduando en función de los datos. Es verdad que ambos quisieron ser complacientes, pero guardaron las formas.
El segundo, el repunte de la inflación. La semana pasada la inflación americana de febrero era el dato clave, y tanto la inflación general, como la subyacente, como la industrial experimentaron en febrero subidas más o menos grandes. El IPC americano de febrero publicado el martes subió una décima, al 3,2% frente al 3,1% de enero, y la subyacente se moderó menos de lo esperado, al 3,8% desde el 3,9% de enero, siendo así que se esperaba una caída al 3,7%. El jueves se publicó el índice de precios a la producción (PPI), que también subió en términos anuales al 1,6% en su mayor alza desde septiembre.
Fue muy curiosa la reacción de la Bolsa americana el martes ya que, pese al mal dato de inflación, el S&P subió y marcó un nuevo máximo histórico. La explicación estuvo, de nuevo, en las tecnológicas. Oracle, que había publicado sus resultados trimestrales el lunes fuera de hora mostrando un fuerte crecimiento en el negocio en la nube y en el área de inteligencia artificial, subió un 11,75% en la sesión alcanzando su récord histórico al cierre e impulsando a todas las tecnológicas y en particular a Nvidia, que subió más de un 7% en la sesión.
Sin embargo, el jueves la reacción de los inversores ante el mal PPI de febrero fue mucho más negativa, y lo que prometía ser una nueva sesión alcista, al calor de las buenas ventas minoristas americanas de febrero, terminó con caídas en los tres grandes índices americanos y también con una ligera caída en el Eurostoxx, que le llevó a perder los 5.000 puntos a los que había cerrado el miércoles, un nivel que el selectivo europeo no había visto nada más y nada menos que desde hace veinticuatro años, en verano del año 2000.
Un tercer problema es el que asomó el pasado viernes, la posible desaceleración del crecimiento económico, muy basado en el consumo. El informe de la Universidad de Michigan sobre el sentimiento del consumidor americano fue un pequeño jarro de agua fría, al registrar en marzo su peor nivel de los tres últimos meses, cayendo a 76,5 puntos desde los 76,9 de febrero. Si falla el consumo, el crecimiento se viene abajo y tal vez por ello Jamie Dimon, presidente de JP Morgan, advertía la semana pasada que la recesión no es ni mucho menos descartable en la economía norteamericana.
Hasta aquí los datos. Unos datos que muestran que junto a la expectativa positiva y la fascinación provocada por la nueva revolución de la inteligencia artificial (esta vez el catalizador ha sido Oracle) están los viejos problemas de una inflación que no acaba de caer y de un crecimiento que no acaba de despegar. Pero vamos a ver cómo esos datos son interpretados por las diversas visiones que conviven en el mercado y que son las que realmente explican la resistencia de las Bolsas a caer.
Hay una primera visión, que podríamos llamar “oficial”, la del “soft landing” o “no landing”, que ve una inflación a la baja, un recorte de los tipos de interés por la Fed a partir de junio y un posterior despegue del crecimiento que convive con inflación baja. Según esa visión, las Bolsas tienen recorrido al alza, aunque pueda haber un alto en el camino, que sería breve y no muy intenso.
Una segunda visión es la de quienes ven una inflación persistente alrededor del 3% y un crecimiento que sigue a la baja y que obligará a la Fed a ser algo más laxa de lo que desearía, moldeando su política de endurecimiento monetario, pero sin alterarla básicamente. Esta tesis no ve un despegue sino un largo periodo de convalecencia y ajuste de la economía, con asistencia permanente de la Fed, pero sin entrar de nuevo en la expansión monetaria de balance (QE). Según esta visión, las Bolsas podrían tener una corrección algo más intensa, de hasta un 10% o incluso un 20%. Esta corrección no altera el ciclo alcista largo, pero desde luego es algo que las Bolsas no esperan ahora mismo.
La tercera visión es la de quienes piensan que la Fed se va a ver obligada a volver a la expansión monetaria de balance (QE quantitative easing) a pesar de que la inflación repunte, porque creen que la economía camina hacia una fuerte desaceleración, incluso recesión. Quienes así piensan creen que esa recesión puede convivir con una inflación del entorno del 3%, pero a pesar de ello creen que la Fed actuará de forma muy expansiva porque los ciudadanos no soportan volver a una recesión.
Si tenemos que elegir, nos quedaríamos con la segunda tesis, la de un largo periodo de ajuste tras el aterrizaje suave. Pero parece obvio que las Bolsas no apuestan por esta segunda tesis sino más bien por la primera o por la tercera. Por el ‘soft landing’ y despegue o por una nueva inundación de liquidez. En ambos casos lo que se prevé es una fuerte subida de las Bolsas. La subida del oro a máximos y la del bitcoin a 73.000 dólares el pasado miércoles nos podrían estar anunciando el escenario de una nueva expansión monetaria cuantitativa (QE). Pero al finalizar la semana el bitcoin ha corregido hasta 68.000 dólares y el oro también ha caído desde sus máximos. Además, el tipo de interés del bono del Tesoro americano a diez años ha subido hasta el 4,30% al que cerró el viernes nos puede indicar que la Fed va a proseguir su política ortodoxa, aunque la module algo si hay caída fuerte del crecimiento.
Esta semana todas las miradas van a estar puestas en la reunión de la Fed, y en su comunicado y mensaje el miércoles tras la reunión. Habrá que ver por cuál de las visiones se decanta la Fed. Asimismo, Nvidia celebra a partir del lunes su reunión sobre inteligencia artificial, que se conoce como el Woodstock de la inteligencia artificial, y se publican algunos resultados interesantes como los de Nike o Micron Technologies.
Apostaríamos por Bolsas tranquilas, aunque perdiendo algo de “momentum” y tal vez ligeramente a la baja tras el vencimiento de marzo de opciones y futuros.
Juan Carlos Ureta Domingo
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