En una semana en la que, como era de esperar, se han desinflado algo las expectativas generadas por el encuentro de fin de junio en Osaka entre Trump y Xi Jinping, el protagonismo ha correspondido completamente a los banqueros centrales, que se han convertido, sin ninguna duda, en los auténticos "rulers" de las Bolsas.
El posible acuerdo comercial entre Estados Unidos y China, que ahora algunos ponen en duda pero que como decíamos la pasada semana, es necesario y por tanto se hará, porque no hacerlo sería malo para ambas partes, aunque más para Estados Unidos, no ha movido de su decisión de bajar tipos a la Fed, ni tampoco ha hecho variar la posición acomodaticia del BCE. O al menos eso es lo que piensan los mercados de bonos, en los que hemos visto tipos de interés en los plazos largos que hace tan solo un mes nos habrían parecido increíbles. Aunque el viernes cerraron algo más arriba, tras el buen dato de empleo americano de junio, estos primeros días de julio el bund alemán a diez años ha llegado a estar a un tipo inferior al -0,40%, que es el tipo de depósito del BCE, el bono español a diez años ha estado por debajo del 0,20%, y el T bond americano por debajo el 2%, en medio de un auténtico festival de la renta fija, en cualquiera de sus categorías o calidades crediticias.
No solo los bonos, también las Bolsas dan por descontada la vuelta del "easy money" y lo han celebrado esta primera semana de julio con subidas generalizadas. El S&P y el Eurostoxx han subido un 1,6% en la semana, el Nasdaq un 2%, el Nikkei un 2,2%, y el Shanghai Composite el 1%. Se han quedado un poco atrás los emergentes ya que el MSCI Emerging Markets en dólares ha subido solo un 0,5% en la semana.
Esta es la respuesta de los mercados a la confirmación de que las políticas monetarias no convencionales de los Bancos Centrales vuelven a la escena y de que definitivamente se ha metido en el cajón la idea de la normalización monetaria, que con tanta convicción había iniciado la Fed en 2018. El nuevo guion se inició con el giro de la Fed en enero, cuando tras la debacle bursátil de diciembre, Jay Powell decidió dar marcha atrás y revirtió claramente el discurso "duro" que había hecho tras la reunión del 19 de diciembre y ha ido ganando terreno a lo largo del año, hasta alcanzar su particular clímax (por el momento) en junio.
Primero fue Mario Draghi, en la reunión anual de Sintra auspiciada por el BCE, donde Draghi dio carta de naturaleza formal a lo que algunos han llamado con acierto el "whatever it takes 2.0". Draghi reformuló en Sintra aquellas famosas tres palabras de Londres en julio de 2012, y volvió a asegurar a los mercados que el BCE hará todo lo que sea necesario y que además cuenta con instrumentos poderosos. Con su habitual eficacia para conseguir resultados con solo pronunciar determinadas palabras, el presidente del BCE logró, una vez más, mover a los mercados sin necesidad siquiera de poner en marcha ninguna medida concreta.
El nombramiento de Christine Lagarde como sucesora de Draghi ha sido la confirmación definitiva de que el BCE ha optado por el modelo japonés y va a seguir inyectando todo el dinero barato que haga falta y seguir bajando los tipos hasta donde, en su particular visión de las cosas, haga falta para revitalizar una economía europea que no acaba de liberarse del todo del fantasma de la deflación.
Los Bancos Centrales se habían adentrado, después de Lehman, en un territorio desconocido (uncharted waters) con las sucesivas expansiones monetarias de sus balances (QE) y con los tipos nominales negativos, pero ahora directamente podemos afirmar que los Bancos Centrales están dando un paso más allá y ya no solo toman decisiones de política monetaria, ni siquiera decisiones de política económica, sino que pasan al terreno de la "tecnología social". Christine Lagarde, cuyo perfil político es evidente, es una demostración de esa nueva función que asumen los banqueros centrales.
