El pasado jueves los tres grandes índices americanos, el Dow Jones, el S&P y el Nasdaq batieron récords históricos de forma simultánea el mismo día, por primera vez desde diciembre de 1999, simbolizando así de manera muy gráfica lo que está siendo este agosto tan placentero en las Bolsas, con poco volumen, pero con mucho apetito por el riesgo por parte de los inversores.
El extraordinario comportamiento de las grandes cadenas minoristas americanas (retailers) esa jornada, con subidas realmente espectaculares, y la buena racha de los valores tecnológicos (el Nasdaq ha cerrado su séptima semana consecutiva de subidas) fueron decisivos para conseguir el mencionado triple record simultáneo. Y en todo ello tiene mucho que ver la vuelta del apetito por el riesgo, que ha puesto a los mercados en modo "risk on".
Es verdad que el "risk on" se produce esta vez con un volumen muy bajo, y es verdad que las subidas semanales han sido simbólicas en los tres índices americanos, pero las no tan simbólicas subidas semanales en las plazas europeas y asiáticas (Eurostoxx +2,4%, Dax +3,3%, Nikkei +4%) y el hecho de que los índices americanos sigan subiendo en zona de máximos históricos indican que los inversores han perdido el miedo.
Ese renovado apetito por el riesgo es una de las consecuencias imprevistas y en cierto modo paradójicas del Brexit, y tiene su expresión más evidente en el rally de los bonos, que esta vez no se limita a los soberanos de alta calidad, como sucedió en febrero pasado, sino que se extiende también a los soberanos de menos calidad, a los corporativos, e incluso a los segmentos de peor calidad, los llamados "bonos basura".
La diferencia con el pasado febrero es visible, ya que entonces los corporativos de calidad media o media baja se emitían a tipos realmente elevados. Ahora, en agosto, hay ganas de riesgo sin pedir nada a cambio. La decisión del Banco de Inglaterra, el pasado 4 de agosto, de comprar también bonos corporativos, siguiendo la estela del BCE en marzo y del Banco de Japón, ha sido el detonante principal de ese cambio de sentimiento.
Hay otra novedad en agosto, y es la expectativa de que al final las políticas de dinero barato tengan impacto no sólo en los mercados financieros (en los que el impacto es obvio) sino también en la llamada "economía real" y sobre todo en el consumo. Esto explicaría el júbilo con el que se recibieron el jueves las cuentas de las grandes cadenas minoristas americanas, unas cuentas que, sin ser buenas, mejoraron las expectativas de los analistas.
Macy's subió un 17%, al dar un buen "guidance" a futuro y mejores beneficios de los esperados para el segundo trimestre, aunque los beneficios estuvieron por debajo de los del año pasado. Exactamente lo mismo pasó con Nordstrom que subió un 7,5% (llegó a subir un 11%) y con Kohl's, que subió un 16% pese a que su CEO, Kevin Mansell, rebajó las expectativas de beneficios para este año 2016. Finalmente JCPenney subió el jueves un 8,6%.
A la vez, y dentro de esa idea de que el dinero barato va a estimular a la economía real, el petróleo ha subido con fuerza en la semana, cerrando el pasado viernes los futuros del WTI en 44,5 dólares barril, es decir, con un "rally" de un diez por ciento respecto a los niveles de hace unos días, inferiores a los 40 dólares barril.
¿Es correcto el pronóstico de que el efecto positivo del "easy money" esta vez no se va a quedar en Wall Street sino que va a llegar a Main Street? El tiempo lo dirá, pero si miramos a Japón, donde la "abenomics" hace aguas precisamente por haberse limitado solo a los estímulos monetarios, podemos tener dudas. En Japón la ecuación de que más dinero barato es igual a más consumo no ha funcionado. Ni ha aparecido la inflación ni se ha disparado el crecimiento. Eso sí, se ha evitado una Gran Depresión.
En agosto las Bolsas siguen superando todos los obstáculos, el "wall of worry", igual que lo hicieron en julio. El pasado viernes el dato de ventas minoristas de julio en EE.UU. no fue bueno, ni tampoco lo fue el de precios industriales, ni el crecimiento adelantado de la zona euro en el segundo trimestre, ni el sentimiento del consumidor americano medido por la Universidad de Michigan. En China el viernes supimos que la producción industrial subió un 6% en julio, menos que el 6,1% estimado y las ventas al por menor chinas en julio subieron el 10,2% frente al 10,5% estimado. Son un cúmulo de noticias negativas que las Bolsas encajaron sin mayores problemas.
Algunas voces alertan de posibles correcciones, como Goldman Sachs, que pronosticaba hace unos días una caída de las Bolsas de un diez por ciento, por menor crecimiento global y por beneficios empresariales mediocres.
Pero son voces aisladas, que se diluyen en el ambiente festivo generalizado. Un ambiente animado también por opiniones cualificadas como la de Jeremy Siegel, profesor de Wharton, que ha pronosticado una segunda mitad del año alcista y da niveles objetivo del S& P de 2.500 puntos y del Dow en 20.000.
Por eso, en la tercera semana de agosto, en la que conoceremos las actas de la Fed de esa última reunión, y algunos resultados interesantes como los de Wal-Mart, Cisco o Home Depot, lo que cabe esperar es más de lo mismo, es decir, más calma veraniega y más tranquilidad en los mercados.
Ahora bien, a diferencia de las dos semanas anteriores, en esta ocasión apostaríamos por una suave corrección en los índices americanos y una caída algo mayor en los europeos, tras subidas como la del Dax que ya llega casi al 15% en pocas semanas.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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