Opinión

El experimento de las Bolsas en un mundo también experimental

Decía Picasso que todo lo que puedas imaginar es real y lo cierto es que los más de treinta récords históricos del S&P en lo que va de año y la extrema euforia desatada en torno a la nueva inteligencia artificial generativa, hacen que la frase del genio del siglo XX parezca incluso más certera al finalizar el primer semestre del año, porque refleja bastante bien lo que las Bolsas han vivido en esta primera parte del año, al menos en lo que a algunos valores se refiere.

En esencia, las Bolsas están apostando por un futuro brillante, por un mundo que entra en un nuevo paradigma, guiado por la innovación, y en el que cualquier problema tendrá solución porque la humanidad vive una etapa de excelencia tecnológica. Problemas que en otro momento podían inquietar son ahora relegados a la categoría de pequeños inconvenientes, necesarios para que la economía se mantenga en pie, pero no importantes, porque se solucionarán en el futuro, cuando llegue el crecimiento económico. Un crecimiento económico que será mucho mayor del que imaginamos, porque el mundo está entrando en una nueva etapa al calor de la inteligencia artificial generativa.

Uno de esos “pequeños problemas” es la deuda de los gobiernos, una deuda imparable, que sigue creciendo sea cual sea el partido en el poder. En Estados Unidos, por no hablar de Europa o de España, Trump aumentó la deuda de Obama, Biden ha aumentado la de Trump, y Trump volverá a aumentar la de Biden si es elegido en noviembre. La deuda. Del gobierno norteamericano se acerca ya a los 35 trillones (americanos, es decir, millones de millones) de dólares y crece cada segundo que pasa. En diversos países europeos, incluido España, pasa exactamente lo mismo, pero es algo que no inquieta a nadie.

O más bien, no inquietaban a nadie, hasta que las elecciones europeas y la convocatoria en Francia de elecciones anticipadas han destapado la caja de los truenos. De pronto el mundo ha descubierto, como el capitán Renault en Casablanca, que Francia acumula una deuda preocupante y que si se rompe el “statu quo” político y llega un gobierno no partidario de cumplir los compromisos con Europa, esa deuda puede ser un problema no solo para Francia, sino para el conjunto de la zona euro. Un problema derivado de que el modelo está, dicho de forma coloquial, cogido con alfileres. La financiación indirecta de los Tesoros por el BCE que se disfrazó de herramienta necesaria para la política monetaria empieza a mostrar sus límites y Francia ha tenido la virtud de ponerlos encima de la mesa.

Pero el problema no es solo ni esencialmente de Francia. El problema es de deuda pública excesiva y, lamentablemente no hay ninguna esperanza de que esa deuda pueda ir a menos, ni en Europa ni en Estados Unidos. Francia es el país campeón en ese modelo de gasto público, con un 57% de gasto público sobre el PIB, pero no es el único, hay muchos.

Con los gastos de defensa y seguridad subiendo, con los gastos sociales y de pensiones subiendo, con la necesidad no solo social sino económica de mantener unos niveles mínimos de calidad de vida para garantizar la paz social, la deuda pública seguirá creciendo, porque la financiación vía impuestos del gasto público creciente es sencillamente inviable, salvo que haya un crecimiento económico realmente extraordinario.

Y es precisamente esto último, un crecimiento económico futuro realmente extraordinario, lo que al parecer descuentan las Bolsas con sus máximos históricos sucesivos. Es decir, no solo se descuenta una bajada de tipos y una gran relajación monetaria sino también un superciclo de crecimiento económico, en un nuevo mundo dominado por la tecnología y la inteligencia artificial.

Las Bolsas están así inmersas en un nuevo experimento, dentro de una economía y un mundo que es esencialmente “experimental” porque estamos probando un escenario nuevo, unas dinámicas nuevas, y no sabemos muy bien cómo van a funcionar, aunque tenemos una gran confianza en que funcionen bien. Es más, la opinión dominante es no solo que en el largo plazo al final funcionarán bien, sino que incluso en el corto plazo, ahora mismo, van a funcionar bien. No se ven problemas de ningún tipo, porque los que pueda haber los resolverá la inteligencia artificial.

