Las buenas expectativas generadas a lo largo de enero por los discursos optimistas de varios líderes políticos y empresariales, que pronosticaban una reactivación económica en el 2013, se han topado de frente, al empezar febrero, con la cruda realidad de unas cifras económicas realmente malas.
En particular, los datos que se publicaron el pasado jueves sobre el PIB de la zona euro y de sus principales economías, son demoledores, e indican que, más allá de los buenos deseos, hay elementos muy poderosos que impiden una vuelta al crecimiento. El principal obstáculo para el crecimiento es que las familias y las empresas desconfían de un modelo de salida de la crisis que, hoy por hoy, se traduce solo en una mayor carga fiscal y en una mayor dificultad de acceso a la financiación. Lo cual genera desconfianza creciente pese a los discursos esperanzadores de los policy makers.
Por eso tiene cierto simbolismo, en sentido negativo, el hecho de que el mismo día en el que se conoció que el PIB de la zona euro cayó un 0,6% en el cuarto trimestre, la Comisión Europea anunciase su muy equivocada decisión de implantar un impuesto sobre transacciones financieras. Un impuesto que se traducirá en menores flujos de financiación, mayor coste del crédito y menor crecimiento económico para los países que la implantan, entre ellos España. Un nuevo ejemplo de medidas populistas que perjudican a la economía real y a las clases medias.
Si vamos a las cifras concretas, en el cuarto trimestre de 2012 el PIB de Francia, Italia, España y Holanda (lo que ahora se llama bloque FISH) cayó respectivamente un 0,3%, 0,9%, 0,7% y 0,2%. Lo que lógicamente ha repercutido en las exportaciones y en el PIB de la todopoderosa Alemania, dando así un salto cualitativo la crisis de la zona euro, ya que de la inquietud inicial sobre los periféricos PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) se ha pasado ahora a incluir a Francia, Italia y Holanda (FISH) y es obvio que Alemania no quedará al margen.
Las Bolsas europeas se vieron ya afectadas en la primera sesión semanal, el pasado lunes, por la inestabilidad política en Italia y España pero el jueves las caídas adquirieron una dimensión mayor al añadirse la amenaza de recesión en la zona. Recesión que ya es una realidad en varias de sus economías, incluida ya la economía holandesa. En Japón se supo también que su PIB ha caído un 0,4% en el cuarto trimestre, al caer sus exportaciones.
Todos estos datos, sin embargo, son datos del pasado, y por tanto no deberían mover a los inversores, pero se intuye que también hay desconfianza hacia el futuro, un futuro que, sobre todo en Europa, los líderes políticos siguen queriendo basar en más gasto público y en más deuda pública.
Tal vez por eso seguimos viendo un peor comportamiento de las Bolsas europeas, que esta semana han tenido caídas de entre medio punto y un punto porcentual, siendo así que las plazas americanas permanecían estables y el Nikkei subía ligeramente en la semana. Lo cierto es que en lo que va de año casi todas las Bolsas europeas están ligeramente en negativo mientras que el S&P 500, el Dow Jones y el Nasdaq suben un 6% o más desde el uno de enero y el Nikkei avanza un 7,5% desde que empezó el año. Como decíamos en nuestro comentario de la semana pasada, Europa preocupa de nuevo.
Por eso, mientras el S&P 500 sigue por encima de los 1.500 puntos y el Dow Jones sigue muy cerca de los 14.000 puntos, el Dax ya ha empezado a reflejar algo tan obvio como que si el resto de Europa va mal Alemania también sufrirá. Es cuestión de tiempo, a nuestro juicio, que el mismo razonamiento se extienda a la economía y a las Bolsas americanas, ya que una eventual recesión europea pasará peaje a la economía norteamericana.
De momento, en Estados Unidos, las operaciones corporativas siguen moviendo el mercado, y esta semana, tras la oferta de compra de la semana pasada sobre Dell, hemos visto la oferta de Warren Buffet y del millonario brasileño Lemann sobre Heinz.
Por eso tiene importancia comprobar cuál es el estado de ánimo de los consumidores americanos, que siguen siendo uno de los soportes de la primera economía del mundo. Esta próxima semana podremos tener un buen indicador el jueves cuando el gigante americano Wal Mart publique sus resultados, ya que se han difundido algunas informaciones según las cuales sus ventas en enero y febrero podrían haber sido desastrosas. Previamente, el miércoles, se publicarán las actas de la reunión de enero de la FED, en las que podremos comprobar si sigue habiendo miembros del Consejo que desean terminar con la actual QE3 de forma anticipada.
Además de estas noticias económicas, y de las encuestas IFO y ZEW en Alemania, y los PMI preliminares en la zona euro, esta semana las elecciones italianas van a ser otro foco de atención y de potencial inestabilidad.
Habiendo sabido resistirnos a los cantos de sirena de enero, cuando muchos gestores y analistas corrían desesperados para comprar a cualquier precio, dentro de la llamada "gran rotación" de bonos hacia Bolsa (por cierto el T bond americano ya está en el 2% y el bund alemán en el 1,65%), ahora no parece que sea el momento de precipitarse, sino más bien el de esperar a que se despejen algunas incógnitas, tales como las elecciones italianas, los datos de consumo americanos, o la continuidad en las políticas de los Bancos Centrales.
La clave del futuro inmediato de las Bolsas está en ver si de verdad el S&P es capaz de atacar con fuerza y con soporte los máximos históricos o si, por el contrario, inicia una corrección como la ya iniciada por el Dax alemán.