Tras una nueva semana alcista, aunque menos que las anteriores, las Bolsas americanas se disponen a celebrar el próximo miércoles el décimo aniversario de aquel 9 de marzo de 2009 en el que el S&P llegó a caer hasta los 666 puntos, que fue el mínimo "post Lehman" y que supuso el pistoletazo de salida de uno de los mercados alcistas más espectaculares que haya conocido nunca Wall Street. Entre aquellos 666 puntos y los 2.806 a los que cerró el pasado viernes el S&P hay una subida de más del trescientos por cien, una subida que se ha acelerado en los últimos años, tras el triunfo electoral de Trump, aunque es verdad que con algunas correcciones fuertes por el camino, como las de febrero o diciembre de 2018.
Contra todo pronóstico, como suele ocurrir, el 2019 se ha iniciado con una extraordinaria fuerza, que ha hecho olvidar el horroroso mes de diciembre con el que cerró el 2018. Es curioso que hayamos pasado, sin solución de continuidad, del peor diciembre en Wall Street desde los años treinta del pasado siglo, en plena Gran Depresión, al mejor inicio que se recuerda desde el año 1991. Las Bolsas americanas parecen empeñadas en hacer historia, y lo están consiguiendo.
Una semana más, las alzas se han producido en medio de datos económicos mediocres, y, también una semana más, los dos factores que han impulsado a los mercados han sido la Fed y las negociaciones sobre el acuerdo comercial Estados Unidos-China, convenientemente glosadas por Trump y por su ahora principal asesor económico y antes comentarista televisivo, Larry Kudlow. Por el lado de la Fed, Powell dio en su comparecencia semianual ante el Congreso y el Senado una visión moderadamente optimista de la economía norteamericana ("US outlook generally favourable"), pero a la vez se cuidó mucho de asegurar a los mercados que la Fed será muy cuidadosa a la hora de subir los tipos, basando esa cautela en los problemas de la economía global ("headwinds overseas"), que está, a juicio de Powell, bastante peor que la americana. La Fed parece haber encontrado así una fórmula muy oportuna, la debilidad de la economía global, para justificar su giro radical hacia una política monetaria nuevamente expansiva. En este sentido Powell adelantó que la Fed anunciará muy pronto, incluso en la reunión del 19-20 de marzo, un plan para poner fin al proceso de reducción de su balance de activos, un balance que en todo caso será muy superior al de antes de 2008 y que tendrá, dijo Powell, más bonos soberanos y menos bonos hipotecarios.
Estos mensajes, unidos al tuit de Trump el lunes diciendo que diferirá la entrada en vigor de los nuevos aranceles y al comentario de Kudlow el viernes a la CNBC diciendo que está habiendo un progreso "fantástico" en las negociaciones, han compensado el mal ISM de manufacturas de febrero y el mal índice de sentimiento del consumidor de la Universidad de Michigan, ambos publicados el viernes, permitiendo al S&P avanzar un 0,4% en la semana, su novena semana consecutiva de subidas. Por su lado el Nasdaq ha cerrado su décima semana consecutiva de subidas con un ascenso del 0,9%. Es verdad que algo han ayudado también el buen PIB del cuarto trimestre (+ 2,6%, un dato mejor del esperado) que se publicó el jueves, y el buen dato de manufacturas chinas en febrero que se conoció el viernes. Pero a la vez se han difundido algunos informes, de Bancos de inversión y de la Fed de Atlanta, según los cuales el PIB norteamericano podría estar creciendo por debajo del 1% este primer trimestre, una información a la que el mercado no ha dado ninguna importancia.
En definitiva, otra semana de subidas (+0,4% el S&P, +1,3% el Eurostoxx, +0,8% el Nikkei) que, si bien son más moderadas que las de semanas anteriores, tienen la virtud de mantener a los índices en los muy elevados niveles alcanzados en los dos meses iniciales del año. Si miramos la evolución de ambos meses, en febrero las subidas han perdido un poco de fuelle (el S&P subió un 7,9% y en febrero un 3%, el Nikkei un 3,8% en enero y un 2,9% en febrero, el Eurostoxx un 5,3% en enero y un 4,4% en febrero) pero han seguido siendo muy importantes, y la duda, al empezar marzo, es la sostenibilidad de las alzas.
