La subida vertical de los índices en los minutos finales de la sesión del pasado viernes, que también eran los últimos minutos del primer semestre bursátil, no solo ha salvado una semana que en sí misma ha resultado bastante anodina y plana (S&P -0,3% en la semana, Eurostoxx +0,2%, Nikkei +0,1%, Shanghai Composite -0,8% y MSCI de emergentes en dólares +0,15%) sino que, además, ha puesto un broche de oro a un semestre que en el caso del S&P ha sido el mejor de las dos últimas décadas (solo superado en 1997) y en el que solo tres Bolsas en el mundo (Chile, Malasia y Nigeria) han tenido pérdidas, y además bastante reducidas.
Tras el desastroso diciembre de 2018, era difícil imaginar que en el primer semestre el S&P iba a terminar con ganancias del 17,3%, el Eurostoxx del 15,7%, el Shanghai Composite del 19,5%, el MSCI Emerging Markets en dólares del 9,2% y el Nikkei del 6,3%. Pero así ha sido, gracias en gran medida al giro de la Fed y a que la amenaza de recesión parece diferirse en el tiempo.
Precisamente a esa amenaza se refería el país anfitrión, Japón, en la apertura de la reunión del G20 en Osaka, al alertar del peligro de recesión global si la guerra de aranceles continuaba su escalada, y fueron sin duda las expectativas de un posible acuerdo entre Trump y Xi Jinping, confirmadas el sábado, las que sin duda dieron ese impulso a las Bolsas en el tramo final de la sesión del viernes.
Tal y como hemos dicho en reiteradas ocasiones en estos comentarios, Trump necesita un acuerdo, real o aparente, y el G-20 era la ocasión perfecta para "vender" mediáticamente la vuelta a la mesa de negociación, ensalzando a la vez las aptitudes del actual presidente americano, quien se considera a sí mismo un maestro en el arte de negociar. Es difícil saber si en realidad lo que hemos visto en Osaka es la claudicación de Trump ante un Xi Jinping que, a diferencia de Trump, no tiene el problema de unas elecciones en 2020, o una sumisión de China a las exigencias de Estados Unidos, pero lo que es seguro es que la tregua acordada en Osaka será presentada como un nuevo éxito de Trump, dentro de esa estrategia de la "posverdad" tan del gusto de la actual Administración americana, en la que se crean estados de opinión que se dan por ciertos con independencia de que se ajusten o no a la realidad.
Tendremos por tanto celebración bursátil del encuentro de Osaka, lo cual en cierto modo es lógico porque un "no acuerdo" habría sido catastrófico, como bien advirtió Japón al inicio de la reunión. Pero, más allá de esa celebración, y más allá de valorar como positivo el paso dado en Osaka, sería bueno hacerse algunas preguntas.
La primera es si el eventual acuerdo va a ser capaz de evitar la desaceleración económica en curso. Los últimos datos de confianza y sentimiento del consumidor americano han sido tibios y el gasto de los consumidores americanos ("personal spending") en mayo creció solo un 0,2%, lo que ha llevado a Bancos como JP Morgan a rebajar hasta el 1,5% su estimación de crecimiento para el segundo trimestre. Aunque el consenso dominante culpa a la guerra comercial con China de ese mal comportamiento y, por tanto, si hay acuerdo estaría solucionado el problema, es dudoso que no haya otros factores detrás de esa debilidad del crecimiento americano, como, por ejemplo, el propio cansancio del ciclo ("late cycle") tras la etapa más larga de expansión que haya vivido nunca la economía norteamericana al haberse superado los ciento veinte meses sin recesión.
Una segunda pregunta es si la Fed va a olvidar su idea de bajar los tipos de interés si hay finalmente acuerdo entre EE.UU. y China. Tendría mucho sentido que lo hiciese, ya que ha sido la guerra comercial el motivo al que la Fed ha aludido de forma permanente para girar en redondo su política monetaria y pasar de subir los tipos en 2018 a bajarlos en 2019. Hay pocas expectativas, sin embargo, de que la Fed se apee de su intención de bajar los tipos en la próxima reunión del 30 y 31 de julio. La economía americana, como ya hemos dicho, está desacelerándose, sea cual sea la causa, y la inflación permanece por debajo del 2%. De hecho, el índice de precios más seguido por la Fed, el PCE price index, ha quedado en el 1,6% en mayo. Por tanto, pocos motivos tiene una Fed presionada por Trump para no bajar los tipos, aunque sea un 0,25%.
Realmente la única causa que podría frenar a la Fed en su "revival" expansivo sería la "exuberancia" de los mercados financieros, que se manifiesta cada vez con señales más claras. Los inversores, empujados a buscar retorno como sea, han abrazado el riesgo y empiezan a manifestarse ya algunas de las consecuencias. Un hasta ahora prestigioso gestor de Fondos inglés, Neil Woodford, al que la BBC se refería en 2015 como "el hombre que no puede parar de hacer dinero", ha debido suspender el reembolso a los partícipes, al no poder vender las inversiones extremadamente ilíquidas que formaban el grueso de sus carteras. Otra gestora, H2O, filial de Natixis, está pasando también por problemas tras publicarse que tenía una posición en bonos muy ilíquidos y muy concentrada en financiar a un rutilante financiero alemán con un historial más que dudoso.
Son ejemplos de que al final buscar retorno tomando riesgos excesivos tiene consecuencias y de lo que pasa tras diez años de tipos cero y de invitar a los inversores a tomar riesgos.
Un buen ejemplo de ello es el "comeback" del bitcoin y las criptomonedas. El bitcoin ha protagonizado una semana de infarto. Tras subir el lunes y martes casi un 30% y superar los 13.500 dólares impulsado por el efecto de Libra, la nueva moneda creada por Facebook, en la sesión del jueves bajó un 15%, para remontar luego hasta los 12.500 dólares y finalmente, ya en pleno fin de semana, volver a bajar con fuerza hasta 11.000 dólares. En nuestra modesta opinión, con este historial de volatilidad se hace difícil que el bitcoin se convierta en un medio de pago aceptado en los negocios serios, pero, en todo caso, como activo financiero especulativo está claro que el bitcoin no tiene rival, y por ello vuelve a atraer a quienes desean retorno a costa de tomar unos riesgos que a veces ni siquiera conocen.
Empieza así el segundo semestre, con las Bolsas en máximos y con el viento de cola del encuentro entre Trump y Xi Jinping en Osaka. El dato más relevante de esta semana semifestiva en Wall Street (el jueves 4 de julio es fiesta nacional en Estados Unidos) es el informe de empleo de junio. El informe de mayo, con su muy escasa creación de puestos de trabajo, espoleó a la Fed a bajar los tipos, pero ahora se espera un informe mejor en términos de creación de empleo. Habrá que seguirlo con atención e igualmente los PMI e ISM de manufacturas y servicios de EE.UU. que se publican el lunes y el miércoles, respectivamente.
A la espera de los resultados empresariales del segundo trimestre, cuya publicación empieza la semana que viene, lo normal es que las Bolsas celebren el encuentro de Osaka con la euforia que desea el actual presidente americano, aunque las preguntas que surgen alrededor de ese acuerdo moverían seguramente a una lectura más cautelosa.
Juan Carlos Ureta Domingo
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