Los Bancos Centrales y sobre todo el BCE (ya veremos en el futuro la Fed) han aceptado, conscientemente o no, que todo el peso del crecimiento económico y de la estabilidad financiera recaiga sobre ellos. De esta forma los Bancos Centrales se han convertido en el instrumento básico de las políticas sociales que tratan de mantener una cierta paz social en una sociedad como la actual, muy compleja y sometida a retos hasta ahora desconocidos. La nueva oleada de disrupción tecnológica, liderada en esta ocasión por la inteligencia artificial, y el desplazamiento del crecimiento económico hacia Asia y emergentes en general genera consecuencias sociales, como la sensación de desigualdad o de no inclusión, que al final se traducen en tensiones, y la forma más práctica que los responsables políticos han encontrado, al menos por el momento, de solucionar esas tensiones es hacer flotar al mundo en un lago enorme de liquidez.
Desde ese punto de vista, los desajustes financieros que las políticas monetarias no convencionales puedan producir, incluidos posibles episodios de ajustes bruscos en los bonos o en las Bolsas, se consideran como preferibles a una Gran Depresión cuyo recuerdo es infausto, porque terminó en la Segunda Guerra Mundial. Por ello, aunque es habitual entre los economistas "ortodoxos" criticar este gran experimento monetario, y nosotros mismos lo hemos hecho frecuentemente en estos comentarios semanales, tal vez, en parte por la resignación de dar su continuidad como inevitable, tengamos que ver la parte positiva de esa "tecnología social" y, aun pensando que sus consecuencias económicas son dudosas e inquietantes, darles por lo menos el mérito de estabilizar a la sociedad.
Nadie sabe, ni siquiera ellos mismos, si realmente los banqueros centrales están preparados para asumir ese nuevo rol de demiurgos, pero no tenemos otra alternativa que darles el beneficio de la duda.
Descendiendo al terreno bursátil, se han producido situaciones curiosas esta primera semana de julio. En primer lugar, en algunas sesiones de la semana han vuelto a subir de forma simultánea las Bolsas, los bonos y el oro, algo que solo se explica, como decíamos hace dos semanas, por la forma en la que los inversores evalúan la actuación de los Bancos Centrales. En segundo lugar, en la zona euro los Bancos han subido a pesar de que se confirma la continuidad de los tipos de interés negativos y las políticas monetarias no convencionales. Que los bonos den la bienvenida a Lagarde es lógico, que lo hagan los Bancos no lo es tanto.
Tal vez los mercados europeos empiezan a descontar el siguiente paso, el de los programas fiscales masivos de gasto e inversión pública, financiados de forma directa por el BCE, en línea con las modernas propuestas de la "modern monetary theory" (MMT), una línea de pensamiento a la que se supone Lagarde es bastante afín.
En medio de todo lo anterior, los datos económicos siguen siendo más bien flojos. La semana pasada el informe Tankan japonés, el PMI Caixin chino de manufacturas y el ISM americano de manufacturas fueron malos, y de los treinta países que publicaron el PMI de manufacturas, en dieciocho hubo contracción. El único dato bueno fue el informe de empleo americano de junio, con mayor creación de empleo que la esperada, y fue precisamente ese informe el que no gustó a los mercados al pensar que puede mover a la Fed a no bajar tipos a finales de julio. Es decir, los inversores solo miran a los Bancos Centrales.
Desde ese punto de vista la segunda semana de julio va a ser muy completa. El miércoles Jerome Powell presenta su testimonio semianual ante el Congreso y el jueves ante el Senado. El mismo miércoles se publican las actas de la última reunión de la Fed el 18 y 19 de junio. También se publican, el jueves, las actas de la reunión del BCE del pasado 6 de junio.
Asimismo, se publican la inflación de EE.UU. y de China y empieza la publicación de resultados empresariales del tercer trimestre, con Pepsico como nombre más relevante.
Con la temporada de resultados a punto de empezar, y con el telón de fondo de la reunión del BCE el 25 de julio y de la Fed el 30 y 31 de julio, esperaríamos una semana tranquila, de consolidación de los importantes niveles alcanzados por las Bolsas.
Juan Carlos Ureta Domingo
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