La primera semana de octubre ha dejado, a nuestro juicio, dos mensajes. El primero es que la sensación de riesgo sigue completamente ausente de los mercados. El segundo es que las palabras y las actuaciones de los banqueros centrales cada vez tienen menor impacto en los mercados. Estas dos ideas, un tanto contradictorias, explican en gran medida lo sucedido en las primeras sesiones de octubre.
La enorme complacencia de los inversores con los riesgos, o, dicho de otro modo, la infravaloración general de los riesgos por los inversores, ha sido bien visible en la frialdad con la que las Bolsas han recibido el llamado "shutdown" (cierre parcial) de la Administración norteamericana, provocado por el desacuerdo presupuestario, cierre que, además, se puede transformar en un "default" en toda regla si de aquí a dos semanas no se logra un acuerdo para elevar el techo de la deuda pública.
También se ve el deseo de tomar más riesgo en la propia evolución comparativa de las distintas Bolsas. Bolsas como la italiana (Mib +3,7%), la griega (+3,6%) la argentina (+2,6%) y la española (+2%) han liderado las subidas semanales, mientras las Bolsas "seguras" como la alemana (-0,4%) o el Dow Jones (-1,2%) recortaban posiciones, o bien, como el S&P, quedaban en tablas. Y el oro, tradicional refugio seguro cuando hay miedo en los mercados, recortaba un 1,9% en la semana.
Es verdad que hay factores, como la evolución de la política italiana, que explican algunos movimientos, pero la sensación general es que no hay en el ambiente el más mínimo temor a que las cosas se puedan complicar de verdad.
No cabe duda de que esta "complacencia" deriva, en gran medida, de la creencia en que los Bancos Centrales podrán resolver cualquier problema que surja. Sin embargo, y esta es la segunda idea que podemos extraer de la primera semana de octubre, parece que las palabras de los banqueros centrales empiezan a no tener tanto efecto en las Bolsas. El pasado miércoles en su rueda de prensa en París, Draghi se esforzó al máximo en repetir el mensaje de que los tipos de interés seguirán muy bajos por mucho tiempo ("for an extended period of time"), y, además, vino a garantizar otra nueva ronda de préstamos a la banca europea (LTRO), al decir que el BCE suministrará a los Bancos toda la liquidez que sea necesaria ("nobody wants to have a liquidity accident standing between now and the recovery"). En otro momento las Bolsas se habrían disparado, pero esta vez la respuesta de las Bolsas fue muy tibia.
Otro ejemplo de la progresiva incapacidad de los Bancos Centrales para mover las Bolsas es Japón. En Japón no hay semana en la que el primer ministro Abe, con ayuda del gobernador del Banco de Japón, no venda las bondades de la "abenomics" cuya plasmación real hasta ahora consiste en las enormes inyecciones mensuales de liquidez del Banco Central. Sin embargo, el Nikkei sigue flojeando y la semana pasada cayó un 5% aproximándose ya de nuevo a los 14.000 puntos. Es decir, tras una primera y fulgurante subida del Nikkei cuando Kuroda anunció en abril su nueva QE, el efecto se ha ido desinflando poco a poco, y parece ya muy débil.
Si unimos las dos ideas anteriores, lo que nos sale es que los Bancos Centrales están teniendo éxito en promover la inversión de riesgo, pero no parece que ya, en este momento, puedan hacer subir más a las Bolsas. Es decir, si la semana pasada hablábamos de las consecuencias de la QE indefinida y alertábamos sobe los posibles riesgos para el crecimiento económico no ya del tapering sino de la continuidad de las inyecciones de liquidez, podemos ir más allá y preguntarnos por los efectos en las Bolsas de la QE a partir de ahora.
A nuestro juicio las Bolsas están ahora esperando a ver si llega o no el crecimiento. La idea de los banqueros centrales, que han comprado los inversores, es que las sucesivas QE están a punto de generar crecimiento, arrancando de esa forma un círculo económico y bursátil virtuoso. Esa es la idea que quieren ver confirmada las Bolsas a lo largo de los próximos meses para seguir subiendo.
Desde esta perspectiva, y aunque la semana pasada nos vimos privados, a consecuencia del "shutdown", de datos relevantes como el informe de empleo de la economía norteamericana de septiembre, esta semana tenemos varios datos que podrán empezar a arrojar luz sobre si se está empezando a producir o no el deseado crecimiento económico.
Por un lado empieza la temporada de publicación de resultados empresariales con compañías importantes como Alcoa, JP Morgan y Wells Fargo, entre otras. Por otro lado, el próximo viernes tendremos datos como las ventas minoristas de septiembre en EEUU o la confianza del consumidor americano medida por la Universidad de Michigan, que pondrán de manifiesto la fortaleza de los consumidores. Y finalmente hay reunión del FMI, cuyos mensajes nos irán llegando a lo largo de la semana.
Son indicadores que nos irán mostrando si de verdad podemos contar o no con ese esperado crecimiento. Nuestra lectura de los primeros días de octubre es que, pese a la continuada complacencia hacia el riesgo de los inversores y de los mercados, debemos ver señales más claras de crecimiento o de expectativas de crecimiento, para que de verdad las Bolsas superen los ya de por sí elevados niveles a los que han llegado tras el "rally" de los últimos meses.