Aunque a estas alturas del ciclo ya nada debería sorprendernos, tras varios años en los que las tecnológicas americanas vienen protagonizando el mayor mercado alcista jamás conocido, no cabe duda de que el festival protagonizado estos últimos días de julio por las grandes del sector, con Apple a la cabeza, es impresionante bajo cualquier parámetro que se analice. Más aún si se tiene en cuenta que esa explosión alcista, esa carrera frenética por comprar acciones de determinadas compañías, coincide en el tiempo con el anuncio de desplomes históricos en el crecimiento de las grandes economías del mundo.
El pasado jueves se publicaban los PIBs europeos y americano del segundo trimestre. El PIB de la zona euro cayó un 12,1% respecto al primer trimestre, el de Alemania un 10%, el de España un 18,5% y el de EE.UU. un 9,5%. Son cifras espectaculares, aunque en cierto modo esperadas, que han hecho entrar a varias economías, incluida la española, en una severa recesión y que anticipan una digestión muy pesada del confinamiento que ha vivido la mitad de la población mundial estos últimos meses. Aunque es verdad que la economía que primero entró y que primero ha salido de la pandemia, China, empieza a dar señales positivas (el PMI manufacturero de China ha sido en julio 51,1 frente al de 50,9 en junio y el PMI de servicios ha sido 54,2, en ambos casos por encima de 50) no es menos cierto que las tensiones políticas entre EE.UU. y China, cuyo último episodio es el veto de Trump a la compra de Tik Tok por Microsoft, mueven a pensar que esta vez la bonanza de China, si es que se confirma, no va a tener la misma tracción sobre las economías occidentales que ha tenido en las últimas dos décadas.
Las cotizaciones de las empresas tradicionales recogen esas dudosas perspectivas sobre el futuro, pero las compañías vinculadas a la nueva economía digital siguen impertérritas al alza, completamente ajenas a los temores de contracción que castigan a otros sectores. En lo que va de año el Ibex cae un 28%, el Eurostoxx un 15,2% y el Dow Jones un 5,4% mientras que el Nasdaq sube un 19,8%. Si lo miramos en compañías concretas la diferencia es aún mayor. Telefónica baja un 43% desde el uno de enero, Santander un 51%, Société Générale un 58% y Airbus un 52,5%, mientras que Apple sube un 44,7%, Amazon un 72% y Tesla un 242% por citar solo algunos ejemplos.
Esta última semana no ha hecho sino ampliar esa diferencia ya que el Nasdaq ha subido un 3,7% en la semana, mientras que el Eurostoxx y el Dax han caído un 4,1% y nuestro Ibex, muy castigado por los Bancos y por Telefónica, un 5,7%.
De esta forma la que podríamos llamar "brecha digital bursátil" va creciendo, ampliándose cada vez más la diferencia en capitalización entre el viejo mundo y el nuevo mundo, sin que nada se pueda interponer en el camino alcista de las tecnológicas. Ni siquiera tuvo impacto en sus cotizaciones la durísima comparecencia que tuvieron que afrontar el miércoles pasado en el Congreso los presidentes de Apple, Amazon, Facebook y Alphabet, en la que intentaron defenderse de las cada vez más extendidas acusaciones de malas prácticas, y que anticipa sin duda mayor regulación y mayor supervisión para todas ellas.
Como decíamos en nuestro anterior comentario, la sensación de "deja vu" es inevitable, al recordar aquella época de la burbuja de las puntocom a fines de los noventa. Esperemos que, si la historia ha de repetirse, sea esta vez sea, siguiendo la famosa frase de Marx, no en forma de tragedia sino en forma de farsa, porque los daños que provocó el pinchazo de la burbuja de las puntocom no fueron pequeños, pero una eventual implosión del Nasdaq sería verdaderamente destructiva en términos patrimoniales (las cinco primeras tecnológicas duplican en valor bursátil al Eurostoxx) y en términos psicológicos y de confianza social. Para millones de personas, sean o no inversores, Amazon, Apple, Google, Tesla o Facebook son algo más que empresas, son símbolos de los sueños, valores y esperanzas que conforman nuestra sociedad occidental.
Así las cosas, es dudoso si, como ha dicho la Fed en su última reunión, "el futuro de la economía depende del virus" o si más bien es el futuro del virus el que depende de la economía. Va a ser muy difícil que se vuelva a un confinamiento duro, como el que hemos vivido en una gran parte del mundo recientemente, porque las consecuencias para la economía serían inasumibles, por tanto, se buscaran alternativas y seguro que se encuentran en un ecosistema informativo tan confuso, incierto y, en cierto modo, tan manipulado como el que rodea todo lo que se refiere al coronavirus.
Una confusión que reflejan los mensajes tan diferentes del oro (inflación), de los bonos (deflación) y de la Bolsa (nueva economía con crecimiento innovador no inflacionario). Esos mensajes tan contradictorios son una muestra de la falta de ideas claras en el mundo inversor.
La pregunta, en lo que a las Bolsa se refiere, es si es sostenible un mercado alcista tan concentrado en el sector tecnológico y con tan poca participación de otros sectores. Los multiplicadores a los que cotizan algunas tecnológicas solo se explicarían si esas compañías fuesen a quedarse con el monopolio mundial de sus respectivos sectores, algo inimaginable por muchos motivos, y la sensación de burbuja en algunos valores como Tesla es casi obligada por mucho que sus fans traten de convencernos de lo contrario.
En un plano más técnico, el S&P sigue tratando de superar los máximos que alcanzó en las sesiones del 6/8 de junio. Tras haberlo intentado sin éxito el miércoles, la reacción alcista de las dos últimas horas de la sesión del viernes, que era también la sesión final del mes de julio, devolvió al S&P a las cercanías de los 3.300 puntos, gracias sobre todo al tirón final de Apple, que subió un 10,5% en el día, y de otras tecnológicas. Habrá que ver si esa subida de última hora es real o tiene que ver más con el cierre de mes y con el temor de los inversores a quedarse fuera, el "fear of missing out" (FOMO). Probablemente, el informe de empleo de julio que se publica el próximo viernes va a ser determinante para saber si el S&P supera por fin los 3.300 puntos, igual que hace dos meses el informe de empleo de mayo fue clave para superar los 3.200 puntos.
En el mundo binario de las Bolsas post Covid los valores de moda ('trendy') están demasiado inflados a nuestro juicio como para invertir en ellos y eso nos obliga a buscar valor en empresas menos del agrado de los inversores y quizás con un futuro menos "glamouroso", pero cuyo precio se ha quedado en niveles realmente bajos. Es lo que está haciendo, por ejemplo, Warren Buffet fijándose en títulos castigados dentro de los sectores tradicionales. En Europa y en España no nos faltan valores donde elegir siguiendo ese criterio, sobre todo tras las caídas de esta última semana en el sector bancario y el de telecomunicaciones.
Juan Carlos Ureta Domingo
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