En los próximos meses, incluso en las próximas semanas, vamos a ver si ese modelo es resistente. Hay una primera prueba en las elecciones francesas, y otra luego en las elecciones americanas de noviembre, que pondrán encima de la mesa problemas que están ahí pero que nadie quiere ver. Lo que ha pasado con las elecciones en México, en India y en Europa puede volver a pasar con las elecciones norteamericanas. Es decir, situaciones que están ahí, a la vista de todos, de pronto pueden pasar a inquietar.

De momento la impresión es que las Bolsas van a superar, de nuevo, la alarma sembrada por Francia. Esta última semana el CAC 40 francés ha subido un 1,67% y el Eurostoxx un 1,4%, recuperando así en torno a un tercio de lo perdido en la semana pasada. En las Bolsas americanas, lo más destacable es que el Nasdaq ha quedado plano, con Nvidia cayendo un 4% en la semana. La verdad es que interpretar esa ligerísima caída como una corrección es excesivo cuando el Nasdaq acumula una subida de casi el 18% desde el uno de enero y Nvidia sube un 194% en los últimos doce meses. El Dow Jones ha subido un 1,45% en la semana y el S&P un 0,6% tras superar el jueves de forma transitoria los 5.500 puntos, alcanzando un máximo histórico intradiario en los 5.505 puntos.

Todo sigue abierto y habrá que ver lo que pasa en Francia el próximo domingo y en la segunda vuelta del 7 de julio porque Francia se ha convertido, de alguna forma, en el “canario en la mina” que señaliza los problemas, problemas que por otro lado están bien a la vista y no necesitan señalización.

Esta semana se publica en Estados Unidos el viernes el PCE, es decir, el deflactor de gastos personales del consumidor americano, que es el indicador de inflación preferido por la Fed. Lo que se espera es que baje al 2,6% en mayo desde el 2,8% de abril, reforzando así el buen dato de IPC americano de mayo, que no subió respecto a abril, y el magnífico dato de precios a la producción, que cayó un par de décimas en mayo. En Europa también se publican algunos datos de inflación adelantados, como el de Francia y España.

Posiblemente la preocupación empiece a girar desde la inflación hacia el crecimiento, un crecimiento que puede verse lastrado por la enorme deuda acumulada y por el temor a que en algún momento los gobiernos no puedan sostener sus políticas de gasto público. Los PMIs europeos de junio, publicados el pasado viernes, indican ya claramente el estancamiento de la eurozona, con los tres PMIs (de manufacturas, de servicios y compuesto) en zona de contracción por debajo de 50 y con el de manufacturas en su mínimo de los últimos 36 meses. En cuanto a los americanos, que también se publicaron el viernes, son de momento buenos (el PMI manufacturero de S&P Global subió de 51,3 a 51,7 mientras que el PMI de servicios experimentó un aumento a 55,1 desde 54,8 en mayo), pero hay síntomas de cansancio en el consumidor. Esta semana se publica la tercera y definitiva lectura del PIB americano del primer trimestre y hay datos de confianza del consumidor tanto de la Conference Board como de la Universidad de Michigan. Se publican también, ya casi fuera de temporada, los resultados trimestrales de Nike y H&M, que nos pueden ayudar a entender mejor dónde se encuentra el sentimiento de los consumidores.

Sabemos muy poco del mundo que viene, porque es un mundo muy distinto al que vivíamos en la economía precovid, y vivimos en esa economía experimental, probando cosas que esperamos que funcionen y que, además, a largo plazo probablemente funcionarán. Las Bolsas descuentan no solo que el experimento terminará bien, sino además que el camino será tranquilo, sin sobresaltos. Estando de acuerdo en lo primero, en que el final será una economía mejor, podemos sin embargo tener muchas dudas sobre lo segundo, porque las políticas fiscales expansivas son difícilmente sostenibles, por no decir directamente insostenibles, y no parece posible ponerles fin sin una crisis de deuda soberana, que necesariamente provocará impacto en el crecimiento y turbulencia en los mercados.

De momento apostaríamos por un fin de semestre tranquilo.


Juan Carlos Ureta Domingo
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