Tal y como adelantábamos al terminar nuestro comentario de hace una semana, los resultados empresariales y los mensajes de los banqueros centrales han sido la clave del comportamiento de las Bolsas esta penúltima semana de julio, con el telón de fondo de la deseada pero nada fácil normalización monetaria. Una normalización que todos queremos que sea "beautiful" y que por ahora lo está siendo, pero que como decía hace poco el presidente de JP Morgan, Jamie Dimon, es, a fecha hoy, la mayor amenaza que se cierne sobre la estabilidad de los mercados financieros.
En esta ocasión el foco estaba puesto en las palabras de Draghi el pasado jueves tras la reunión ordinaria del Consejo del BCE, y pese a que Draghi se esforzó en dar sus mensajes con esa calculada imprecisión y ambigüedad que practica con tanta maestría, la consecuencia de sus palabras fue que el euro subió de manera fulminante y las Bolsas europeas bajaron, sobre todo el Dax, índice en el que cotizan las grandes empresas exportadoras europeas.
Es muy interesante esa reacción alcista del euro tras las palabras de Draghi porque muestra de forma clara la repercusión de las decisiones de los Bancos centrales en las divisas, y de rebote su repercusión en las Bolsas y, en una última instancia, en la economía real. Probablemente los movimientos en las divisas y en concreto la evolución del euro y del dólar son el eslabón más delicado de la normalización monetaria.
Tal vez por ello los responsables de la política económica intentan controlar los movimientos de sus respectivas monedas. Cuando a principios de año el dólar superó la barrera de los 1,05 dólares por euro y se encaminaba hacia la paridad impulsado por las promesas de reflación del nuevo presidente americano, el propio Trump se apresuró a declarar que el dólar estaba muy alto y que prefería que la Fed mantuviera los tipos de interés bajos. Justo lo contrario de lo que había dicho en la campaña. Lo mismo, pero al revés, hizo Mario Draghi hace tres años, al manifestar su enorme preocupación por la fortaleza del euro en mayo de 2014 cuando la divisa europea había subido hasta 1,4 dólares por cada euro.
Está claro que ni a EEUU le interesa un dólar demasiado fuerte ni a la zona euro le interesa un euro demasiado fuerte. La cuestión es dónde se ponen los límites y cómo se consigue que se cumplan esos límites, y es ahí donde la coordinación de los Bancos Centrales, a estos efectos la coordinación del BCE y de la Fed, es obligada. En el momento actual la banda 1,05/1,20 parece ser una banda en la que todo el mundo se siente cómodo y esto puede explicar que Janet Yellen haya matizado su discurso agresivo en las últimas semanas y que Mario Draghi insista en que el ajuste monetario será muy gradual y muy condicionado a los datos económicos que vayan apareciendo. Se trata de conseguir, como decíamos hace una semana, que la normalización monetaria sea "beautiful" y eso incluye los movimientos del euro/dólar.
En cualquier caso, la subida vertical del euro el jueves pasado pone en riesgo lo que venía siendo el consenso de los gestores y analistas, a saber, que las Bolsas de la zona euro son las que mejor se van a comportar y que la economía de la zona euro va a despegar con fuerza. En teoría, tras varios años perdiendo terreno, es la hora de Europa y de sus empresas, sobre todo cuando el eje Macron-Merkel se presenta como ganador frente al binomio Trump/Brexit.
El paradigma del nuevo liderazgo europeo es sin embargo incierto.
En lo que a las Bolsas se refiere, estos últimos días, mientras el S&P y el Nasdaq han seguido marcando máximos históricos día tras día, el Eurostoxx y el Ibex han perdido un 2% en la semana, y el Dax alemán un 3%. En lo que va de año los índices americanos superan con mucho a los europeos. El S&P sube un 10,4% desde uno de enero y el Nasdaq un 18,6%. El Eurostoxx y el Dax se conforman con una modesta ganancia del 4,9% y del 6,6% respectivamente desde inicio de año. Solo nuestro Ibex mantiene el tipo con su subida del 11,5% en lo que va de año.
Si miramos a la economía, Draghi dijo en Sintra hace un mes que la batalla contra la deflación se ha ganado, y todo apunta a un buen crecimiento del PIB de la eurozona, pero ese crecimiento estará seguramente por debajo del 2% y más aún si fallan las exportaciones, por la subida del euro. Por el lado empresarial, las empresas europeas están preparadas para competir a nivel global y jugar en la gran liga, pero los condicionantes políticos son un permanente obstáculo para que las Bolsas despeguen, como se está viendo en el caso de la banca pese al optimismo "oficial" sobre el grado de avance de la llamada unión bancaria. Los problemas de la banca siguen siendo un gran lastre para el dinamismo de la zona euro.
Todo lo anterior condiciona que las Bolsas europeas asuman el liderazgo global.
Así las cosas, y con unos resultados empresariales del segundo trimestre que en el caso de las compañías europeas por ahora han sido en línea con lo esperado (las grandes sorpresas positivas las han dado por ahora solo Netflix y Microsoft), los mensajes de los banqueros centrales y la evolución del euro pesan por ahora más que los beneficios presentados por las empresas, y hay que esperar a ver si realmente llegan las sorpresas positivas.
La última semana de julio tenemos de todo. La Fed se reúne, y aunque no se esperan, siempre caben mensajes que puedan mover al dólar en la rueda de prensa y, además, se publica el viernes el primer avance del PIB americano del segundo trimestre. Se publican también los PMIs preliminares, tanto de manufacturas como de servicios, y el índice Shiller de viviendas.
Pero sobre todo hay muchísimos resultados empresariales. En EEUU publican más de un tercio de las empresas del S&P, con nombres tan relevantes como Exxon, Coca Cola y varias FANG (Facebook, Amazon, Alphabet-Google) y en Europa varios Bancos como Deutsche Bank, BNP, Santander y BBVA, así como muchas compañías de primer nivel. Por ahora ha habido pocas sorpresas positivas como las ya mencionadas de Netflix y Microsoft, y sin embargo algunas decepciones como IBM, General Electric o Goldman.
Es muy sorprendente la resistencia a bajar del S&P y de los restantes índices americanos, una fortaleza que se explica en parte por la debilidad del dólar y en parte por la percepción de que la economía y los beneficios van en línea y que los tipos tampoco van a subir demasiado.
Esperaríamos para el fin de julio una recuperación del dólar con impacto positivo en las Bolsas europeas y tranquilidad en las americanas, espoleadas por las FANG y por los restantes resultados esta última semana de julio.
Todo indica que para ver correcciones fuertes, que deberían producirse con motivo de la normalización monetaria iniciada por la Fed y anunciada por el BCE, habrá que esperar a agosto o incluso a septiembre.
D.Juan Carlos Ureta Domingo
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