Es sorprendente, si no fuese porque los mercados nos tienen muy acostumbrados a este tipo de ironías, que en una semana que empezaba con una fuerte caída del petróleo, tras no conseguir los productores un acuerdo para limitar la oferta en la reunión de Doha, haya sido precisamente el petróleo el activo que mejor se ha comportado, con una revalorización superior al 9% en los futuros del West Texas y del 5% en los del Brent. Tras esas subidas, los futuros del Brent cerraron el viernes por encima de 45 dólares y los del crudo ligero (WTI) en 43,7 dólares, camino ambos de recuperar la cota de los cincuenta dólares.
La huelga de trabajadores en Kuwait o el mal dato de inventarios de crudo que se publicó el miércoles pasado en EE.UU. podrían explicar en parte esa fuerte subida del precio del crudo, pero son justificaciones débiles para una subida tan fuerte como la que ha tenido lugar, y más aún tras la decepción producida en Doha. Por ello es inevitable buscar explicaciones alternativas.
Una primera interpretación sería que el petróleo está anticipando una reactivación de la economía global. Es una explicación atractiva, ya que por un lado supone un soplo de optimismo al anunciar crecimiento, y por otro lado es coherente con las subidas de las Bolsas desde el pasado marzo y también con las subidas bursátiles de esta última semana. El Eurostoxx ha subido un 2,8% en la semana, el Dax un 3,2%, el Nikkei un 4,2%, y los índices americanos, aunque con subidas más moderadas, han conseguido marcar máximos anuales, a pesar de los malos resultados de las grandes tecnológicas, que han afectado sobre todo al Nasdaq, único índice que ha cerrado en negativo la semana. Las Bolsas, en definitiva, estarían considerando al petróleo como un indicador (proxy) adelantado de crecimiento.
Una versión alternativa, algo más inquietante, sería pensar que la subida del crudo y de las materias primas lo que nos anuncia es futura inflación. Al final, según esta lectura, las inyecciones continuas de dinero y los tipos de interés negativos estarían consiguiendo ese objetivo de los Bancos Centrales de que los precios suban, y el petróleo y materias primas serían el "canario en la mina" que nos anticipa esas subidas próximas de los IPC. Obviamente, aunque la inflación es muy buena para diluir la excesiva deuda acumulada, lo cierto es que si la inflación no viene acompañada por un crecimiento económico más vigoroso, lo que sucederá es que subirán los costes laborales y los tipos de interés, pero las empresas venderán menos y ganarán menos, y eso no son buenas noticias para las Bolsas.
Cabe finalmente pensar que los movimientos del petróleo obedecen a los movimientos en las divisas, y esto conecta con lo que ha sido la gran noticia de los primeros cuatro meses de 2016, a saber, la nueva posición de la Fed. A finales de 2015 se pensaba que la Fed podía subir hasta cuatro veces los tipos de interés en 2016 pero, en estos primeros meses del año, los mensajes de la Fed nos han hecho girar hacia la idea de que tal vez solo suba tipos una vez, o incluso ninguna. La causa del cambio es que la Fed ha comprendido que no puede "normalizar" la política monetaria en solitario, cuando el BCE y el Banco de Japón (BoJ) están lanzados a una carrera sin límites hacia mayor expansión monetaria ampliando las compras de activos y hacia tipos de interés cada vez más negativos.
En ese contexto tan "agresivo" del BCE o BoJ, la Fed se ve forzada a ser muy "dovish" y automáticamente eso relaja la presión alcista sobre el dólar. Esa es la novedad de los primeros meses de 2016 y eso ha relajado tanto a las materias primas como a las divisas, sobre todo al yuan. Eliminado el riesgo de que el dólar suba, las materias primas se tranquilizan y el yuan chino se ve liberado de la presión devaluatoria, con lo que los mercados se olvidan transitoriamente del problema de China, tan agobiante el pasado verano y el pasado mes de enero.
Esta interpretación "alternativa" encaja todas las piezas del "puzle" y la pregunta es ¿qué recorrido tiene el modelo?
La posición del BCE el pasado jueves, con un Draghi en plena ofensiva, parece indicar que por el momento el BCE va a seguir haciendo todo "lo que haga falta", a pesar de las voces alemanas cada vez más críticas y a pesar de que personas tan prestigiosas como Axel Weber, presidente de UBS y antiguo Consejero del BCE, estén diciendo de forma clara que el BCE ha llegado ya al límite de sus posibilidades de actuación. Todo indica que también el Banco de Japón persistirá o incluso ampliará su expansión de la base monetaria y sus tipos negativos.
Ante esto la pregunta es ¿qué hará la Fed? Si la economía norteamericana sigue en crecimiento débil y con la inflación controlada la respuesta es que no subirá tipos y se acoplará lo más que pueda a las políticas expansivas de la zona euro y Japón. Pero si empieza a haber inflación, y hay que recordar que la inflación subyacente está ya en el 2,3% en EE.UU., la Fed no podrá permanecer quieta y esto va a generar un dilema difícil.
Si sube tipos volveremos a las turbulencias derivadas de las divisas, como en agosto o en enero. Si no lo hace, podemos ver una muy mala reacción del mercado si se empieza a pensar en un escenario de inflación con bajo crecimiento (stagflation). La única opción sería convencer al BCE y al BoJ de que inicien también una "normalización" monetaria, pero esto puede venir mal a la zona euro y a Japón, y además Mario Draghi y Haruhiko Kuroda han repetido numerosas veces que no van a parar.
Por tanto, la normalización en solitario por la Fed parece difícil y la única salida parece ser la de que no se dispare la inflación. Pero a la vez se desea una cierta inflación sobre todo en la zona euro y en Japón. Un "puzle" bastante complicado de manejar.
Por eso, tras la reunión del BCE del pasado jueves, que animó a las Bolsas al mostrar Draghi que no le afectan (de momento) las críticas alemanas, adquieren especial importancia las reuniones de esta próxima semana de la Fed (miércoles) y del BoJ (jueves), sobre todo la de la Fed, ya que nos puede dar pistas sobre su posición ante el mencionado dilema.
Hay también muchos resultados empresariales y varios datos económicos muy importantes. Ha habido decepciones en las grandes tecnológicas, como Alphabet y Microsoft, y caídas de beneficios en todos los Bancos americanos que han publicado, ya sean bancos comerciales (JP Morgan, Citi,...) o bancos de inversión (Goldman, Morgan Stanley,...). El gigante del capital riesgo Blackstone presentó la pasada semana una caída del 77% en sus beneficios del primer trimestre. Son malos presagios para las compañías que presentan sus cifras esta semana próxima, alguna tan importantes como Apple, Amazon, Facebook, Exxon, AT&T o Boeing, entre otras muchas. En España presentan Santander, BBVA e Iberdrola, entre otras.
En cuanto a datos económicos, se publica la primera lectura del PIB americano del primer trimestre, y la encuesta IFO, varios PMIs preliminares de abril y el índice de confianza del consumidor americano, entre otros.
Las Bolsas esperan esta batería de datos y resultados en niveles relativamente altos, sobre todo en el caso de los índices americanos. El S&P no ha podido cerrar la semana pasada por encima de los 2.100 puntos pero su remontada del 15% desde febrero es espectacular. La duda sigue siendo, como la semana pasada, si estamos a las puertas de un nuevo ciclo alcista o si estamos más bien viendo un "techo redondeado" en los índices americanos.
Seguiremos atentos la evolución del S&P pero en principio nos inclinamos más, a riesgo de equivocarnos, por la idea de un cierto techo en los niveles actuales.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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