Frente a la complacencia total, de la que hablábamos al terminar nuestro anterior comentario, empieza a asomar entre los inversores, aunque sea muy tímidamente, la inquietud ante un posible escenario económico menos idílico que el descontado hasta ahora, con crecimiento débil acompañado de inflación algo más alta de lo deseable. Este escenario, que podría ser incluso del agrado de los Bancos Centrales, en la medida en que la inflación puede resolver el gran problema de la deuda acumulada, tiene el peligro de que al final el crecimiento se deslice a la baja, hacia la temida "estanflación", un término ya casi olvidado pero que algunos comentaristas americanos han vuelto a utilizar estos días.
Las sensaciones y los datos económicos de las últimas jornadas, con unos PMIs preliminares de junio cayendo desde los máximos anuales, especialmente en Europa, pese a que siguen en zona de expansión económica, han contribuido a alimentar esas preocupaciones, que han llevado al Dow Jones a encadenar ocho sesiones consecutivas a la baja, si bien el viernes se evitó que hubiese una novena jornada bajista, una racha bajista no vista desde hace ya tiempo. Asimismo la subida del petróleo el pasado viernes, con los futuros del crudo ligero (WTI) avanzando un 5,7% tras la reunión de la OPEP y acercándose de nuevo a los 70 dólares barril, augura una subida de la inflación incluso aunque el crecimiento se desacelere.
Las moderadas subidas del viernes no han podido evitar que la semana se haya saldado con recortes en casi todas las Bolsas, tras un repunte de la volatilidad. El Dow ha sufrido un descenso semanal del 2%, el S&P del 0,9% y el Nasdaq del 0,7%. En EE.UU. solo el índice Russell de pequeñas compañías ha logrado una simbólica subida del 0,1% en la semana. En la zona euro el Dax ha liderado las caídas semanales, con un recorte del 3,3%, al verse muy afectado por el aviso de menores resultados de Daimler como consecuencia de la guerra comercial. Por su lado, el Cac francés ha caído el 2%, el Mib italiano un 1,3% y nuestro Ibex el 0,6% lo que ha llevado al Eurostoxx a perder el 1,8% en la semana. Entre las asiáticas el Nikkei ha caído el 1,5% en la semana pero el peor parado ha sido el Shanghai Composite con una caída semanal del 4,4%. También en China, el índice de la Bolsa de Shenzhen cayó el martes por la noche un 6,8%. Para completar el cuadro bursátil, el MSCI Emerging Markets en dólares ha caído un 2,3% en la semana.
La huella de la guerra comercial es clara en el Dax y en el Shanghai Composite, y refleja el temor de que esa guerra acabe dañando de forma particular a dos economías netamente exportadoras como la alemana y la china. Un temor que la semana anterior, curiosamente, había quedado tapado en el caso del Dax por la decisión del BCE de prolongar algo más sus compras de bonos y diferir la subida de tipos al otoño de 2019.
En definitiva, las Bolsas empiezan a acusar el impacto de la guerra comercial. Pero no solo son las Bolsas las que lo acusan, también los banqueros centrales reunidos la semana pasada en Sintra, Portugal, han reflejado en sus mensajes una preocupación creciente por el tono que va tomando el asunto. El presidente del BCE, Mario Draghi alertó en Sintra de un crecimiento en la zona euro menor del previsto y dijo que la política monetaria seguirá siendo "paciente y prudente" y por su lado Jay Powell, presidente de la Fed, apuntó a que el impacto sobre la inflación del pleno empleo norteamericano podría no ser tan alto como se pensaba dando así un mensaje algo más suave (dovish) del que lanzó en la rueda de prensa posterior a la última reunión de la Fed el 13 de junio.
Junto a la guerra comercial, hay también otros factores que nos mueven a pensar que el optimismo y la complacencia de los inversores pueden estar empezando a flaquear, aunque sea solo un poco. El primero es el comportamiento de las grandes tecnológicas, que estas últimas sesiones han tenido una evolución peor que la de los valores tradicionales. Así, el viernes los valores que tiraron al alza de los índices fueron Exxon, Chevron y las automovilísticas americanas, ayudadas por la idea de que Trump puede poner aranceles a los automóviles europeos. Por el contrario Microsoft, Apple, Amazon, Google y otras tecnológicas recortaron ligeramente dando lugar a una caída del Nasdaq del 0,3% mientras que el Dow subía medio punto porcentual. Las grandes tecnológicas y en particular las llamadas FAANGS (Facebook, Apple, Amazon, Microsoft, Netflix, Google) han sido el sector líder en las fuertes subidas de los últimos años y no parece fácil que otro sector pueda tomar el relevo.
Otro símbolo de la complacencia extrema que dominó los mercados desde septiembre de 2017 hasta enero de 2018, ha sido el bitcoin, que también está dando muestras de debilidad. Desde sus máximos de las pasadas Navidades cercanos a los 20.000 dólares, el bitcoin ha sufrido una fuerte corrección, y este fin de semana acaba de perder la cota de los seis mil dólares en medio de dudas crecientes sobre su seguridad y sobre su futuro papel como medio de pago. El gestor americano Jeffrey Gundlach, por algunos considerado el rey de los bonos, sostiene que el bitcoin es un indicador anticipado de la dirección del S&P. Sea o no cierta esa idea de Gundlach, lo que sí parece claro es que el bitcoin es un indicador del optimismo inversor y su caída estaría señalizando nubes en el horizonte.
¿Qué significa todo lo anterior? De momento nada muy definitivo, salvo que se ven algunas grietas en la muralla de la inmensa confianza en el futuro que han tenido los inversores estos últimos años. En nuestra opinión, las Bolsas seguirán instaladas en una cierta inercia de "buy on dips" y ello les crea un cierto suelo por el momento, pero la complacencia puede verse sometida a duras pruebas a lo largo de este verano o como muy tarde en el otoño si la Fed persiste en su dureza y si Trump persiste en su guerra comercial abierta. Más adelante, la prueba de fuego de las Bolsas llegará el día que la economía norteamericana entre en una fase de menor crecimiento, lo cual es solo cuestión de tiempo en una economía que lleva nueve años seguidos sin tener una recesión. Solo ha habido un periodo anterior más largo sin recesión, el que va de 1991 a 2001.
Pero dejando de lado el medio y largo plazo, en lo inmediato y en lo que a la última semana de junio y del trimestre se refiere, pensamos que el fin de semestre debería ser tranquilo, a la espera de los resultados empresariales del segundo trimestre. Hay algunos datos interesantes, como la deflación del consumo privado en EE.UU. y la revisión definitiva del PIB del primer trimestre. En la zona euro, se publica la estimación preliminar del IPC general y subyacente de junio, y la encuesta IFO en Alemania.
Más allá de esos datos, la guerra comercial, el petróleo y las declaraciones de los banqueros centrales seguirán moviendo a unas Bolsas que, para romper máximos anuales, necesitarían que los resultados empresariales que se van a publicar en breve sean realmente extraordinarios, pero que, a la baja, encuentran un soporte en la inmensa confianza que los inversores siguen teniendo en que todos los problemas que están encima de la mesa se resuelvan de forma satisfactoria.
Los casos del índice tecnológico Nasdaq y del índice de compañías de pequeña capitalización Russell, que recientemente han vuelto a batir sus récords históricos de todos los tiempos muestran la reiterada y continua fe de los inversores en las acciones, una fe que, con el bono americano a diez años por debajo del 2.9%, todo indica continuará estos últimos días del semestre, pese a los recortes de la pasada semana.
Juan Carlos Ureta Domingo
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