Opinión

El legado del 2020 y los 'Happy Twenties'


Una semana más las Bolsas han seguido el guion alcista, coincidiendo con el vencimiento trimestral de opciones y futuros, en un entorno claramente favorable a los activos de riesgo y, una vez más, esas subidas han coincidido con datos económicos y con mensajes de la Fed no del todo positivos.

Empezando por los mensajes, la Fed alertó el pasado miércoles en su comunicado posterior a la reunión del pasado miércoles, sobre la fragilidad de la economía norteamericana, castigada por la nueva ola de contagios. Esa fragilidad se ve reflejada en los datos económicos, como, por ejemplo, el débil dato de ventas minoristas de noviembre, publicado el mismo miércoles (caída del 1,1% frente a caída del 0,1% en octubre y previsión de subida del 0,3% por el consenso) y también en las peticiones semanales de subsidio de desempleo, publicadas el jueves, que se elevaron a 885.000, máximo de los últimos tres meses, siendo así que la previsión de consenso apuntaba a 808.000.

Pese a ello, como decíamos, las Bolsas han vuelto a subir, lideradas de nuevo por las tecnológicas. El Nasdaq ha avanzado el 3% en la semana, siendo el mejor índice entre los grandes, solo superado por el Dax que ha subido el 3,9%. El S&P ha subido el 1,2%, el Dow Jones el 0,4%, el Eurostoxx el 1,7%, el Nikkei el 0,4%, el Shanghai Composite el 1,4% y el MSCI de emergentes en dólares el 0,8%. Nuestro Ibex, lastrado esta vez por Repsol y Telefónica, ha caído ligeramente.

La lógica detrás de esa llamativa disociación entre Bolsas y economía real, una disociación que viene denunciando reiteradamente el Banco de Pago de Basilea (BIS) conecta con los dos grandes legados que nos deja el 2020, dos legados que marcarán previsiblemente el mundo post Covid.

El primero es que los tipos cero se han transformado en estructurales, permanentes. Como dijo Mario Draghi al despedirse del BCE hace ahora un año, ya nadie piensa que los tipos de interés vayan a subir nunca, o al menos que vayan a subir en los próximos diez años. Los futuros de tipos de interés así lo descuentan y lo mismo el tipo de los bonos del Tesoro a diez años, con situaciones tan llamativas como la de ver el tipo nominal del bono español a diez años en negativo.

Las implicaciones de considerar los tipos van a estar en cero para siempre, o al menos para una década, son enormes tanto en términos de valoración de activos como en términos de composición de las carteras de inversión ("asset allocation"). La semana pasada mencionábamos la reformulación que ha hecho Robert Shiller en su famoso Per ajustado por ciclo (CAPE). Shiller considera que si realmente los tipos siguen a cero diez años las Bolsas americanas podrían seguir subiendo un 5% cada año de la próxima década. Si los tipos van a ser cero para siempre, no hay límite a la subida de la Bolsa.

Pero esta es solo una de las muchas derivadas del escenario de "tipos cero para siempre". Si realmente nos creemos ese escenario, podemos entender que Tesla no pare de subir (la semana pasada ha vuelto a subir un 14% y este lunes se incorpora al S&P) , porque si al final Tesla se va a quedar con una gran parte del mercado futuro del automóvil, y va a obtener muchos beneficios en el futuro, con tipos cero da igual que ese futuro sea muy lejano o sea más próximo, porque el coste de oportunidad de tener liquidez es cero o incluso negativo. Es decir, el tiempo pierde su valor y da igual que el beneficio venga en dos años o en diez años. De la misma forma, si realmente nos creemos que los Bancos Centrales van a seguir emitiendo sin límite, podemos justificar que el bitcoin valga los 23.000 dólares que alcanzó el pasado viernes, o incluso más, porque el dinero oficial inevitablemente perderá valor. Al final los ciudadanos perderán la confianza en el dinero oficial si continúa la emisión masiva e ilimitada de dólares, euros, yenes, yuanes y libras, y eso favorecerá a los medios de pago alternativos como el bitcoin.

El segundo legado estructural del 2020 es la "K". Es decir la economía de ganadores que ganan todo o casi todo (winner takes it all) y de perdedores que pierden todo o casi todo. En lo que va de año el Nasdaq sube un 42% frente al 5,7% de subida del Dow Jones. En Europa, el Dax alemán sube casi un 3% mientras el Ibex español baja casi un 16%. La "K" por sectores y la "K" por países. Ese es el segundo de los legados que nos deja el 2020, la salida de la crisis en "K", en una "K" tan profunda como inquietante, en una "K" que ha llegado para quedarse.

Los dos legados mueven a los ahorradores hacia la inversión en Bolsa, en acciones, en renta variable, pero a la vez los dos legados complican mucho la gestión de las inversiones. Una opción sencilla es la de apuntarse a la tendencia y dejarse llevar, esperando una década tan buena para las Bolsas como lo fue la de hace un siglo. Hay muchos paralelismos entre la situación actual y los años veinte del pasado siglo, los "happy twenties". Entonces había, como ahora, innovación tecnológica, crecimiento tras una guerra mundial y una pandemia (la gripe "española"), y apoyo monetario por parte de una Fed americana que se habría creado en 1913 para dar soporte y estabilidad a la economía.

En los "happy twenties" quienes tuvieron activos ganaron mucho y quienes tenían rentas o salarios sufrieron un gran empobrecimiento, la llamada "eutanasia del rentista", un escenario que, desde otra óptica, se parece bastante al actual escenario de represión financiera que castiga al ahorrador conservador y favorece a quien tiene activos o a quien se endeuda.

Visto desde un cierto ángulo, lo que están haciendo las Bolsas es descontar, de forma racional y correcta, un periodo de innovación positiva que elevará la productividad y mejorará enormemente la economía global. Es decir, puede haber exuberancia, pero es exuberancia "racional". Pero visto desde otro ángulo, simplemente estamos ante una especulación movida por el dinero barato, ante una nueva interpretación del "money makes the world go round" que cantaba Liza Minnelli en el Kit Kat Club del Berlín de los años veinte. Probablemente hay algo de las dos cosas, pero en algunos momentos claramente es la abundante liquidez la que explica determinados movimientos, más allá de los fundamentales.

Entramos en la penúltima semana del año y vamos a ver, entre otras cosas, cómo reacciona Tesla a su entrada en el S&P. Vamos a ver también la lectura final del PIB americano del tercer trimestre, datos de ingresos y gastos personales y de pedidos de bienes duraderos, y el sentimiento del consumidor americano medido por la Conference Board.

Con la la FDA (Food and Drug Administration) americana habiendo aprobado la vacuna de Moderna y con acuerdo sobre el paquete de estímulos entre republicanos y demócratas, parece difícil que ningún dato pueda perturbar ese agradable espíritu de felices años veinte que hoy viven los mercados.

Sobre todo si tenemos en cuenta que en el caso el S&P, la semana siguiente al vencimiento trimestral de opciones y futuros solo ha sido bajista una vez en los últimos once años.

Juan Carlos Ureta Domingo
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