Aunque con algunas diferencias de matiz, hay un hilo conductor común, una continuidad, en lo que a las Bolsas se refiere, entre la era Trump y la era Biden. Ese hilo conductor común es Janet Yellen, la Secretaria del Tesoro de la Administración Biden, que fue también presidenta de la Fed en el primer año del mandato de Trump hasta febrero de 2018.
Janet Yellen simboliza mejor que nadie las políticas económicas de gasto y de endeudamiento públicos sin límite, financiados por la Fed mediante la compra de bonos del Tesoro. Es la llamada "moderna teoría monetaria" (MMT) que ha ido ganando apoyo entre los políticos, sean del signo que sean, lo que explica que tanto Trump antes como Biden ahora no se resistan a tomar cuanta deuda haga falta, haciendo un uso muy amplio de las facilidades ofrecidas por la Fed.
La traducción bursátil de esas políticas es un mercado fuertemente alcista, tanto en la era Trump como en la por ahora todavía corta era Biden. Un mercado alcista que a Trump le gustaba asociar a su buena gestión económica y a su persona, pero que se ha mantenido después de Trump, lo que permite a Biden disfrutar, igual que lo hizo su antecesor, de sucesivos récords históricos en las Bolsas americanas, que parecen imparables.
El último récord lo hemos visto precisamente el pasado viernes. Gracias a las fuertes subida de las Bolsas americanas en los minutos finales de la sesión, el S&P cerró en un nuevo máximo histórico de todos los tiempos, muy cerca ya de los 4.000 puntos. Esa repentina oleada compradora de última hora permitió también al Dow Jones subir un 1,4% cerrando por encima de los 33.000 puntos y al Nasdaq subir un 1,2% cerrando por encima de los 13.000 puntos. Las Bolsas europeas tuvieron que conformarse con subidas más modestas en la jornada, del 0,9% para el Eurostoxx y el Dax y del 1% para nuestro Ibex.
Hasta aquí nada nuevo, porque ya son muchos los récords que han ido alcanzando los índices americanos y uno más podría no ser noticia. Pero hay dos factores que llaman la atención y que invitan a analizar un poco más lo sucedido el jueves y el viernes.
El primer factor es la evolución de las Bolsas americanas a lo largo de la semana. El lunes empezó con subidas suaves, que parecían presagiar una semana tranquila tras los recortes de la semana previa. Pero el martes y el miércoles el tono cambió hacia el lado negativo, y en la primera parte de la sesión del jueves el S&P parecía encaminarse a una corrección en toda regla, tras perder los 3.900 puntos. Sin embargo, a media sesión el S&P giró repentinamente al alza, aparentemente por el anuncio de la Fed de que permitirá a los Bancos americanos dar dividendo y comprar acciones propias ('buy backs') a partir de junio, levantando así las restricciones de la pandemia. No solo subieron los Bancos, también las aerolíneas, como American Airlines o United, que ganaron un 4% en el día, o las compañías de cruceros como Norwegian Cruise Line y Carnival que subieron un 2,8% y un 3,7%, respectivamente, o Boeing, que subió un 3%.
El viernes también hubo sorpresa final. Tras una jornada bastante tranquila, en la ultima hora se inició una subida vertical, que se aceleró sobre todo en los últimos diez minutos de la sesión, sin más detonantes aparentes que el buen dato de inflación subyacente (sin alimentos ni energía) que quedó en el 1,4% frente al 1,5% previsto, permitiendo así bajar un poco al tipo de interés del T bond, y el buen índice de confianza del consumidor americano de la Universidad de Michigan, que superó las estimaciones.
Por tanto, dos subidas de última hora, tanto el jueves como el viernes, justificadas en razones más bien débiles.
