Nada más adecuado para terminar un "movido" mes de octubre que los vaivenes que han vivido las Bolsas esta última semana y, sobre todo, en las dos sesiones últimas del mes, el jueves y el viernes.
Todos pensábamos que la Fed iba a ser la protagonista con su decisión de finalizar su tercer programa de expansión monetaria, la QE3, pero al final ha sido el Banco de Japón el que ha dado la "sorpresa", haciendo justo lo contrario que la Fed, es decir, ampliando aún más sus inyecciones de dinero para demostrar al mercado que nada le parará en su lucha contra la mentalidad deflacionaria (deflationary mindset).
Esa decisión del Banco central japonés, anunciada el jueves por la noche, unida a un muy buen dato de crecimiento del PIB americano en el tercer trimestre publicado el jueves por la tarde, han provocado la euforia compradora de la sesión del viernes, y alzas semanales considerables. El S&P 500 y el Eurostoxx 50 han subido un 2,7% en la semana, el Dax un 3,7%, Shanghai un 5% y el Nikkei un 7,3%. Nuestro Ibex 35 esta vez se ha quedado rezagado subiendo un 1,3% en la semana. De esta forma, el posible impacto negativo que podría haber tenido la finalización de la QE3 ha quedado más que compensado con el movimiento de Japón.
La reacción de las Bolsas del jueves y el viernes suscita varios comentarios. El primero es de fondo y nos llevaría a cuestionarnos el por qué de la fuerte subida del Nikkei tras las medidas. Claramente la llamada "abenomics", que fue publicitada en su día con gran aparato propagandístico (Japan is back, dijo entonces Shinzo Abe asegurando que Japón iba a crecer y a ser el gran dinamizador del crecimiento global) y que levantó una enorme expectativa, no está consiguiendo sus objetivos. El Gobernador del Banco de Japón, Kuroda, rebajó al 0,5% el crecimiento previsto para el PIB japonés para este año, la mitad del 1% previsto anteriormente, y pese a todo el dinero inyectado la inflación no acaba de despegar. Ante este fracaso la idea es dar más dosis de la misma medicina que por ahora no ha funcionado. Una idea discutible, como lo prueba el hecho de que cuatro de los nueve miembros del Consejo del Banco central japonés votasen en contra.
Si es curiosa la subida del Nikkei, llama aún más la atención la del Dax alemán. Alemania es la gran perjudicada por las políticas del Banco de Japón, que al devaluar el yen y facilitar las exportaciones de los gigantes japoneses, dañan a las grandes empresas exportadoras alemanas. En parte, y aunque obviamente hay más factores, la debilidad económica de Alemania que hemos visto los últimos meses hay que buscarla en las decisiones del Banco central japonés en abril de 2013.
La conclusión es que, aunque parecía que ya había dejado de ser así, los inversores bailan de nuevo al son de la liquidez y se olvidan del crecimiento económico. Por lo que la idea que barajábamos hace dos semanas de que la liquidez se había agotado como motor de subida de las Bolsas parece que es aún prematura, ya que sigue la fiesta de la barra libre. Es verdad que también hay algún dato positivo de crecimiento, como el PIB americano del tercer trimestre, en su primer avance, que fue mejor de lo esperado, un 3,5% frente a un 3% esperado, pero la diferencia no es tan grande como para justificar el festival alcista y, además, ha habido otros datos económicos muy tibios en la semana, que el mercado ha pasado por alto, ante la promesa de más dinero procedente de Japón.
En cierto modo la situación nos recuerda mucho a la de mayo de 2013, cuando el impacto negativo del primer anuncio de retirada de liquidez (tapering) por la Fed fue inmediatamente contrarrestado por la gran "bomba" monetaria que lanzó el Banco de Japón con su ya famosa QQE (compra de bonos por un importe mensual equivalente al 1% del PIB japonés para doblar la masa monetaria en dos años). Entonces, igual que ahora, se pensó que se cerraba una fuente pero se abría otra, y se quiso también pensar, igual que ahora, que el experimento japonés al final iba a salir bien.
