Uno de los ejercicios más habituales entre los analistas y gestores a inicio de cada año es tratar de averiguar los posibles “cisnes negros”, es decir, en terminología de Nassim Taleb, los riesgos absolutamente imprevisibles y desde luego muy improbables, pero que, si llegan a suceder, pueden provocar una fuerte perturbación, incluso un cataclismo, en la economía o en los mercados financieros. Sin embargo, ha sido el propio Nassim Taleb quien la semana pasada nos ha recordado que, sin necesidad de buscar cisnes negros, existen cisnes blancos en el escenario económico actual, es decir, eventos igualmente perturbadores para la economía o los mercados financieros, pero que, lejos de ser imprevisibles, se pueden anticipar de forma clara porque están a la vista de todos.
Podríamos enumerar algunos “cisnes blancos” en el actual escenario económico, como el pobre crecimiento económico de la zona euro, que bordea la recesión técnica, la persistente debilidad de la economía china o la inestabilidad geopolítica, con puntos calientes como el Mar Rojo. Pero, entre esos posibles cisnes blancos, el que ha llamado la atención de Nassim Taleb es el crecimiento continuo y cada vez mayor de la deuda, sobre todo de la deuda pública de los gobiernos. Los más de 34 trillones (billones europeos) de dólares que suma la deuda pública norteamericana (quien quiera ver en directo cómo crece puede ir a la página usdebtclock.org) son, según Nassim Taleb, un cisne blanco que podría estallar en el 2024.
La deuda de los gobiernos crece no sólo en EE. UU. sino también en la zona euro, bajo la tesis, tan falsa como aceptada hoy por muchos analistas, de que la deuda pública no importa, porque los gobiernos siempre podrán pagarla imprimiendo dinero. Una tesis a la que dio cobertura académica la economista americana Stephanie Kelton en su libro El mito del déficit, y que es recibida con entusiasmo por los políticos de uno u otro signo, más aún en un año electoral como este, con elecciones presidenciales en EE. UU. y elecciones al Parlamento en Europa.
Ese crecimiento de la deuda pública que preocupa a Nassim Taleb explica en parte la famosa “resiliencia” de la economía estadounidense y de las europeas, incluida la española, ya que en gran parte el crecimiento se debe al consumo y el consumo es sostenido por el gasto público y por el empleo público. Pero lo que piensa Taleb es que al ser más caro el dinero por la subida de los intereses, en algún momento la espiral de deuda va a ser insostenible.
Y precisamente esa preocupación conecta de lleno con lo que ha sido el evento “macro” de la semana, la reunión de la Fed el pasado miércoles. El mensaje de la Fed y de su presidente Powell no gustó a las Bolsas, que cayeron con fuerza tras decir Powell que no necesariamente habrá bajada de tipos en marzo. El Nasdaq cayó un 2,2% tras la comparecencia de Powell y el S&P el 1,6%. Pero la preocupación duró poco porque, en una segunda lectura el mercado concluyó que en el fondo Powell no dijo realmente nada nuevo y se mantuvo en su línea de que la Fed irá tomando sus decisiones en función de los datos que vayan apareciendo (datadependencia). Las Bolsas han interpretado finalmente que Powell no dio realmente un giro hacia una política monetaria más restrictiva, sino que vino a poner una nota de cautela ante un excesivo optimismo sin alterar el fondo.
A esa interpretación “tranquilizadora” se unieron, el viernes, dos noticias más que devolvieron definitivamente el optimismo a los mercados. Por un lado, los buenos resultados de dos de las megatecnológicas, Meta y Amazon, publicados el jueves tras el cierre del mercado, y por otro el informe de empleo americano de enero, publicado el viernes, que arrojó una cifra de 383 mil nuevos empleos frente a los 185 mil estimados por el consenso, quedando la tasa de paro en el 3,7% frente al 3,8% estimado y subiendo los salarios por hora un 0,6% en el mes frente al 0,3% estimado. Toda una demostración de fortaleza de la economía norteamericana confirmada también por el ISM de manufacturas, que superó las estimaciones acercándose mucho a la zona de expansión (49,1).
La combinación de una economía fuerte con una política más acomodaticia de la Fed es el sueño dorado de las Bolsas y es lo que llevó al S&P a terminar el pasado viernes en un nuevo máximo histórico de todos los tiempos, y a los tres grandes índices americanos a encadenar su cuarta semana consecutiva de subidas. El S&P y el Dow han subido el 1,4% en la semana, el Nasdaq el 1,1% y el Eurostoxx el 0,4% en un ambiente de complacencia en el que los inversores sólo ven el lado positivo de las noticias.
No se quiere escuchar el tono más cauto de la Fed, ni las malas noticias en la banca regional americana, con el New York Community Bancorp (NYCB) desplomándose un 50% en Bolsa tras recortar su dividendo un 70% por las mayores provisiones en la cartera de créditos inmobiliarios, ni algunas decepciones en resultados como la ya citada de Alphabet, o las de Apple (que ha caído más de un 3% en la semana), Qualcomm, H&M, Adidas, BNP, ING o Peloton, entre otras. En ese ambiente básicamente optimista, los cisnes blancos quedan muy diluidos, aunque el reloj de la deuda siga avanzando cada minuto que pasa y aunque la economía europea haya confirmado la semana pasada su estancamiento y el FMI haya ratificado también la semana pasada su visión a la baja del crecimiento global.
La realidad es que esta semana dos tecnológicas, Meta (+20,5% en la semana) y Amazon (+8% en la semana), han tenido un gran protagonismo en el buen ambiente y en cierto modo han movido consigo a todo el mercado. Se prolonga así el modelo del 2023, en el que un grupo reducido de compañías, en el 2023 los “siete magníficos” (Apple, Microsoft, Meta, Alphabet, Amazon, Nvidia y Tesla). En el 2024 el índice tecnológico Nasdaq lidera las subidas con una ganancia desde el uno de enero del 7,6%, más del doble que el Dow Jones y casi el doble que el Eurostoxx. El problema es que los “siete magníficos” cotizan, en su conjunto, a un PER cercano a 50 veces beneficios y que se extiende la sensación de que el precio de muchas tecnológicas descuenta un escenario perfecto (‘priced for perfection’) que no es sostenible. La reacción fría a los resultados que han tenido esta última semana Apple, Alphabet y Microsoft muestra precisamente esto.
Para confirmar el rally alcista haría falta, por tanto, mayor participación de mercado y, como decíamos la semana pasada, los resultados mandan. Esta semana hay muchos resultados empresariales fuera de las tecnológicas, además de haber datos económicos interesantes como el ISM de servicios en la economía norteamericana. Haría falta, además, que la inflación se siga moderando, y en ese sentido el informe de empleo americano de enero que se publicó el viernes, con una subida de los salarios por hora del 0,6% en enero, el doble del 0,3% estimado y con una bajada de la tasa de paro al 3,7% desde el 3,8% estimado no dibuja un escenario propicio para que los precios bajen.
Como hemos dicho muchas veces en estos comentarios, a Wall Street le encanta marcar nuevos hitos y, estando tan cerca los 5.000 puntos del S&P, sería raro que no haya un intento de superarlos, lo que da a las Bolsas una cierta inercia alcista. Pero, aun a riesgo de equivocarnos, seguimos pensando en una corrección de cierto alcance en febrero, sobre todo en las Bolsas americanas, como escenario más probable.
Juan Carlos Ureta Domingo
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