Stanley Fischer, el recién dimitido vicepresidente de la Fed, dijo hace ya varios años, cuando era Gobernador del Banco de Israel, que la decisión de la Fed, en tiempos de Bernanke, de iniciar un programa de compra de activos emitiendo dinero y expandiendo su balance, iba a cambiar para siempre la forma de actuar de los Bancos Centrales dando lugar a una nueva era en la economía y en los mercados financieros, cuyas consecuencias eran difíciles de prever.
Es posible que Mario Draghi haya recordado el pasado jueves, al ver la extraña reacción de los mercados tras su rueda de prensa, estas palabras de su viejo maestro Stanley Fisher, quien no solo es una leyenda entre los banqueros centrales, sino que además ha sido profesor del propio Draghi, de Bernanke y de Larry Summers, entre otros distinguidos discípulos.
Draghi fue el jueves especialmente "dovish" en su intervención, dejando muy claro que la subida de tipos está aún muy lejos en el horizonte, no solo porque la economía de la zona aún no está lo suficientemente fuerte y porque la inflación aún está por debajo del objetivo del 2% (de hecho el BCE rebajó ligeramente las previsiones de inflación) sino, además, porque el euro, dijo Draghi, está muy fuerte, lo cual es ya suficientemente contractivo como para endurecer todavía más las condiciones monetarias. Draghi tuvo interés especial en recordar los efectos laterales de un euro alto sobre la economía europea, sugiriendo de forma clara que ello pone límites al BCE a la hora de normalizar sus políticas.
El problema es que los mercados no parecieron entender bien el mensaje, o tal vez esperaban más contundencia, y el euro subió inmediatamente de nuevo por encima de 1,20 dólares por euro, poniendo así las cosas un poco más difíciles al BCE y a las Bolsas europeas.
Esa dificultad es aún mayor si tenemos en cuenta que el miércoles, un día antes de la reunión del BCE, tuvo lugar en Fráncfort un foro de banqueros privados alemanes, todos los cuales, sin excepción, solicitaron al BCE un giro urgente en la política monetaria, para poner fin al "easy money". John Cryan, el presidente de Deutsche Bank, fue el más tajante, al decir que "debe terminar la época del dinero barato, pese a la fortaleza del euro" y al afirmar que "ya estamos observando burbujas en algunos sectores del mercado de capitales".
La sensibilidad de la banca alemana, compartida por buena parte de la ciudadanía de su país, es por tanto clara, y se une a la reciente petición hecha al Tribunal Europeo por el Tribunal Constitucional alemán para que analice si las compras de bonos del BCE son acordes a los Tratados de la Unión, ya que el tribunal alemán considera que podría suponer financiación a los Estados.
En este contexto, el próximo miércoles 14 se reunirá el Banco de Inglaterra y la siguiente semana la Fed y el Banco de Japón. Cada uno de ellos tiene su problema particular, pero todos comparten la dificultad de normalizar sus políticas monetarias, una dificultad que posiblemente les lleve a todos ellos a prorrogarlas "sine die", haciendo solo ligeros retoques en las mismas. La reunión del Banco de Inglaterra es especialmente significativa, porque Inglaterra tiene una inflación elevada, cercana ya al 3%, a diferencia de las otras tres economías (zona euro, Japón, EE.UU.) y además tiene una libra muy depreciada. Luego no debería tener problemas en subir tipos, si bien lo normal es que una vez más no desee tomar esa iniciativa y espere a ver qué hace la Fed.
La idea de la "reflación" y del "nuevo régimen" que tanto ruido hizo a principios de año, parece así cada vez más olvidada, dando paso a una prolongación del viejo modelo, eso sí, con algunos retoques cosméticos.
No obstante, de forma inesperada e involuntaria, el desastre provocado por los huracanes Harvey e Irma puede provocar en EE.UU. una fuerte inversión para reparar los daños, poniendo así en funcionamiento una parte del programa de gastos públicos. El acuerdo conseguido el pasado miércoles en Washington para prorrogar el techo de la deuda pública (debt ceiling) unos meses tiene mucho que ver con esto y sin duda va ayudar, junto con el dólar débil, a la economía norteamericana en esta última parte del año.
Europa y Japón no cuentan con ese impulso, y además en el caso de la zona euro su divisa está más fuerte de lo que sería deseable. Los últimos PMIs de manufacturas han sido buenos pero no así los de servicios y los servicios son cada vez más importantes en la economía actual.
La primera semana de septiembre ha confirmado, como pensábamos, la tendencia lateral-bajista, en un escenario de "tranquilidad" que es el deseado por todos y por tanto el que finalmente se impone. El Dow y el S&P han tenido bajadas semanales algo inferiores al 1% y el Nasdaq algo superiores (-1,17% en las cinco sesiones). Por su lado el Eurostoxx ha subido el 0,1% en la semana, destacando en los extremos el Dax alemán con su alza del 1,3% y el Ibex con su caída del 1,9%.
Nuestra impresión en lo que se refiere a las Bolsas en esta última parte del año es que, aun partiendo de que los Bancos centrales difieran finalmente en el tiempo las subidas de tipos, los índices no van a tener ni grandes alegrías ni grandes retrocesos, y se seguirán moviendo en una banda estrecha.
Realmente, si tenemos en cuenta que los índices americanos superan los dos dígitos de ganancias en lo que va de año (S&P +10%, Dow + 10,5% y Nasdaq +18%) y los europeos están en entornos del 5% o algo superiores, con algunos casos como el Ibex o el italiano Mibtel superando los dos dígitos, casi nos conformaríamos con que las Bolsas de aquí a fin de año mantengan lo ya ganado.
En este contexto, para ganar dinero habrá que fijarse en los valores o activos que se han quedado atrás, como se ha demostrado esta última semana con las automovilísticas europeas, que han tenido un fuerte rebote desde los niveles absurdamente bajos a los que habían llegado. Igualmente lo hemos visto en agosto, y lo seguiremos viendo en nuestra opinión los próximos meses, en el caso de las materias primas y compañías a ellas vinculadas, que han subido mucho gracias a la pujanza del crecimiento chino.
Pensamos que el Banco de Inglaterra, igual que lo hizo el BCE, optará por un tono "dovish", tratando de pasar lo más desapercibido que pueda, y que los mercados mostrarán la misma indiferencia que han mostrado los últimos días con el BCE.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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