En principio, por tanto, los mercados nos estarían diciendo que las caídas de mediados de octubre fueron una pesadilla pasajera y que volvemos a las alzas. El S&P que, como decíamos la semana pasada, es el principal índice a observar, ha vuelto a situarse por encima de los dos mil puntos y cerró el viernes en sus máximos históricos. Esto indicaría que puede quedar otra pata al alza en este tramo final del año.
Sin embargo, no podemos olvidar algunas otras cosas que han sucedido esta pasada semana. La primera es la enorme volatilidad, que refleja confusión y falta de ideas claras. El lunes pasado vimos como tras una apertura positiva las Bolsas europeas se hundían por la pésima encuesta IFO de confianza empresarial alemana. El jueves veíamos como unos comentarios de un funcionario de la Autoridad Bancaria Europea (EBA) hundían a las Bolsas europeas a media sesión, provocando oscilaciones intradiarias de entre el 3% y el 5% en los diversos índices europeos. Hemos visto también resultados empresariales muy dispares, como lo prueban, por ejemplo, las cuentas de los Bancos españoles, o la divergencia entre las compañías tecnológicas, algunas como Apple con excelentes cifras y otras como IBM con muy mala evolución. Los llamados test de estrés de la banca europea son otra muestra de falta de claridad. Aunque aparentemente no reflejaron problemas, el sector bancario no respondió bien en Bolsa la pasada semana y el economista jefe del FMI, Kenneth Rogoff, se mostró escéptico respecto a su fiabilidad en un foro celebrado en Madrid. Igualmente son mixtos los datos económicos, como se comprobó con las malas cifras de gasto de los consumidores e ingresos personales en EE.UU. en septiembre, que se conocieron el viernes.
En definitiva, vemos episodios de fragilidad en las Bolsas y vemos que las dudas que expresó el FMI sobre el crecimiento global no solo no desaparecen sino que se confirman y dejan su huella en los resultados empresariales.
Tras el impresionante rally de las dos últimas semanas, que ha llevado al S&P desde niveles cercanos a los 1.800 puntos hasta los actuales 2.018 puntos, cabe la opción de sumarse a la inercia alcista o a la de quedarse fuera. Desde un punto de vista técnico lo normal es pensar en más subidas. Pero hay algunos "ruidos" en los movimientos de las últimas semanas y del verano que nos ponen alerta inevitablemente. Señales que nos hacen ver que el riesgo de estar dentro puede ser grande, con caídas súbitas del 10% o más, y el beneficio adicional es más bien limitado.
Esta próxima semana se reúne el BCE el jueves y se espera que vaya adelante con su programa de compra de activos, si bien el estilo de Draghi es muy diferente al de un Kuroda obsesionado en terminar "como sea" con la mentalidad deflacionaria instalada en Japón. Además, hay muchos datos económicos. Ayer domingo se publicó el PMI chino de manufacturas de octubre, saliendo ligeramente por debajo de lo estimado. Iremos conociendo a lo largo de la semana los ISM de manufacturas y servicios en EE.UU., los PMI de la zona euro, y el informe de empleo americano de octubre que se publica el viernes. Hay también resultados empresariales como los de AIG, Time Warner, BMW, ING o Santander, entre otros. Por tanto, hay materia para que siga habiendo volatilidad.
Como decíamos hace dos semanas, preferimos estar más bien ligeros de inversión en este tipo de mercados tan cambiantes, en los que estar cubiertos, aunque implique un coste, suele ser muy recomendable. Hay que ver hasta dónde llega la euforia compradora desatada por el Banco de Japón, pero dada la experiencia de los episodios anteriores de "Japón vuelve" y dado el recuerdo tan reciente de lo que pasó a mediados de octubre en las Bolsas, preferimos, aunque sea difícil en medio de un ambiente de nuevo muy alegre y confiado, mantener una cierta distancia frente a esa euforia. Preferimos esperar a ver si los Bancos Centrales, que han demostrado que saben cómo mover a los mercados, saben también mover a la economía.