El segundo factor del que hablábamos es el cambio en los valores que lideran la subida, desde tecnológicas y "growth" hacia cíclicas y "value". Un cambio que se viene produciendo progresivamente desde hace ya dos meses y que se ha confirmado en las subidas del jueves y viernes, como antes decíamos. En la semana el índice tecnológico Nasdaq ha bajado un 0,6%, mientras que índices con mayor peso de compañías tradicionales, como el S&P, el Dow Jones, el Eurostoxx o el Dax han subido respectivamente un 1,6%, un 1,4%, un 0,8% y un 0,9%. En el conjunto del año el Nasdaq se ha quedado claramente rezagado respecto a índices de valores más tradicionales, ya que sube solo un 1,94%, mientras que el Eurostoxx sube un 8,8%, el Dow Jones el 8%, el Dax el 7,5%, el S&P el 5,8% y nuestro Ibex el 5,3%.
Ese relevo puede interpretarse, y así lo hacen la mayor parte de los analistas, como una rotación sana y saludable desde valores vinculados al confinamiento (los Amazon, Netflix...) a valores vinculados a la previsible reapertura económica que traerán las vacunas (hoteles, líneas aéreas, banca, recursos básicos...). Pero lo que nos está indicando es un cansancio claro y un cierto "techo" en los valores tecnológicos y en las compañías innovadoras que habían liderado las subidas desde abril pasado, que son las compañías que previsiblemente crearán más valor en esa economía en forma de "K" hacia la que nos dirigimos en el mundo post Covid.
Si combinamos los dos factores anteriores, es casi forzoso concluir que lo que realmente asoma detrás de esas subidas de última hora del jueves y del viernes es la expectativa de los inversores de que el nuevo programa de infraestructuras de tres billones (millones de millones) de dólares que quieren lanzar Biden y Janet Yellen impulse de forma muy importante el crecimiento de EE.UU. Hablamos de un plan que, acumulado al recién aprobado de casi dos billones de dólares, supone el 25% del PIB, y es esa enorme cantidad de dinero, en nuestra opinión, la que mueve a los inversores.
Yellen y Powell han insistido, además, en que el repunte de la inflación será transitorio. Es verdad que el jueves por la mañana el presidente de la Fed, Jerome Powell, se atrevió a insinuar que si la economía despega, la Fed deberá pensar en empezar a retirar los estímulos. Los mercados recortaron de inmediato, amenazando con una corrección mayor, como antes decíamos, a pesar de que Powell fue extremadamente prudente y habló de una retirada muy "gradual" y "transparente". Pero de inmediato hubo declaraciones en varios frentes, incluidas las de la propia Yellen, que tranquilizaron a los inversores.
En definitiva, parece que con los tirones alcistas del jueves y del viernes Wall Street está descontando que el nuevo plan de Biden de tres billones de dólares ('trillions') va a elevar mucho el crecimiento, sin inflación, y que esto podría llevar al S&P muy por encima de los 4.000 puntos, por lo que hay que apresurarse a comprar acciones. Aunque no hay que descartar que, a las puertas de una semana semifestiva con poco volumen de transacciones, algunos operadores hayan intentado "animar" al mercado, tal y como lo hizo, por ejemplo, SoftBank el pasado agosto cuando tomó posiciones muy agresivas sobre las grandes tecnológicas moviendo tras de sí a los "traders" de Robin Hood.
Estos días tendremos una primera respuesta a esas dudas. El viernes se publica el informe de empleo de marzo, que se espera muy bueno, en línea con lo anticipado por Yellen y Powell en varias declaraciones de los últimos días. Lo normal es que los inversores sigan poniendo el foco en el plan de infraestructuras cuyos detalles explicará Biden el miércoles en Pittsburgh, y que continúe la rotación desde empresas tecnológicas y de crecimiento ("growth") hacia "value" y cíclicas.
El nivel de los 4.000 puntos del S&P es demasiado atractivo para que Wall Street, animado por Janet Yellen, lo deje escapar sin tocarlo, pero en nuestra opinión, aunque se supere ese nivel, la subida solo será consistente si se suman las acciones tecnológicas.
Juan Carlos Ureta Domingo
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