Desde el punto de vista de las Bolsas, como ya comentábamos la semana pasada, el S&P está en un nivel crítico, los 2.800 puntos, que han venido funcionando reiteradamente como resistencia. El viernes el S&P cerró por encima de ese nivel por primera vez desde principios de noviembre, pero lo hizo en una subida de última hora y tras haber estado la mayor parte de la sesión por debajo de ese nivel. Hay que ver por tanto si se consolida o no por encima de los 2.800 puntos. Otro tema importante son los emergentes. Esta última semana el índice MSCI de Bolsas emergentes en dólares ha bajado el 0,7% y en el conjunto del mes de febrero ha subido un simbólico 0,1% y ello pese al magnífico comportamiento de la Bolsa china, con el Shanghai Composite subiendo un 6,8% esta última semana y 13,8% en febrero tras haber aumentado Morgan Stanley Capital International (MSCI) el peso de la renta variable china en sus índices globales. En nuestra opinión estamos asistiendo a una divergencia entre las Bolsas americanas y las emergentes que, sin ser tan acusada como la del pasado verano cuando en agosto los índices americanos batían récords históricos mientras el MSCI de emergentes entraba en mercado "bajista", es sin embargo preocupante y debilita mucho la tesis alcista. No hace falta recordar, en este sentido, el cuarto trimestre que tuvieron las Bolsas globales después de un verano en el que la divergencia bursátil entre EE.UU. y el resto del mundo llegó a niveles extremos.
Esta semana de décimo aniversario del mercado alcista se reúne el BCE el jueves, y al parecer anunciará su nuevo programa de financiación a largo plazo a la banca, una versión adaptada del viejo LTRO. Cabe preguntarse si lo que le hace falta a la banca y a las economías europeas es más dinero o, por el contrario, que se ponga fin a la aberrante situación de los tipos de interés nominales negativos de la zona euro, una situación que destroza a los Bancos y que no estimula de verdad a la economía, como lo demuestra bien a las claras la desaceleración en curso de la economía europea. Podemos pensar lo que queramos, pero casi con seguridad el jueves el BCE anunciará una nueva ronda de financiación y tipos negativos por más tiempo (lower for longer) y la única duda que cabe albergar es cómo van a reaccionar los mercados ante esa noticia. Los precedentes mueven a pensar en una reacción positiva, incluso eufórica, por parte de los inversores, por extraño que pueda parecer. Hace pocos días, en el Día del Inversor de JP Morgan el presidente de esta entidad, Jamie Dimon recordaba algo tan simple como que la combinación de bajos tipos y bajo crecimiento no le va bien a la banca. Añadiríamos que los tipos bajos durante tanto tiempo tampoco le van bien a la economía, pero los inversores europeos no parecen verlo así.
El otro foco de atención de la semana es el informe de empleo americano de febrero. Tras el magnífico informe de enero, con la creación de 304.000 puestos de trabajo, hay que ver si el mercado laboral americano sigue creando empleo pese a la aparente desaceleración del PIB estos últimos meses.
Por supuesto seguirán las noticias en torno a las negociaciones comerciales, y seguirá el proceso del Brexit, dos temas en los que hay que partir de un final feliz, aunque nunca hay descartar del todo la sorpresa negativa. Y además se publica el PIB del cuarto trimestre de 2018 de la zona euro y de Japón. Es particularmente interesante el PIB de Japón porque no hay que descartar que la tercera economía del mundo haya entrado en recesión. En resultados ya poca cosa, aunque queda alguno interesante como los de Essilor Luxottica el viernes próximo.
La cautela nos movería, tras dos meses de subidas extraordinarias, a elevar los niveles de liquidez y reducir la exposición a activos de riesgo en general, y es eso lo que realmente recomendamos. Pero lo hacemos con la incómoda sensación de que hay muy altas probabilidades de equivocarnos al asumir esa postura conservadora en un escenario de inversión que ha abrazado de nuevo, y con mayor ímpetu que nunca, el riesgo, tan solo dos meses después del desastre de diciembre.
Juan Carlos Ureta Domingo
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